“Me cortaron las piernas”
19/01/13
El largo periplo de la presidenta CFK y su amplia comitiva por Abu Dhabi y Jakarta sirvió para confirmar lo que el mundo ve y le interesa de la Argentina: su enorme potencia agroindustrial. Y, al mismo tiempo, para exponer descarnadamente la inverosímil actitud del gobierno hacia este sector.
En Funes el Memorioso, Borges describe al personaje que sabía todo, que había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. “Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”.
Salvando las distancias, a ciertos funcionarios del gobierno, y a su mentora, les cabe el sayo. Porque si se detuvieran un instante a analizar el mensaje recurrente, olvidarían diferencias, y se pondrían a trabajar en el sentido de la naturaleza de las cosas. No albergo esperanza alguna de algún cambio, pero por lo menos relataremos los hechos que -en un país normal y poblado por buena gente-, generarían mejores oportunidades para todos y todas.
En Abu Dhabi, al canciller Héctor Timerman le brillaban los ojos, deslumbrado por los petrodólares que le pedían puerta para entrar en el agronegocio pampeano. En la premura por dar la buena nueva, olvidó que su gobierno, hace un par de años, canceló la posibilidad de que fondos internacionales incursionen en nuestros campos.
El corralito de tierras fue impuesto por un proyecto de ley que tiró al Congreso la propia presidenta, en la “inteligencia” de que con él se metería una cuña entre las entidades del campo, el enemigo a vencer desde la derrota por la 125.
Un poderoso fondo árabe anunció su desembarco en el Chaco, hace tres años, para desarrollar el Impenetrable. Pondrían tierras en producción, llevarían agua potable a poblaciones marginales, con represas sobre el río Bermejo, que hace 150 años espera su canalización. El propio gobernador Jorge Capitanich los recibía en su despacho y firmaba un protocolo de entendimiento. La aprobación de una ley políticamente correcta, y económicamente absurda, solo para regodearse en las diferencias, remeda al “me cortaron las piernas” del futbolista que inauguraba su larga agonía. No sé cómo se van a arreglar para que se concrete el anhelo de los árabes: un gran canje de petrodólares por “sojadólares”. Saben que de la soja sale comida y biocombustibles.
Y precisamente el segundo hecho relevante del viaje (que sin embargo pasó desapercibido) fue la intervención de la propia Cristina, durante la inauguración de la Conferencia Mundial de Energía. Allí, frente al presidente de Francia y a la reina de Jordania, dijo que estaba orgullosa de la industria argentina de biodiesel, “que ha convertido al país en el primer exportador mundial”.
Ay, ay, ay, señora. Su gobierno acaba de destrozar a esta industria. Le recuerdo: en octubre le duplicó los derechos de exportación, frenando totalmente los embarques. Antes, la impericia en el manejo de la estatización de YPF provocó la reacción española, el principal comprador, quien de inmediato cesó sus compras. Luego, por presión de la UE, volvió a comprar, pero en el ínterin se filtró el biodiesel de Indonesia. Usted estuvo ahora en Jakarta, y allá se habrá enterado del interés de los indonesios por la harina y el aceite de soja. Sin embargo, son ya los principales exportadores de biodiesel de palma, que rápidamente está ocupando el lugar del de soja, cuyo abastecimiento se ha convertido en inseguro en los países serios de la vieja Europa. Se podría competir por la mayor calidad y especificaciones para el frío clima europeo (el de palma se enturbia), pero con las actuales retenciones el biodiesel argentino está totalmente fuera de competencia.
En fin, una buena forma de remedar a aquél Maradona del “me cortaron las piernas”. Se las había cortado solito. Un síndrome que alcanza al gobierno K.