Entre los genes y el biodiesel. Editorial de Héctor Huergo.
Es tan fuerte la dinámica del sector que ni la sequía ni los disparates del
experimento K pueden frenarlo. Dos noticias de esta semana lo subrayan con
fuertes trazos de evidencias
La primera es el extraordinario logro de Bioceres, que logró no solo el patentamiento de sus primeros eventos de tolerancia a sequía y salinidad en la Argentina y los Estados Unidos. Al contar con esta patente, atrajo a Arcadia, una potente y joven empresa de biotecnología estadounidense, con la que explotarán en conjunto estos eventos.
Es un verdadero hito para el país, y en especial para el sector agropecuario. Conviene recordar que Bioceres es una empresa originada en el sueño de un pequeño grupo de productores de punta. Hace diez años, convocados por Víctor Trucco, se lanzaron a la aventura de invertir en el desarrollo de biotecnología. Aportando recursos a algunos grupos de investigación de excelencia del sector público (Conicet, Universidades, INTA), y con una orientación muy concreta respecto de las necesidades del mercado, ya tiene sus primeros productos comerciales. Ahora cuenta con 250 accionistas, en su enorme mayoría productores, que comparten la alegría y se entusiasman con la enorme valorización de la empresa, que se convirtió en noticia mundial.
El hecho disparó algunas colaterales interesantes. Primero, la propia presidenta Cristina Kirchner saludó el logro y se relamió con las regalías que va a ingresar el Conicet como socio del negocio. Implícitamente, reconoció el derecho del obtentor, echando luz sobre una cuestión que ha retardado el desarrollo biotecnológico nacional.
Hay muchos eventos llegando a todo el mundo (el más importante y concreto es la soja RR2 y Bt), y que no se lanzan en la Argentina porque sus creadores saben que aquí no se protege la propiedad intelectual.
El logro de Bioceres, en consecuencia, servirá para avanzar con firmeza en la consolidación de un marco regulatorio moderno y eficaz para que la biotecnología vuelva a fluir.
La segunda noticia es la finalización de un minucioso trabajo, llevado a cabo por el ingeniero Alberto Garibaldi en el taller de Oresta Berta en Alta Gracia, en el que se ensayó gasoil cortado con 10% de biodiesel en una camioneta de marca líder. Fue una simulación sobre 20.000 km, con resultados que el propio Garibaldi (uno de los expertos más reconocidos del sector automotriz) calificó de “óptimos”.
La importancia de este hecho es que con este ensayo se despeja el camino para la implementación del B10 a nivel nacional. La escasez de gasoil, que debe importarse en volúmenes cada vez mayores, es uno de los principales problemas de la economía nacional. Ya el año pasado se decidió aumentar el corte del 5 al 7%. Esto permitió ahorrar 300.000 metros cúbicos de gasoil, por un valor de 300 millones de dólares. Pasar al B10 significará otros 500 millones en sustitución de importaciones.
El problema es que la industria automotriz argentina, a pesar de que utiliza motores que en sus países de origen están homologados para altas proporciones de biodiesel, plantearon sus dudas cuando se los consultó por el B10. El ensayo de Garibaldi las despeja definitivamente.
Para el agro es una instancia fundamental, ya que la mejora reciente de los precios de la soja se debe a la escasez de harina, y no de aceite. Siguen las restricciones que impone China, de las que se zafó gracias a que la Argentina contaba con una nueva y poderosa industria de biodiesel.
Pero además de las exportaciones, incrementar el consumo interno es la mejor manera de evitar un remate del aceite argentino (o el biodiesel) en el mercado internacional, como pasó cuando se cayó el mercado chino. Así, el B10 se convertirá en un importante soporte del precio de la soja.