Más allá del maquillaje. Editorial Clarin Rural de Héctor Huergo
La baja de las retenciones a las carnes termoprocesadas es una buena medida.
Bajan de 15 a 5%. Desde el sector se escuchó decir que la decisión sólo servía a
un sector de la industria frigorífica, las pocas empresas que cocinan la “vaca
vieja”, como señaló la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Es una visión
torpe, que denota desconocimiento sobre cómo funciona el negocio.
Cualquier mejora en el tipo de cambio efectivo para un producto repercute sobre toda la cadena. En este caso, opera sobre un producto que influye fuertemente en el segmento de cría, donde la venta de los vientres que salen de servicio ha sido el único margen que dejaba la actividad. Ahora mismo, con el ternero en niveles atractivos, la vaca conserva sigue pesando en la ecuación del criador.
Insistimos, la medida “sirve”. Sobre todo, por supuesto, al puñado de frigoríficos que cocinan carne. Pero de ahí a decir que este es el producto de mayor valor de la industria, es explicitar que alguien le vendió carne podrida a CFK. La carne cocida es simplemente una forma de procesar la chatarra de la industria: la vaca conserva. Con ivermectina, cobre y suplementación, muchos vientres que antes iban a conserva pasan a consumo. Eso agrega más valor que cocinarla, meterla en lata y embarcarla.
El producto de mayor valor agregado de la cadena es la carne fresca. Lo mismo pasa en otras agroindustrias, como el limón y otras frutas que la Argentina exporta. Para las compañías de este sector el producto fresco es el más valioso, aunque hay cosas con más glamour: una manzana fresca tiene más valor que la sidra, a cuya elaboración se destina la de menor calidad. Con frecuencia, se confunde “valor agregado” con “grado de elaboración”. En este error incurrió el discurso oficial.
Otra imprecisión, menos inocente, fue remarcar el sacrificio que implica para el fisco esta medida. Maquillaje. Más allá del exiguo monto (12 millones de dólares, explicitó CFK, que implican el 1% de lo que el sector supo exportar), la realidad es que solo se reduce una exacción. Es decir, el beneficio es que le dejan de sacar, con el compromiso de que los frigoríficos dejen de suspender gente.
Quizá lo más importante, aunque quizá efímero, fue que el anuncio sustituyó a otro, de consecuencias temibles para el sector: el envío al Congreso del proyecto de ley de expropiación de YPF. Al cierre de esta edición de Clarín Rural no había precisiones respecto al destino de la petrolera. Pero quizá el gobierno esté analizando las palabras del ministro de Industria español, quien dejó bien en claro que cualquier agresión a los intereses ibéricos dará lugar a represalias comerciales.
Recordemos que hay un serio conflicto con España por la intención de trabar las importaciones de biodiesel, que son clave para la cadena sojera. España recibe el 40% del biodiesel que la Argentina exporta a la Unión Europea, pero el lobby local quiere comprar aceite (de cualquier origen) y no el biocombustible. El año pasado, el propio gobierno K había amenazado a España con un castigo a sus empresas si avanzaban con el proteccionismo. Ahora se invierte la carga de la prueba. Sería muy grave. Conviene recordar que el biodiesel ya explica embarques por US$ 2.000 millones anuales. Ha permitido atenuar las consecuencias del cierre del mercado chino para el aceite de soja, una represalia por las restricciones que la Argentina había impuesto a manufacturas de ese origen.
De no ser por estas cuestiones, estaríamos poniendo en primer plano otros hechos positivos, como la creación de una carrera de Biotecnología en Chascomús, iniciativa del ex ministro Julián Domínguez. Y, en especial, la liberación al mercado del evento cuádruple de maíz de Syngenta. En esto vamos bien.