"El Biodiésel salió con fritas..." Editorial de Héctor Huergo en Clarin Rural del 17 Mayo 2014
La Cámara de Diputados dio media sanción esta semana al proyecto de ley que exime al biodiesel del pago de impuestos internos. Ya habíamos anticipado que había un extraordinario consenso en torno a esta cuestión clave para la cadena agroindustrial. Ahora se plasmó con números realmente llamativos: 217 votos a favor, 8 abstenciones y sólo 4 en contra.
Entre las abstenciones, hay que subrayar la de la diputada Lilita Carrió y su bloque. Aclaró que estaba de acuerdo con la iniciativa, pero cuestionó que en el articulado se planteara que la exención iba hasta el 31 de diciembre del 2015, facultando luego al PEN para que modificara la situación a partir de entonces. Tiene absoluta razón. Los impuestos son una facultad excluyente del Congreso.
Lo mismo plantearon otros diputados que expusieron con mucha claridad su compromiso con el biodiesel, como Felipe Solá. Sostuvo que no había razón alguna para limitar la exención al período K, obligando a un nuevo debate a partir del 2015. Propuso volver a la ley 26043 de biocombustibles, que los desgravaba por diez años, plazo que venció en el 2013.
Por el oficialismo, lo más interesante fue el comunicado del mismísimo titular de la Cámara de Diputados Julián Domínguez. Textualmente, el ex Ministro de Agricultura y fuerte referente del kirchnerismo dijo: “La visión estratégica de la presidenta de impulsar la industrialización de la ruralidad, junto a la capacidad innovadora de los productores y de la agroindustria, nos permitieron diversificar la matriz energética, sumar valor agregado a la cadena de la soja y generar empleo genuino”. Y destacó que “el biodiesel es el eslabón que mayor valor agregado tiene dentro de la cadena productiva”. Algo parecido a una frase que acuñamos en esta columna: “El biodiesel, la etapa superior de la soja”.
Más adelante, Domínguez resaltó que “Argentina tiene una capacidad instalada de 4 millones de toneladas por año en plantas de biodiesel distribuidas en siete provincias argentinas”, y consideró que “su actividad motoriza las diversas economías regionales en gran parte del territorio nacional”. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.
El biodiesel no solo es la etapa superior de la soja. Es el ester metílico de los ácidos grasos, una molécula que puede sustituir al gasoil prácticamente en cualquier proporción. Es además un precursor químico para múltiples derivaciones, desde solventes hasta termoplásticos. Atrás del biodiesel, viene la enorme cascada de la oleoquímica. Así como el etanol es un nodo central de los bionegocios, basados en el gerenciamiento de la fotosíntesis.
Una muestra: en los EEUU desarrollaron un nuevo proceso de obtención de fibra de carbono, utilizando la glicerina como plastificante. En este caso, sustituye a diluyentes orgánicos de manejo complicado, reduciendo drásticamente los costos. La glicerina es un subproducto de la conversión del aceite en biodiesel. Argentina, con sus 4 millones de metros cúbicos de capacidad instalada para biodiesel, produce medio millón de toneladas de glicerina de soja y ya es el mayor proveedor mundial.
La fibra de carbono, por su parte, es la última incorporación de la maquinaria agrícola, y allí nuestro país también está liderando la revolución de la nueva agricultura con los botalones de pulverizadoras. Ahorro de equipamiento, con la siembra directa. Más eficiencia, con mayor ancho de labor por medio de barrales ultra livianos de fibra de carbono.
Definitivamente, los biocombustibles son apenas la punta del iceberg. Impulsar su desarrollo abrirá las puertas a nuevas cadenas de valor de alta tecnología y valor agregado. Por eso, y a pesar de los gruesos nubarrones que penden sobre el futuro, esta fue una buena semana.