"La mano se viene complicada" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural
Hace tres semanas cruzamos el corn belt, desde Indianapolis al norte de Iowa. El maíz crecía haciendo ruido, los surcos llenos de agua. La soja no le perdía pisada. El arranque de la campaña presagiaba un cosechón. Y Chicago lo subrayaba, deslizando los precios por un tobogán que se empinó en los últimos días.
Los pronósticos auguran agua abundante en los próximos diez días, agarrando al maíz en plena floración y asegurando humedad para que la soja llegue bien a cosecha.
El maíz bajó un 25% desde mediados de mayo. La soja, posición noviembre, que ya estaba un 15% por debajo de la disponible, cayó otro 15% en diez días. ¡Houston, estamos en problemas! Por suerte, como Dios es argentino, nos compensará mañana con la copa y durante unos días estaremos de festejo. Pero conviene prepararse para cuando se nos pase la resaca.
Los expertos harán los cálculos macroeconómicos. Dirán que con un 20% menos de divisas se complicará la balanza comercial, aumentará el déficit fiscal, la presión cambiaria, y otras calamidades.
El gobierno les responderá que son los apologetas del desánimo, que responden a los grupos concentrados, etc. ¿Y el campo?
El campo está muy complicado. Con estos precios, que ya difícilmente se reviertan porque las cartas climáticas del corn belt están echadas, los números son negativos. Salvo en la zona núcleo un semicírculo de 200 km al oeste Rosario, donde el potencial de rendimiento es el más alto del mundo y el costo del transporte a los puertos es relativamente bajo, una soja de 250 dólares de 8 pesos no cierra. Ni hablar en el NEA y NOA, donde los rindes son inferiores, los costos de producción son más altos, y los fletes el tiro de gracia.
Si la situación es complicada para la soja, lo es mucho más para el maíz. Encima, el gobierno sigue sin abrir las exportaciones, conducta que repite absurdamente en el trigo, lo que provocó un fuerte comunicado de todas las Bolsas esta semana. Hay 2 millones de toneladas de trigo disponibles para embarcar, unos 500 millones de dólares que parecen fuera del radar oficial.
Algo hay que hacer. Todos los candidatos de la oposición han planteado ya hasta el cansancio que, si son elegidos, eliminarán de inmediato las retenciones al trigo y el maíz. Y también se han comprometido a reducir las de soja progresivamente, para no desfinanciar al Estado. Pero los acontecimientos se precipitan. Ya perdimos la oportunidad de incrementar sensiblemente la siembra de trigo. Ahora se corre el riesgo de perder aún más superficie de maíz y, lo más serio, de soja.
La mano viene bien complicada. Con la soja a 400 dólares en Chicago, como cotiza la posición noviembre, y retenciones del 35%, la superficie se va a reducir un 20%.
Con rindes de tendencia, la producción caería de las 55 millones de toneladas de esta campaña récord, a menos de 45. Son 1.500 millones de dólares menos en exportaciones. Y 500 menos de recaudación por derechos de exportación.
Frente a esta realidad, urge avanzar rápidamente hacia otra propuesta muchas veces planteada pero jamás considerada: convertir las retenciones en un anticipo al impuesto a las Ganancias. Por supuesto, esto tiene enormes implicancias, ya que los derechos de exportación no se coparticipan, a diferencia de Ganancias.
También es el momento de analizar propuestas más profundas, ante el nuevo panorama de los precios que, todo indica, permanecerá hasta que los stocks vuelvan a reducirse. Ya no parece suficiente la intención de “ir reduciendo las retenciones 5 puntos por año, hasta eliminarlas en siete años”.
Habrá que apelar a estrategias más imaginativas, porque el agro, con estos niveles de precios, no resiste una transferencia de 20.000 millones de dólares adicionales de aquí al 2020.