"La noche buena en las rotondas"Editorial de Héctor Huergo en Clarin Rural del 27 diciembre 2014
¡Feliz Navidad!
Como muchas veces en los últimos años, quise pasar la Nochebuena en una rotonda en el sudeste, compartiendo sidra y pan dulce con los muchachos que van a levantar la cosecha. Mi pequeño homenaje a los contratistas que con sus corta y trilla son el último eslabón de la cadena que sirve la mesa de los argentinos. Las fiestas de fin de año los agarran siempre lejos de sus casas y sus familias, instalados en los cruces de rutas, esperando que los vengan a buscar de las estancias y las chacras.
Pero este año no había caravanas en las rotondas. Ni en la de Azul, ni en la de la rueda de Juárez. Ni en Tandil. El trigo ya no es lo que era. Para nadie.
Los contratistas se quedaron en sus casas. Mover las cosechadoras es muy caro. Máquinas muchos más grandes y costosas, se deben transportar ahora en carretones, al igual que el resto del “circo”, que sí se achicó: en lugar de los tres o cuatro carritos tolva, ahora alcanza con un gran autodescargable por corta y trilla. Otra de las grandes transformaciones de los últimos 30 años. Menos gente, casillas más confortables y sofisticadas. Pero para que mover esta comparsa remozada, hace falta mucho trigo. Y mucha cebada, que se cosecha antes. Bueno, hay menos de los dos. Ya sabemos por qué.
Pero existen otras razones que explican el cambio. El de mayor impacto es la irrupción de los cultivos de verano en las zonas tradicionalmente trigueras del sudeste y sudoeste. En primer lugar, la soja, a partir del fenómeno de la RR. Pero también el maíz y el sorgo, que era considerado de zonas templado cálidas hasta hace pocos años. Y ya estaba el girasol. La consolidación de la cosecha gruesa abrió un panorama nuevo para los contratistas locales, que encontraron, ahora sí, justificación para tener una corta y trilla. También muchos productores, en una zona con fuerte tradición fierrera, encontraron que valía la pena dejar de depender de las “norteñas”, muy atareadas en atender lo propio en Santa Fé, Córdoba, y atraídas cada vez más por el boom del NEA y el NOA. Y entonces se fueron equipando y hoy se las están arreglando solos.
Estas son expresiones muy claras de los enormes cambios tecnológicos y organizacionales de la Segunda Revolución de las Pampas. A muchos los toma por sorpresa. En realidad, la transición hubiera sido más ordenada si no se hubiera producido la falencia de los cultivos de invierno. Una de las grandes catástrofes de la década ganada es este default, que significó no sólo la pérdida de oportunidades para el sector rural, sino la pérdida del autoabastecimiento triguero del Mercosur. Ya lo contamos hace un par de semanas: los productores de trigo norteamericanos agradecieron a los molinos brasileños por haberlos convertido en sus principales proveedores. Recordemos: Brasil es el segundo importador mundial de trigo, detrás de Egipto. Hasta hace cinco años, la Argentina era prácticamente su abastecedor exclusivo. Con preferencia arancelaria, el cereal pampeano era imbatible.
Y lo más lamentable es que aquí sigue sobrando, mientras las exportaciones siguen cerradas. En las últimas horas hubo fuertes rumores acerca de una posible liberación del mercado, no tanto como respuesta a la justa pretensión de los productores, sino por el apetito oficial por más dólares y recursos fiscales. Recordemos: el precio del trigo bajó un 25% en el mercado mundial, pero aquí sigue pagando el 23% de retenciones. Si algo quedó claro en toda esta absurda saga, es que los derechos de exportación tienen incidencia nula en el precio del pan. Pero ahí están.
Esta es la última cosecha fina que se levanta en la era K. La próxima será, seguramente, la campaña de la recuperación. Rusia, siguiendo el ejemplo moreniano, trabó sus exportaciones. Los precios subieron. El próximo gobierno llegará con un pan abajo del brazo.
¡Feliz Año Nuevo!