"El Alcohol en los Juegos Olímpicos"
Editorial del Ing. Agr. del 13 agosto de 2016
Las 24 medallas de Michael Phelps, la de la Peque Paretto, el triunfo de Del Potro sobre Nole Djokovic, la eliminación del futbol en primera ronda y otras actuaciones (de las buenas y de las malas) dominaron las coberturas locales en la primera semana de los Juegos Olímpicos de Rio. Cuando comienzan las competencias, todo lo demás pasa a segundo plano.
Pero en Rio ocurrieron otros hechos, alguno de extraordinaria trascendencia para el futuro de la agricultura. La magnífica fiesta inaugural, donde la ecología y la sustentabilidad constituyeron el leit motiv de la puesta en escena, con un mensaje muy fuerte respecto a la mayor amenaza ambiental: el calentamiento global provocado por las emisiones de CO2. Una performance inolvidable.
En la misma línea, se produjo otro evento, que implica una bajada a tierra, bien concreta, del planteo ambiental. Fue la presentación del auto eléctrico, con celdas de etanol, por parte de la empresa japonesa Nissan, sponsor principal de Rio 2016. Se trata de la tecnología SOFC (Solid Oxide Fuel Cell) de la que hablamos en estas páginas hace un par de meses, cuando Nissan anunció que tenía listo el desarrollo y mostraría el prototipo en agosto. Lo que nadie esperaba era que se develase el misterio en los JJOO. No podía ser de otra manera. Nissan también será el auto oficial de las olimpíadas de Tokio, en 2020, esta vez con el modelo SOFC.
Fue el mismísimo CEO de la empresa, Carlos Goshn, quien lideró el lanzamiento. “Esta tecnología ofrece transporte amigable con el medio ambiente y crea oportunidades para la producción regional de energía. Se utiliza toda la infraestructura de estaciones de servicio existentes, porque el combustible, una mezcla de etanol y agua, es renovable, más seguro y más fácil de manejar”. Explicó que es “carbono neutro” porque lo que emite es lo mismo que capturan las plantas a través de la fotosíntesis.
El principio es sencillo y conocido, aunque el desarrollo tecnológico requirió años para adaptarlo al transporte. El SOFC consiste en un proceso de “reforming” de una mezcla de etanol y agua (55/45) y ya se utiliza en generadoras eléctricas de grandes dimensiones. La mezcla se disocia en el reforming, y en la celda los átomos de hidrógeno se combinan con oxígeno del aire para formar agua. El carbono del etanol reacciona también con el oxígeno dando lugar a CO2 que vuelve al aire. En el camino, se generó un flujo eléctrico que se almacena en un pack de baterías. De éstas se alimenta el motor eléctrico que mueve el vehículo.
La diferencia con un auto eléctrico tipo Tesla, o el propio Nissan Leaf que no tienen combustible alguno y funcionan exclusivamente con baterías, es que duplica la autonomía: más de 600 km. Es decir, tiene todos los beneficios del auto eléctrico en cuanto a andar silencioso, fuerte aceleración y plataforma para el inexorable devenir el auto inteligente (que eliminará el error humano en el manejo). Pero más autonomía, la desaparición del síndrome “se me acabó la batería” y, sobre todo, el cuestionamiento acerca de la grilla eléctrica. Muchos condenan a los autos eléctricos porque finalmente se recargan con energía generada con carbón o gas, que todavía dominan y lo harán por muchos años hasta que la eólica y la solar fotovoltaica (y otras renovables) las sustituyan definitivamente.
El SOFC no requiere nada de la grilla actual. Es energía descentralizada. El etanol se produce in situ, en particular en todo Sudamérica, la enorme cuenca fotosintética del planeta Tierra.
En la Argentina, los biocombustibles vienen avanzando sinuosamente. El mundo energético sigue coptado por el discurso del siglo pasado, impregnado de petróleo y gas. Lo que nos está gritando Rio 2016, en la cara, es que miremos más allá del medallero.