"Feedlot-etanol-biogás, ganadería 360"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 1 de octubre de 2016
El feedlot es, sin duda, el mayor salto tecnológico que dio la ganadería argentina en los últimos años. Frente la fuerza de la tradición del engorde pastoril, se trata de una verdadera ruptura paradigmática.
Desde principios del siglo XX, pari passu con los Estados Unidos, en la Argentina hubo intentos de avanzar por la ancha avenida del engorde a corral. El primero fue el de la familia Drabble, en General Villegas. Allí engordaban, en 1910, unos 10.000 novillos alimentados con silo de maíz cortado a machete y transportado en carretones playos, traccionados por caballos, que también lo pisaban. Se repartía con horquillas en comederos de madera.
En los 70, Raúl Rula Firpo, en Canals, alimentaba a corral los míticos toros de La Danesa. El grupo Ferruzzi, en El Socorro, tenía un feedlot bajo techo y con piso de cemento. Abbot Reynal (King Ranch) desarrolló un proyecto en Las Lechiguanas, en 1972, polderizando las islas para aprovechar su extraordinario potencial forrajero.
Pero no pasó prácticamente nada hasta los 90. En la Facultad de Agronomía de Buenos Aires convivían dos tendencias: una que miraba a Estados Unidos (“de maíz a carne”, con los fellows de Purdue), y otra seducida por las verdes praderas de Nueva Zelandia (“de pasto a leche”), que anidó en el INTA de Balcarce. La batalla cultural fue ganada por Balcarce. Toda una generación de ingenieros agrónomos se formó en la ideología de la “ley del puño” y “sin empaste no hay progreso”.
Pero el salto tecnológico de la agricultura fue fenomenal. La ganadería pastoril no podía competir con los nuevos híbridos de maíz, la siembra directa, la limpieza de los campos enmalezados con gramón y sorgo de Alepo (traído como forrajera en los años 20) gracias a la soja RR y el glifosato.
Pasó lo que tenía que pasar. Los novillos fueron entrando al corral. Y se convirtieron en una forma de agregar valor a la agricultura, en origen. Todo un hito en la saga “del campo a la góndola”. Hoy la mayor parte del ganado se termina a corral.
La irrupción del etanol en la Argentina abre un camino nuevo y potencia al feedlot. Quienes están cerca de una planta de etanol de maíz, cuentan hoy con un recurso de extraordinario valor, la burlanda húmeda. El eje Villa María-Río Cuarto-Alejandro Roca-Arroyito (donde hay cuatro grandes plantas de fermentación de maíz) se está convirtiendo en un gran polo novillero.
Hace diez años, visité y escribí sobre el feedlot E3Genesis, en Mead (Nebraska). Allí habían plasmado, en gran escala, una idea que ya existía en Canadá y en Kansas: instalar en el mismo predio una planta de etanol y un feedlot. Pero en E3G lo hicieron con los novillos bajo galpón y con piso ranurado.
Esto permitía resolver el problema de los efluentes de los corrales clásicos, sobre tierra. Pero al mismo tiempo abría la posibilidad de valorizar la bosta, convirtiéndola en biogás como fuente de energía. Economía 360 a pleno, antes que se hablara de ella.
La producción intensiva de carne tiene un enorme impacto ambiental positivo. La mayor eficiencia y el tipo de alimentación, permiten reducir las emisiones de metano de la ganadería pastoril.
La Argentina está en la mira por esta cuestión.
La idea prendió en la Argentina. Ya hay algún emprendimiento etanol/feedlot. Bio4 tiene una planta de biogás a base de silo de maíz, y también echan al biodigestor la bosta de un feedlot cercano. Lo mismo que hacen en el criadero de cerdos Yanquetruz de ACA.
Ambos se han presentado en la licitación convocada por el gobierno nacional para incorporar fuentes renovables en la matriz de generación eléctrica. Ojalá se tengan en cuenta, porque aquí no solo hay una componente renovable, sino un proceso de remediación ambiental.
Si se considera esta categoría especial, el camino de la intensificación sustentable en la ganadería es una enorme oportunidad para la economía circular.
