"Y llegó la reapertura"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 23 de Agosto de 2017
La UE y EE. UU. exigen que el biodiésel provenga de soja sustentable.
Y finalmente llegó la reapertura del mercado europeo al biodiésel argentino. La acción conjunta entre la diplomacia comercial y el sector privado lograron un sonado triunfo: los países de la UE redujeron drásticamente los derechos de importación, acatando el fallo de la Organización Mundial de Comercio. Los aranceles quedaron ahora entre el 4 y el 8%, cuando antes oscilaban entre el 25 y el 30%. Un 75% de reducción. A ambos había que sumarle otro 6%, vigente desde cuando la Argentina perdió la cláusula de “Nación más favorecida” en otro dislate de la era K.
En total, la barrera arancelaria europea alcanza ahora a más del 10%, además de otras trabas como la exigencia de que el biodiésel provenga de “soja sustentable”, una certificación que encarece la materia prima sin que agregue mucho valor. Ni siquiera para los europeos, grandes importadores de aceite que al final del día también destinan a biodiésel. En este caso, no exigen el certificado de “sustentable” aunque provenga de la misma soja.
Otra clara señal del cinismo proteccionista que anida en particular en la agricultura europea. Y también en la de los EEUU, que exige el mismo certificado para el biodiésel, y no para la harina que proviene de la misma soja.
La persistencia de estos aranceles es una clara transferencia de ingresos de la cadena sojera argentina a las arcas de los países importadores. En otros términos, la soja argentina no solo paga un peaje de 30% de derechos de exportación para salir del país, sino que su producto de mayor valor agregado, el biodiésel, abona ahora más de un 10% para entrar en la UE. Y la buena noticia es que por lo menos ahora se puede exportar.
Por supuesto, estas detracciones significan menores ingresospara los productores. Unos 200 millones de dólares. Porque el poder de compra de la industria procesadora depende del ingreso final. Hay algo de confusión al respecto. Algunos piensan que la existencia de un diferencial arancelario a favor del biodiésel (que ahora paga retenciones insignificantes) es una transferencia de ingresos del chacarero al elaborador. Veamos esto más en detalle.
Primero: el productor no está obligado a venderle su soja a un “crusher” que hace harina, aceite y biodiésel. Puede exportarla por cuenta propia si se organizan para hacerlo. O negociarla con traders que no la elaboran (son varios y algunos de mucha envergadura), y la exportan como tal. En ambos casos pagarían hoy el 30% de retenciones al Estado nacional.
Segundo: si en lugar de exportarla por cuenta propia o de terceros, opta por venderle a un “crusher” con toda la cascada de productos elaborados, es porque obtiene algún beneficio. Cualquiera que analice la remanida cuestión del “FAS teórico” verá que siempre el precio del mercado interno está algo por encima de lo que el elaborador “debería” pagar.
Tercero: si el biodiésel está exento, esto redunda en la ecuación del elaborador. Y como cualquiera sabe que en esta industria se batalla por cada camión de soja, al final del día los beneficios arancelarios forman parte de la ecuación y difunden por el mercado.
Cuarto: si no se digiere aceite como biodiésel, no solo se pierden ingresos y se pagan más impuestos, sino que se sobreoferta el mercado. Recordemos que la Argentina es el mayor exportador mundial de aceite de soja. Cada vez que sufrimos una caída de las ventas del biodiésel, se derrumbó el precio del aceite. Es lo que pasó hace tres semanas, cuando Estados Unidos hizo lo mismo que había hecho la UE, subiendo a niveles prohibitivos sus aranceles de importación.
Felizmente, ahora la UE se allanó y se reanudan los embarques. Pero cuidado. Los contrarios también juegan. La industria de biodiésel europea no se va a resignar a la nueva situación sin dar batalla. El proteccionismo es así y sigue aleteando.