"La magia del agua: Perú convierte el desierto en un oasis"
Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 30 de mayo del 2020
Con una obra monumental, desviaron el curso de un río para irrigar un arenal tropical y transformarlo en una pujante zona productiva que ya emplea a 3.000 personas.
Para quienes tenemos el hábito de conmovernos con las grandes epopeyas agrícolas, quiero compartir esto que está sucediendo ahora en Perú. En pleno desierto, 800 km al norte de la ciudad de Lima, entre el mar y la cordillera y casi a la altura del ecuador (paralelo 6°) se está convirtiendo un inmenso arenal inerte en un oasis donde pululan los círculos verdes. Y también los cuadrados. La magia del agua.Pero el “Proyecto Olmos” no fue magia. Con epicentro en Lambayeque, ya tomó vuelo una ambiciosa e imaginativa iniciativa que se desencadenó hace apenas cinco años. Lo que se hizo es, básicamente, desviar las aguas del río Huantabanda, que arranca en la Cordillera de los Andes y pertenece a la cuenca del Marañón, (que a su vez desemboca en el Amazonas, corriendo de oeste a este). Se hizo una represa para acumular agua durante la época de lluvias. Y se cavó un túnel a 2.000 metros de profundidad a través de la montaña, para cambiar el rumbo del agua.
El arenal tropical entre el mar y la cordillera, se transformó en un bergel.
Luego, un canal de 20 km vierte el agua en el río Olmos, que pone rumbo al oeste, hacia el Pacífico. En su estado natural, este río llevaba agua de lluvia un par de meses por año. Diez meses permanecía seco. Ahora tiene caudal todo el año.
Este río colecta el agua y la lleva a una bocatoma donde se desvía y recorre 75 km de canales a cielo abierto, de cemento en V, hasta llegar a la represa de Palo Verde. Es un gigantesco tajamar en las alturas, desde donde el agua se conduce por gravedad a un valle de 30.000 hectáreas. Ese es el valle donde nacieron las Tierras Nuevas.
La palta Hass es otro de los productos cultivados especialmente para la exportación.
Ahí hay 15 empresas, entre extranjeras y peruanas, que apostaron al proyecto. En una de ellas el gerente es un ingeniero agrónomo argentino, Marcos Pincemín, deslumbrado por el potencial del desierto tropical, “donde el día dura doce horas todos los días del año, las temperaturas mínimas son de 12 grados y las máximas en verano de 36°; pero en invierno las mínimas son de 6 y las máximas de 28. En estas condiciones, todo crece haciendo ruido…” Marcos tiene 41 años. Cuando terminó su carrera en la UBA en el 2005 se fue a vivir a Posadas, trabajando en la actividad forestal, en cultivos intensivos y en sistemas silvopastoriles. Allí se vinculó con una compañía extranjera involucrada con la stevia. Pero la empresa se retiró cuando llegó la ley de extranjerización de la tierra. Entonces se fueron a Perú y lo convocaron para ofrecerle la gerencia agrícola.
Marcos Pincemín, ingeniero agrónomo argentino al que convocaron en 2014
Allí llegó en 2014. “En estos seis años llevamos plantadas 700 hectáreas de palta Fas, 300 de uva de mesa seedless (sin semilla) y 150 de arándanos convencionales y otras 100 de orgánicos”, cuenta. Además están ensayando con kiwi, cacao, banano, frambuesa y toda una parafernalia de alternativas corriendo por la cañería.
“La verdad que no tenía mucha experiencia en regar en el desierto. Cuando llegué, me pareció como demasiado desafiante. Pero de pronto me veo manejando una estructura de 3.000 personas todo el año, toda gente local que viene de pueblos a la redonda. El proyecto tiene un impacto económico y social enorme en la región”, sostiene. Entre todas las empresas, ya trabajan 30.000 personas en forma directa.
Se está construyendo una infraestructura tremenda, incluyendo una ciudad que ocupa 700 hectáreas del desierto, con cloacas, electrificación, agua potable. Se va a licitar la construcción de viviendas, un sector industrial, shopping, etc. Es una iniciativa público-privada. La inversión en el sistema de captación del agua y el riego la hicieron entre la empresa brasileña Odebrecht (70%) y el gobierno peruano (30%). Costó 300 millones de dólares.
El clima y el ambiente permiten avanzar muy rápido, los arándanos tardan sólo un año en estar en producción.
Después vino la inversión de las empresas productivas, entre las que está el grupo peruano Gloria, que tiene intereses también en la Argentina. Aquí explotaban un ingenio azucarero pero se retiraron, agotados por los conflictos gremiales. En el Proyecto Olmos tienen 11.800 hectáreas de caña, todo con riego por pivotes, y han levantado un ingenio de última generación.