"Un aplauso para la inversión" editorial Héctor Huergo en Clarin Rural
En el reciente Coloquio de IDEA, Gustavo Grobocopatel le recordó a los mil empresarios presentes que, mientras ellos debatían sobre el presente y futuro de la economía, un puñado de cien mil agricultores se aprestaban a invertir 10.000 millones de dólares. Es lo que están enterrando ahora con la ilusión de cosechar dentro de seis meses lo que, seguramente y ojalá, será la mayor cosecha de la historia.
El líder de Los Grobo pidió a los presentes un reconocimiento a esa actitud. De pie, los empresarios aplaudieron conmovidos. Celebraban la inversión. Ninguna industria invierte ni algo parecido, y menos en este momento de incertidumbre. Diez mil millones de dólares es casi el doble de lo que factura (no lo que invierte) todo el sector automotriz. Los muchachos de YPF, que no consiguen un dólar afuera, festejan cuando les sacan a los futuros jubilados 200 millones de pesos con el noble fin de buscar petróleo.
Recordemos: el campo deja un tercio de la cosecha en el puerto, con el flete pago. Uno de cada tres buques, hundido. Es exactamente la misma cifra que invierte para repetir el ciclo. Una enorme succión de ingresos que contribuyen decisivamente a sostener la macroeconomía, el gasto social y, cada vez más, las decisiones de inversión de un gobierno que piensa que el campo y la agroindustria no valen la pena.
No faltará quien, a esta altura de mi comentario, piense de inmediato que “entonces al campo no le va tan mal”. Es cierto, podría ser peor, por ejemplo, si el maíz o la soja bajaran a los precios históricos. Pero recordemos que estos niveles tan altos son, precisamente, consecuencia de un año donde el clima castigó duramente a las principales regiones agrícolas del planeta. Primero, a Sudamérica, incluyendo a la Argentina, que fue la que proporcionalmente más sufrió el embate de la sequía.
Pero la cuestión es si el sector agroindustrial todavía tiene excedente como para atender otros juegos. Lo importante es analizar si las cosas se podrían hacer de otra manera.
Primero: la inversión en la siembra incluye muchos insumos de alta tecnología, sin los cuales la productividad caería y dejaríamos de ser competitivos. Pero ha caído fuertemente la inversión en bienes de capital durables. Se redujo la venta de tractores, cosechadoras, sembradoras, fumigadoras. Toda la industria proveedora está a media máquina.
Segundo: cuando hay excedente financiero, se reinvierte en la expansión horizontal (más producción), corriente arriba (inversión en semilleros, fábricas de maquinaria, inoculantes, coadyuvantes) o corriente abajo (extrusoras, plantas de biodiesel o etanol, de alimentos balanceados, molinos de trigo y maíz, fábricas de pastas, integraciones avícolas, porcinos, feedlots).
Una cooperativa gigantesca como ACA, está canalizando los recursos actuales y futuros de sus socios hacia inversiones en plantas de etanol, desarrollo porcino, industria de fertilizantes, semillas. Más de 350 millones de dólares ya aprobados y en marcha, moviendo a San Luis, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires.
Las grandes compañías internacionales duplicaron la capacidad de molienda de soja en los últimos quince años, acompañando el crecimiento de la soja. En T6, que arrancó como planta de crushing (molienda de soja y extracción de aceite) hoy hay tres plantas de biodiesel, dos de glicerina y una de metilato (catalizador para producir biodiesel) en construcción. Pertenecen a distintas empresas, configurando un parque industrial cada vez más integrado, de gran escala y sumamente competitivo.
La tentación del bien es captar el excedente competitivo y destinarlo a lo que el príncipe considera más atractivo.
Que en este marco haya un sector que entierra 10.000 palitos... Sí, un aplauso para la inversión.