"Naufraga la buena intención" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural, 19 abril 2014
Los múltiples usos posibles del maíz encuentran trabas en la política oficial.
Un detallado informe del Ministerio de Agricultura, presentado esta semana, analiza la evolución del consumo interno de maíz en los últimos cuatro años. El objetivo del estudio es echar luz sobre los distintos destinos de este cereal, que es sin duda el que mejor capitalizó la nueva oferta tecnológica.
El documento tiene mucha miga, y deja también bastante tela para cortar. Vale la pena analizar rubro por rubro, lo que excede la intención de este editorial. Tomemos los puntos que consideramos más interesantes.
Primero: el maíz ha estado sometido, durante los últimos cinco o seis años, a dos restricciones: derechos de exportación del 20%, trabas a la exportación. Esto generó condiciones favorables para el uso doméstico, sobre todo para las actividades que podían acceder a la exportación.
Pero la única cadena que parece haber aprovechado la coyuntura es la avícola. El consumo de maíz por parte del sector parrilleros se incrementó en 900.000 toneladas entre 2009 y 2013, alcanzando el podio entre los utilizadores, con 3,5 millones de toneladas. Pero hace ya dos años que la avicultura dejó de crecer.
Empatado con el maíz, está la producción de carne vacuna. El feedlot llegó para quedarse, y ya se mastica otras 3,5 millones de toneladas. Lo mismo que los pollos. Hace veinte años el consumo de maíz por parte de los novillos era despreciable, salvo alguna suplementación en recría y terminación. Ahora el 80% de los novillos se terminan a corral.
Pero esta actividad también está estancada, frente a la imposibilidad de crecer por estar prácticamente cerrada la exportación. La abundancia de carne en el mercado interno afecta la colocación de pollos, que también encuentran dificultades para mantener el flujo exportador por el atraso cambiario que se fue agudizando en el 2013.
Otro gran consumidor es la iny dustria láctea. También estancada, con 1 millón de toneladas en 2012 y 2013, frente a la decisión política de frenar las exportaciones para mantener a raya el precio en tranquera de tambo, lo que limita la posibilidad de convertir el maíz en leche.
Sí hay un salto grande en la producción porcina, que viene creciendo a los saltos de la mano de varios emprendimientos de gran escala y tecnología. Un sector que pide a gritos que la carne vacuna y el pollo le dejen más espacio, para lo cual se requiere un enfoque exportador en esas dos actividades.
Y el otro protagonista fuerte, que es el de más reciente irrupción, es el del etanol. En su primer año de vida, la única planta en marcha consumió 400.000 toneladas de maíz. Ahora hay otras tres en marcha, con lo que el consumo alcanzará rápidamente las 2 millones de toneladas.
Sin embargo, hay algunos nubarrones que amenazan a este promisorio sector. Cuando aún no se terminaron de ajustar los últimos tornillos, ya se habla de un recorte en los precios oficiales sobre los que se evaluaron los proyectos.
Esto implicaría una transferencia de ingresos del sector agroindustrial al sector petrolero, porque nadie espera que las gasolineras bajen el precio de la nafta en función del eventual recorte del etanol.
Así, las buenas intenciones de los funcionarios de Agricultura naufragan en las aguas de la decisión política, que excede al ámbito del Ministerio. Y demuestran que las retenciones, por sí solas, jamás pueden configurar una política de estímulo al valor agregado.
Mientras tanto, sofrenan las posibilidades de incorporar todo el paquete tecnológico disponible, porque los derechos de exportación implican una alteración detrimental de la relación insumo/ producto: hacen falta más kilos de maíz por cada kilo de fertilizante. Sembramos menos, fertilizamos poco, hay menos volumen, menos exportación, y lo que utilizamos para agregarle valor finalmente cae en el mismo embudo. Así, no funciona.