"El pie en la puerta giratoria" editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 9 agosto
Hace apenas 25 años, la Argentina abolía el arado, devenido en instrumento de tortura de los suelos. Después de prestarle ingentes servicios a la humanidad desde su invento en el neolítico, 8.000 años atrás, había llegado el momento de firmarle el acta de defunción. Fue el primer acto de Aapresid, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa, fundada por un grupo de pioneros liderados por Víctor Trucco. Dejábamos atrás la prehistoria de la agricultura. Había llegado la era de la recuperación de los suelos y la agricultura sustentable.
Semejante misión trascendería los límites de una tecnología. Siembra Directa no es simplemente otra forma de sembrar, sino otra forma de pensar. Aapresid se fue convirtiendo en un faro que irradiaba conocimientos generados en una combinación letal para lo que se daba por hecho. Su encuentro anual, desde aquellos primeros congresos en Villa Giardino, fue el think tank indispensable.
Esta semana, en Rosario, fue más convocante que nunca. En sus bodas de plata, Aapresid rindió un homenaje muy emotivo a los pioneros, entre ellos al queridísimo Heri “Quique” Rossi, el creativo de la maquinaria que daba inspiración a los fabricantes de sembradoras.
Allí estuvo también Judith Borlaug, la nieta de Norman, Premio Nobel de la Paz por haber resuelto el hambre de mil millones de personas con sus semillas milagrosas de arroz y trigo. Flotó en el aire la convicción de que Borlaug y Aapresid siempre fueron lo mismo.
El lema del congreso fue “La Misión”. Nunca mejor puesto. Resume la mística que la llevó a hacer lo necesario en cada momento. Hoy la agricultura argentina está frente a nuevos y enormes desafíos. En todos los planos. En el tecnológico, en el organizacional, en el comunicacional. Y, sobre todo, en el político.
Recordaremos siempre el arrojo de Pilu Giraudo, presidenta de la organización, cuando puso arriba del escenario todo el poder de fuego del sector: la Mesa de Enlace con sus principales dirigentes, y las cuatro entidades de las principales cadenas agroindustriales. Una foto muy fuerte, parados atrás del secretario de Agricultura, Gabriel Delgado, y luego con Gastón Fernández Palma (anterior presidente de Aapresid y hoy titular de Maizar) entregándole un documento con propuestas concretas para transitar estos tiempos tan difíciles.
Otro momento muy fuerte fue la llegada del ex ministro de Agricultura y actual titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. En estos tiempos signados por la política y el fuerte enfrentamiento del campo con el gobierno, los asistentes valoraron su presencia y escucharon con atención su anuncio de una ley de uso del suelo que, más allá del necesario debate sobre su utilidad, dio lugar a una argumentación muy en línea con los lineamientos de la revolución de la siembra directa. Remarcó el liderazgo mundial de la Argentina en la materia y deslizó su falta de acuerdo con las restricciones comerciales que tanto afectaron al sector en la era K.
Los precios agrícolas ya no son lo que eran. Han caído un 30% en seis meses. Los economistas y el gobierno hacen sus cuentas. Los productores también. Pero algo los diferencia: los primeros cuentan solo los porotos. Los productores tienen que producirlos, y ya no es tan fácil.
Los modelos tecnológicos que facilitaron la entrada de la siembra directa ya no son tan eficaces. “Los contrarios también juegan”, y en este caso los contrarios son las malezas y los insectos que adquieren tolerancia a los herbicidas, a los eventos biotecnológicos tan eficaces, o la aparición de enfermedades que requieren nuevos conocimientos y devengan mayores costos.
Las respuestas a estos desafíos están llegando. La revolución no se detiene. Sólo hace falta que alguien saque el pie de la puerta giratoria.