"Hablemos del agua pero en serio" Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 26 de marzo 2016

El martes se celebró el Día Mundial del Agua. Las redes sociales se inundaron de apelaciones sobre la conveniencia de cuidar el recurso. La mayor parte, obvias e insustanciales. Hablemos del agua, pero en serio.

  

Tenemos mucho para decir. En primer lugar, pocos en el mundo moderno se han preocupado por un buen uso del recurso como los actores de esta Segunda Revolución de las Pampas. 

  

En todo lo que tiene que ver con el medio ambiente, la regla básica es incrementar la eficiencia en el uso de los factores. 

  

En criollo, lograr la mayor productividad con el menor impacto posible, partiendo del hecho de que cualquier actividad humana implica alterar lo que había.

  

La tecnología adoptada masivamente en estas pampas en las últimas tres décadas arrojó resultados formidables en lo que hace a la eficiencia del uso del agua. 

  

Nadie en el mundo obtiene tantas toneladas de granos por milímetro de agua de lluvia caída sobre el cultivo. 

  

Es casi milagroso lo que ha logrado -por solo citar un ejemplo- Eugenio Battilana, en Bandera (Santiago del Estero), cosechando más de 30 quintales de trigo con apenas 35 mm. La clave era el agua acumulada en el perfil del suelo.

Algunos piensan que nos pasamos de largo. Puede que alguna razón tengan. 

  

Las napas altas, en un ciclo de lluvias abundantes (que parece ser una tendencia secular) constituyen una amenaza, pero también una oportunidad. 

  

El remedio es incrementar la evapotranspiración, lo que implica cambios en las rotaciones. Ahora, la política ayuda a incorporar más gramíneas. 

  

Y alfalfa, un cultivo de extraordinario potencial, que cuenta con nuevas herramientas tecnológicas, sigue reinando entre las forrajeras y afronta un creciente mercado de exportación. Cuando los árabes compran alfalfa, están comprando el agua que por acá sobra y a veces castiga.

  

También llegó el tiempo para recuperar el atraso en la industria forestal. La madera también es agua capturada y convertida en valor. La absurda batalla contra las pasteras nos condenó a un atraso considerable, perdimos el tren pero viene otro. A este no hay que dejarlo pasar.

  

Hay más noticias de agua para este boletín. Dice Eduardo Martellotto, director regional del INTA en el centro de Córdoba, que en su provincia hay un millón y medio de hectáreas con agua disponible para riego complementario. Imaginemos 8 toneladas de trigo seguidas de 10 de maíz de segunda en un amplio arco 150 km al norte de la ciudad, pasando por Villa María y Rio Cuarto.

  

Ni hablar de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, recorridas por los ríos más caudalosos de la región. El Paraná y el Uruguay drenan alegremente hacia el océano Atlántico, donde se salinizan sin remedio. Hemos asistido al espectáculo obsceno de miles de vacunos muertos, a diez kilómetros del Paraná, durante la sequía del 2009 que diezmó el stock ganadero.

  

Ni hablar de los recursos disponibles a lo largo de toda la cordillera, de Jujuy a Santa Cruz. 

  

Es mucho lo que se ha hecho, pero es mucho también lo que queda disponible. El mundo está con ganas de invertir en este aprovechamiento, con fondos soberanos y privados, además de las fuentes tradicionales (Banco Mundial, BID, Corporación Andina de Fomento, etc.).

  

Pero también están los excesos. No es posible refugiarse en el concepto de “humedal” y resignarse a perder millones de hectáreas productivas. En las islas del Paraná, en la cuenca del Salado. 

  

Holanda, o mejor dicho Países Bajos, han construido una potencia agrícola por debajo del nivel del mar. 

  

Los barcos que circulan por la ría de Rotterdam se ven desde abajo, miles de hectáreas de invernáculos con toda clase de hortalizas y flores. Praderas donde se hace la leche del queso Gouda. Retención y drenaje. Se puede.

  

Sí, se puede.

 

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