"El gen de la discordia"

Editorial del Ing. Agrónomo Héctor Huergo en Clarín Rural del 21 de mayo de 2016

 

El jueves pasado, en la celebración del 162 aniversario de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el presidente Mauricio Macri repasó los fundamentos del enorme cambio de escenario que se planteó para el sector agroindustrial.

   

Mencionó la salida del cepo, la unificación del tipo de cambio y la eliminación de las retenciones para la mayor parte de los productos.

Entre el Ministerio de Hacienda y el Banco Central hicieron lo justo y necesario para que volviera la esperanza. Lo lograron.

  

Ni siquiera los enormes problemas climáticos aguaron la fiesta. Es cierto que muchos perdieron todo. Pero en la mayor parte de los casos, la suba de los precios compensó la pérdida de rendimientos o de superficie, cuando los hubo.

   

Faltaba la sintonía fina. El Ministerio de Agroindustria tuvo que atender, primero, a los malheridos por la gestión K. Algunas actividades venían muy complicadas, en particular las economías regionales.

 

 

La lechería sumaba problemas internos con externos, más el encarecimiento del maíz como fruto de la devaluación, quita total de las retenciones y apertura exportadora. Sin precio y sin producción, la conducción oficial salió a apagar el incendio con subsidios difíciles de sostener en el tiempo.

 

   

 

También sufrieron los feedloteros, los criadores de cerdos, las avícolas, los procesadores de girasol, los fabricantes de balanceados. Todos padeciendo el trauma de la fuerte suba de los granos, que es su principal costo.

 

  

 

Por eso lo que menos se esperaba es que saltara la liebre en el sector más favorecido, que es precisamente el de la producción de cereales y oleaginosos. La administración Buryaile se encontró con la cuestión de la propiedad intelectual, encarnada en la tecnología Intacta de Monsanto.

 

   

 

Cuando todo indicaba que se estaba cerca de alcanzar un consenso, a través de un mecanismo elaborado con la intervención de todos los actores, el ministro pateó el tablero y emitió la resolución 140. Un laudo a favor del grupo de productores que se había hecho de la semilla prometiendo el pago de la regalía a la cosecha y que ahora defaulteaba.

 

   

 

Para Monsanto, una empresa paradojal (que combina una extraordinaria paleta de soluciones biotecnológicas, con una rara habilidad para aparecer enfrentada con sus clientes y la sociedad), fue demasiado.

 

     

 

Desde su casa matriz anunciaron esta semana que suspendían los lanzamientos de nuevos eventos biotecnológicos en la Argentina. El más avanzado, después de Intacta, es Extent, que incorpora la tolerancia al herbicida Dicamba, muy eficaz para controlar algunas de las malezas que escapan a la acción del glifosato.

 

    

 

Este producto está esperando la aprobación oficial, ya lo habían incorporado varias empresas en su germoplasma y estaban produciendo semilla madre para cuando se liberara al mercado.

 

    

 

Pero ardió Troya. Cuando trascendió que estos materiales serían destruidos. Es lo que se debe hacer con un transgénico que está a la espera de su desregulación y ésta no llega. Sin embargo, al conocerse la noticia, Confederaciones Rurales Argentinas sacó un comunicado acusando a Monsanto de “bioterrorismo”, e incluso habló de “grupo de tareas” listos para incendiar los lotes listos para cosechar.

 

   

 

Quizá el ministro haya sido convencido de que es buen negocio político pelearse con la demonizada Monsanto. Pensará que hizo bingo, conquistando el favor de un segmento de productores que, extrañamente, niega los derechos de propiedad y se escuda en la “intervención del Estado” para justificar un pagadiós. No son precisamente los “pequeños”. Todos lo sabemos.

 

    

 

Ojalá haya todavía espacio para un acuerdo por Intacta. Porque, si no lo hay, habrá que esperar un descuento por toda la soja argentina. Es lo que pasó durante años como consecuencia de la incertidumbre que generaban nuestros puertos estatales “sucios”. Hoy, ningún operador de granos va a asumir el riesgo de cargar un barco y ser castigado en destino por contener el gen de la discordia.

 

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