"El petróleo sin retenciones"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 14 de enero de 2017

El gobierno eliminó esta semana los derechos de exportación del petróleo. La medida –junto con otras como la reducción del costo laboral-- tiene el objetivo explícito de desencadenar la corriente de inversiones que se espera desde hace tiempo en un sector sin duda promisorio. Asumiendo el riesgo de una simplificación, quedó claro que esta vez el objetivo productivo se impuso al fiscal.

 

No fue lo que pasó hace unos meses, cuando la administración Macri decidió incumplir con la promesa de reducir 5 puntos las retenciones a la soja. En este caso primó claramente el objetivo fiscal, apuntando a recaudar entre 600 y 800 millones de dólares en el 2017.

 

El ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, haciendo gala de su habilidad negociadora, neutralizó la eventual reacción negativa del ruralismo. Al final del día, el gobierno podía decirle a los productores que les había liberado el tipo de cambio y eliminado las restricciones a las exportaciones de maíz, trigo y girasol. Algo así como “si no les gusta entregar uno de cada tres camiones, no siembren soja, siembren otra cosa”.

Y fue lo que hicieron, aunque en cierta medida. Es tan grande la competitividad desarrollada para la soja en la Argentina, que se banca semejante gabela a la espera de tiempos mejores. La semana pasada se conoció un decreto por el cual se establece una reducción mensual del 0,5%, con lo que a fines del 2018 habrán bajado al…20% (unos 500 millones de dólares). Después veremos.

 

La eliminación de las retenciones al petróleo generó una inmediata respuesta del mercado. Las hasta entonces alicaídas acciones de YPF subieron un 18% en pocas horas. Todas las compañías involucradas en el negocio prometieron un aluvión de inversiones. Bienvenidas, siempre y cuando comprometamos esfuerzos para compensar las externalidades negativas de este desarrollo. En particular, la problemática de la huella de carbono.

 

Veamos también cómo fue la reacción del sector agroindustrial desde que, hace un año, cambiaron las reglas de juego. Hubo varios indicadores que reaccionaron de inmediato. Ya en Expoagro (marzo 2016) se advirtió la voluntad de volver a invertir en tecnología, lo que se expresó en la fuerte reactivación de la venta de maquinaria. Cuando se inició la campaña agrícola, surgió demanda por semillas de mayor potencial de rendimiento (trigo y maíz) y una reversión de la tendencia declinante en fertilizantes.

 

Pero esta semana llegó la noticia de mayor impacto, que revela cómo la respuesta del agro difunde a través de toda la economía y la sociedad. La industria automotriz, muy mimada por todos los gobiernos desde su instalación en el país hace 60 años, dio un campanazo memorable: por primera vez, una camioneta lideró el ranking de ventas. La Hilux de Toyota fue el vehículo más vendido, dejando atrás por primera vez en cinco años al VW Gol y otros modelos cuyo valor es un tercio de la emblemática chata.

 

Ya había sucedido algo parecido tras la crisis del 2002. En aquel momento, la industria automotriz también inició su recuperación de la mano de la primera versión de esta camioneta. La tracción que ejerce el sector agroindustrial se ha ido consolidando: en 2016 se lanzaron cinco modelos nuevos, y ahora se inicia la fabricación de otras marcas mundiales como Nissan en la histórica planta de Renault Santa Isabel, en Córdoba.

 

Esto sucedió a pesar de que el sector sigue resignando una parte sustancial de su excedente financiero en manos del Estado nacional. Es riqueza que se extrae a las provincias, ciudades y pueblos del interior, en la “inteligencia” de que el Estado asigna mejor que quienes la generan. Un día, como con el petróleo esta semana, cambiará la historia.

 

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