"Ganadería intensiva ¿Qué pasó con el silopaq?"
Por el Ing. Agr. Héctor Huergo, nota de tapa de Clarín Rural del 25 de marzo de 2017
La empaquetadora de rollos, para hacer mini silos en lugar de heno, vuelve al ruedo de la mano de Kuhn, que lanzó una línea completa de cosecha de forrajes.
¿Reverdecerán sus laureles? ¿Tiene lugar en la ganadería de hoy?
Hace 25 años, aparecía en la Rural de Palermo la primera máquina de empaquetar rollos de pasto, introduciendo una idea revolucionaria: hacer silo con la arrolladora.
La máquina fue presentada por Vassalli, la principal fábrica de cosechadoras del país, que intentaba ampliar su gama de productos apuntando a la cosecha de forrajes.
Vassalli presentó una línea completa y muy novedosa: una hileradora con acondicionador, una rotoenfardadora, y la mesa empaquetadora Silopaq. Hasta entonces, las rotoenfardadoras se habían difundido ampliamente, pero sólo se usaban para conservar pasto seco (heno). La aparición de la silopaq habilitaba la alternativa de hacer rollos húmedos y sellarlos al vacío para lograr la fermentación láctica del ensilado.
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Llegó en el momento justo. El mercado comprendió rápidamente las ventajas de conservar forraje a través del ensilado, en lugar de la henificación tradicional.
En un clima húmedo, con lluvias frecuentes en primavera y pronósticos erráticos, es muy difícil lograr heno de calidad. Hay una alta probabilidad de que caiga alguna lluvia sobre la hilera, lo que obliga a desparramar las andanas, volver a hilerar con el rastrillo, etc. Enormes pérdidas cuanti y cualitativas.
Las hileradoras provistas de acondicionador, como aquella pionera de Vassalli, aceleraban el secado y disminuían el riesgo de lluvia sobre la andana. Pero no lo eliminaba. Pero no resolvía otro problema de trabajar el pasto seco: la pérdida de hojas en la henificación de las especies más valiosas, como la alfalfa.
Los productores líderes, fundamentalmente los tamberos que habían libado las mieles del silo de maíz, comprendieron rápidamente las ventajas de ensilar los sobrantes de pasturas. Se abrían paso las alfalfas sin dormición, de gran productividad y muy foliosas. Pero las picadoras de forraje disponibles por entonces sólo permitían hacer silo de maíz. No contaban con cabezal recolector de hileras de pasto cortado.
Entonces, la silopaq llenó el espacio y fue un boom, como lo había sido en el mundo agrícola desarrollado, en particular en Gran Bretaña, Alemania y otros países europeos.
En la Argentina, donde los primeros rollos ensilados se empaquetaron a mano (recuerdo una jornada en el campo de Timmy Mulcahy en Nueve de Julio) pronto aparecieron otros fabricantes de empaquetadoras.
La apertura económica habilitó también la importación, no solo de equipos sino del elemento crítico: el film strech con pegamento (tacking) necesario para el empaquetado, que se producía en Bélgica, Inglaterra y los EE.UU. Pulularon las mesas empaquetadoras. El sistema era muy económico y práctico. Todavía no habían llegado las Claas y los contratistas de silo, ni el silobolsa.
Muchos productores tenían arrolladora y estaban acostumbrados a cosechar los excedentes de pasturas típicos del pastoreo rotativo. Sólo era cuestión de incorporar la mesa empaquetadora y poner a punto la roto, ya que cosechar el pasto húmedo requería una pequeña adaptación.
Por otro lado, era difícil conseguir que viniera un contratista por pequeñas cantidades de forraje a ensilar, lo que exaltaba las ventajas del sistema para hacerlo “in house”.
El mayor problema era el costo del film. Eso impulsó el desarrollo de una evolución: el Siloline, presentado en la Expochacra de Pergamino, en 1991.
La idea venía de Canadá, pero aquí la realizó un pequeño taller de Junín (Induscán) de los hermanos Canzonetta. En lugar de empaquetar los rollos individualmente, la siloline formaba una hilera continua, lo que ahorraba el film en las caras planas del rollo. El consumo de strech se reducía un 40%, y la máquina además tenía mucho mayor productividad.
La llegada de las picadoras automotrices, con los contratistas super profesionales, le pegó duro al sistema silopaq. También la aparición de los primeros mixers, que no estaban preparados para procesar rollos de pasto. Y mucho menos, pasto húmedo.
Mezclar silo de maíz con silo de alfalfa o pasturas era mucho más fácil para los que apuntaban al “TMR” (ración totalmente mezclada) en el comedero. El silopaq requería desdoblar la logística de alimentación: por un lado el comedero lineal con el silo de maíz y la ración, y por otro comederos para rollos.
De esta manera, pareciera que el silopaq entró en obsolescencia. Sin embargo, en el mundo sigue avanzando.
En las grandes exposiciones europeas se apilan las empaquetadoras por todos lados. Incluso, aparecieron algunos equipos que empaquetan rollos de maíz picado, lo que abre la posibilidad de comercializar y transportar silo de maíz.
En Estados Unidos, la líder y pionera en arrolladoras, Vermeer, lanzó hace un par de años una silopaq y más recientemente una siloline. En Uruguay prácticamente no se ven los rollos secos: casi todo se empaqueta y se ve también mucho siloline.
Los elaboradores de film nunca vieron un negocio interesante, por lo que no hay fabricación nacional. Suena extraño, porque la Argentina exhibe una enorme competitividad en la producción de silobolsas, y las máquinas extrusoras que producen el film son prácticamente las mismas.
Y por otro lado, surgen innovaciones que harían más atractivo el sistema. Por ejemplo, las rotoenfardadoras que trozan el pasto antes de ingresar en la cámara de compactación. Esto tiene varios efectos: se logran rollos más compactos, lo que implica menor gasto en malla y film por kilo de forraje; y se facilita el uso del mixer. También es un punto de apoyo la difusión de los mixers verticales, que pueden procesar rollos húmedos.
Es difícil que lo que viene cayendo recobre movimiento ascendente, pero el silopaq puede todavía merecer alguna consideración. Parafraseando a Fray Ruiz de Alarcón, “Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud”.