"El remedio para los bajos precios"
Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 1 abril de 2017
La oferta aumenta y los precios bajan. De manual. Se viene la mayor cosecha de la historia a nivel global, con un aluvión de soja y maíz que momentáneamente la demanda no puede digerir. El destino final de ambos productos requiere de un crecimiento de la capacidad instalada, y esto incluye factores con restricciones biológicas (stocks de animales de distintas especies) y restricciones políticas (uso de biocombustibles).
En consecuencia, los stocks finales de granos, despues de varios años de achique, están holgados. El clima acompañó en todo el mundo y los rindes estuvieron por encima de las líneas de tendencia. Esto disparó la alarma entre los farmers de los EEUU, que afrontan la siembra (arranca el mes próximo) con números de quebranto.
Pero la realidad es que esta situación implica un estímulo muy potente para la expansión de la demanda, revalidando el adagio de que “el mejor remedio para los bajos precios son los bajos precios”.
Lo primero que conviene tener en cuenta es que en la Argentina hay un “colchón” importante en el principal cultivo, que es la soja. La abanderada de la Segunda Revolución de las Pampas quedó relegada, bajo el yugo de los derechos de exportación. La producción se estancó y estamos perdiendo posiciones relativas respecto a Brasil (que este año le empardó la partida a Estados Unidos). A partir de enero próximo las retenciones bajarán un 0,5% mensual, con lo que a fines del 2018 estarán en un 24%, para seguir bajando y llegar a un 18% en diciembre de 2019.
Mientras tanto, el maíz y el trigo experimentaron una rápida reacción ante el estímulo de la unificación cambiaria (que también favoreció al complejo soja) y la eliminación de las retenciones y las trabas a la exportación. Desapareció el efecto buscado en la era K, que apuntaba a mantener el mercado interno sobre ofertado, divorciando los precios internos respecto a los internacionales. Ni bien se sacó el pie de la puerta giratoria, ambos cereales crecieron más de un 50% en el primer año de la era MM, y esto recién empieza.
Entonces, surge con fuerza el nuevo paradigma: estas pampas se aprestan a lanzar al mercado internacional un enorme volumen de maíz y trigo. Volveremos a ser jugadores poderosos en un mercado en el que habíamos perdido peso específico. Pero la consecuencia es que esta oferta adicional agregará presión sobre los precios.
En los últimos quince años, el factor que más incidió en mantener altos los precios agrícolas fue la irrupción de los biocombustibles. En especial, el etanol, que en los Estados Unidos se convirtió en el principal destino del maíz. Son 130 millones de toneladas por año, más de un tercio de la cosecha. Y a pesar de las reticencias del señor Trump, parece que la historia continúa. Los productores, que votaron fervorosamente por el republicano, ven en el etanol una tabla de salvación. Es fundamental que mantengan o incrementen el corte, que está en el 10%. Y es igualmente importante que en la Argentina sigamos el mismo sendero, para que llegue menos maíz a los puertos.
Pero los mismos farmers presionan para que el otro biocombustible, el biodiesel, deje de importarse. Y eso nos afecta severamente. Esta semana CARBIO, la cámara que nuclea a los exportadores argentinos, encendió la luz de alarma ante el pedido de los sojeros norteamericanos de que se apliquen derechos de importación al bio argentino. Es un mercado de 1,5 millones de toneladas, por lejos el más importante para la industria local desde que la Unión Europea lo sacó de la cancha con aranceles del 23%.
Una vez más, se pone sobre el tapete la importancia de los biocombustibles en la ecuación agrícola. Por suerte, buena parte de la administración Macri parece comprenderlo.