"Mientras tanto, en el mundo real..."
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 08 de Abril de 2017
Una semana en la que ocurrieron demasiadas cosas en la Argentina como para andar distrayéndonos con lo que sucede en el mundo real. Pero bueno, allá también suceden algunas cuestiones que, quizá, influyan en nuestro destino de condenados al éxito. Que, por supuesto, tienen que ver con el agro.
Elon Musk, voy a evocarte. Porque aunque hasta el momento este ícono de la innovación no parece tener mucho contacto (ni propuestas) vinculadas con la producción del campo, todo tiene que ver con todo. Los drivers que gobiernan su vertiginosa carrera están estrechamente emparentados con los que vienen marcando el paso en el sector agrícola.
El punto de convergencia es la cuestión energética. Ya sabemos lo que significó para el agro la irrupción de los biocombustibles. La fuerte suba del petróleo, junto a la creciente conciencia sobre el cambio climático, impulsaron el desarrollo del etanol en los EE.UU. y el biodiésel en la UE.
A partir de los 50 dólares el barril en 2005, arrastró linealmente a la cotización del maíz. Valía 140 dólares y cuando el petróleo llegó a los 100, el maíz llegó a los 300. Ahora que volvió a los 50, el maíz retornó a los 140… En el camino, los norteamericanos metieron un 10% de etanol en sus naftas. Se instalaron 200 destilerías de maíz que hoy procesan (porque esto sigue) 140 millones de toneladas, más de un tercio de la cosecha.
Los stocks finales del 2017, que mantienen los precios a raya, ascienden a 70 millones de toneladas. Si no existiera el etanol el mundo agrícola estaría volando en pedazos. La soja no sería salvación, porque ante la baja del maíz los farmers se volcarían a ella. Y entonces Sudamérica colapsaría. Así que…larga vida para el etanol.
En el mismo año 2004, Elon Musk se había juntado con un puñado de dólares por la venta de PayPal, el exitoso y prometedor sistema de pago electrónico de cualquier cosa que había creado. La empresa se vendió en 1.500 millones de dólares y él tenía el 11% de las acciones, así que embolsó 150 palitos verdes. Tenía 33 años…como para olvidarse de trabajar por el resto de su vida.
Pero se le cruzó un proyecto de auto eléctrico. Reducción de emisiones de CO2, cambio climático, precio del petróleo. Entró con 5 millones. Se copó con la idea y al año compró la compañía. Un año después había invertido todos sus ahorros y necesitaba más plata.
Señores, el lunes pasado fue un día negro en Wall Street para las acciones de todas las automotrices, que bajaron entre 2 y 4%. En contraste, la acción de Tesla subió un 7% y alcanzó el récord histórico de 300 dólares. Con ello, el valor bursátil de la compañía ascendió a 48.000 millones de dólares, superando nada menos que a Ford Motor Co. Y se ponía en el espejo retrovisor de la General Motors, que vale 50.000 millones. La primera es Toyota.
Tesla apenas fabricará 100.000 autos este año, contra 10 millones de Ford. Uno cada cien. Y en la bolsa valen lo mismo. Es porque el mercado se convenció de dos cosas: que el auto eléctrico es superior, y que su precio será cada vez más competitivo. Como todo lo que tiene que ver con lo renovable.
Pero desde el punto de vista ambiental, el auto eléctrico tiene una limitación: si se abastece de una grilla de generación basada en fuentes fósiles, no resuelve el problema de las emisiones. No echa humo por donde pasa, pero sí donde se produce la electricidad. Por eso el mismo Elon Musk propone sus paneles solares de SolarCity, que ahora fusionó con TeslaMotor.
Y aquí aparece lo nuevo, porque los contrarios también juegan: el auto eléctrico que no se recarga con un enchufe, sino a partir de una celda que funciona con etanol y agua. Esto llegará al mercado en poco tiempo más. Será quizá el momento de una gran batalla con un solo perdedor: el viejo mundo del petróleo.