El agro busca reacomodarse frente al nuevo panorama político. Es que el triunfo de Cristina Kirchner -por su contundencia- implica mucho más que la simple continuidad del ciclo anterior, donde campo y gobierno se pusieron los guantes y… segundos afuera. Pareciera que los antiguos contendientes están dispuestos a probar suerte por senderos menos ríspidos.
Por el lado del gobierno, lo venimos diciendo, han sobrado las señales de acercamiento. Desde la recreación del Ministerio, hace un par de años, hasta el sorprendente discurso de la propia presidenta en las últimas semanas, cuando instaló la importancia de la agroindustria en el lanzamiento del PEA en Tecnópolis, y una semana más tarde en el del PEIndustrial en Venado Tuerto. Y que remató con la visita a Coninagro en la última semana de la campaña electoral.
Por el lado de la dirigencia ruralista, el cambio en la cúpula de CRA fue una clara muestra de que ya no es tiempo de confrontación. Rubén Ferrero es de Rafaela, tiene buena relación y experiencia de consenso con el intendente y diputado electo Omar Perotti, quien incluso suena para suceder a Julián Domínguez (cuya influencia en el nuevo discurso K es indiscutible) al frente del MinAgro. Rafaela es una expresión concreta de la Argentina agroindustrial que se abre paso entre las ruinas de la quimera autosuficiente.
El titular de la Sociedad Rural, por su parte, también moderó su discurso. Nadie arría las banderas, pero Hugo Luis Biolcatti, al igual que Ferrero y Garetto, sabe que hay cuatro años por delante. Y cobra nuevo protagonismo la rama comercial de la Federación Agraria, a través de la cooperativa Agricultores Federados Argentinos (AFA), cuyo plan para resolver el problema del trigo y el maíz avanzó decisivamente esta semana.
El mecanismo propuesto no deja de ser “intervencionista”, pero fue digerido como una fórmula para aflojar la tensión entre molineros y exportadores, de un lado, y los productores por otro. Se emitirá un certificado de libre disponibilidad por el 60% de la producción declarada, quedando el 40% restante para el mercado interno. El mayor valor del acuerdo no está en su letra, sino en el hecho de pasar de la protesta a la propuesta, y de lograr que ésta sea aceptada por la conducción oficial. Cosas veredes… Hay otro dato concreto que conviene analizar. La primera medida económica después de las elecciones fue establecer la obligación de liquidar aquí las divisas de las exportaciones de petróleo y minerales. Puede leerse simplemente como la necesidad de ampliar la caja. Pero en la era K la tendencia era abalanzarse sobre las exportaciones agropecuarias y agroindustriales. Las retenciones pasaron del 20 al 27% en el período presidencial de Néstor Kirchner, quien las subió al 35% unos días antes de la asunción de su esposa. Y tres meses después vino el intento de las retenciones móviles, que las hubieran dejado en el 45%.
Ahora se avanza sobre otros sectores, mucho menos importantes porque apenas explican el 10% del ingreso de divisas. En lo que va del año, las exportadoras agroindustriales liquidaron 22.000 millones de dólares, y cerrarán el 2011 con un récord de 25.000. Cinco o seis veces más. Pero al menos implica un reparto más equilibrado de la carga.
Y hablando de exportaciones, pareciera que también está más calmo el frente de batalla establecido entre AFIP-Aduana y las principales compañías agroindustriales. Un dato clave porque casi todas están en la picota, amenazadas por suspensiones. Da la impresión de que más allá del intento de abrir más juego a las exportaciones de las cooperativas, el gobierno no quiere poner en riesgo el flujo de dólares. Esto aporta una cuota de tranquilidad para afrontar una campaña que de ninguna manera será sencilla.