"El empuje de los hacedores" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural, 5 abril 2014
La competitividad del agro argentino también creció a fuerza de instinto.
La extraordinaria competitividad de la nueva agricultura argentina no esperó la convalidación, en los imprescindibles cenáculos donde se amasa la ciencia y la tecnología, de lo que marcaban sus instintos.
Hace pocas semanas nos dejó el enorme Heri Rosso, pionero de la siembra directa. Convirtió a su campo, lindero al INTA de Marcos Juárez, en un verdadero laboratorio en el que ensayaba sus inventos de sembradoras. Lo visité en 1994, cuando me tocó presidir el INTA. Había una chacarita de prototipos ya superados, él ya sembraba con la última que había sacado una fábrica vecina, tomando sus ideas.
En el INTA la directa todavía “no andaba”.
Tampoco “andaba” el feedlot. Un libro que planteaba la posición institucional decía que la nueva oleada del engorde a corral era una “moda pasajera”. No autoricé su publicación, porque era obvio que la ganadería argentina iba a entrar definitivamente en la era de utilizar la competitividad de la nueva agricultura para la producción de carne.
Bueno, el feedlot llegó para quedarse. Ya se venía avanzando en la intensificación ganadera, con el silaje de maíz, los carros mezcladores y toda la parafernalia que llega en los 90.
Pero la varita mágica del intervencionismo creó el espacio suficiente para que la ignorancia tecnofóbica lo linchara en el cadalso del atraso. Creían que el engorde a corral era un curro amparado por un gobierno corrupto, cuando era una respuesta inexorable y oportuna frente al avance de la competitividad agrícola.
Pero la realidad siempre se rebela. La ganadería abandonó la precariedad de la dependencia del pasto de cada día, de la ley del puño y la desmalezadora como única máquina forrajera, al silo de planta entera, de grano húmedo, al comedero de hormigón, al carro mixer. Con balanza. La ley del puño, reemplazada por los chips, la pesada de cada carro, el control de la ingesta, la administración de la hotelería. Ganadería de precisión versus el masomenómetro.
En eso estamos. Y en eso estamos también haciendo punta y por delante de lo que “se sabe” en los centros de investigación. Es, por ejemplo, lo que sucede ahora con los taninos, donde la evidencia empírica está bien por delante de lo que valida la investigación.
La Argentina tiene una importante fuente de taninos en el quebracho.
Una importante fábrica de la empresa italiana Silvateam lo explota desde hace setenta años. El destino es la curtiembre, creando valor desde la provincia del Chaco. Hace unos años, la empresa comenzó a incursionar en el uso de estos productos, pertenecientes a la familia de los polifenoles, en la nutrición animal. Cumplen el papel de bacteriostáticos facultativos, lo que permite manejar las poblaciones de las distintas especies que colonizan el tracto digestivo de distintas especies. En particular, del rumen, ese maravilloso biodigestor que define la eficiencia en la producción de carne vacuna y leche.
La evidencia empírica y los macro ensayos a nivel de feedlots comerciales marcan claramente una tendencia favorable.
Esta semana, en un seminario realizado en el Sheraton Pilar por Silva Team y la empresa de nutrición animal NoWet, se mostraron resultados impactantes. La comunidad científica quiere convalidarlos, lo que es fundamental.
Pero vale la pena ver lo que pasó con otra de las creaciones de la Segunda Revolución de las Pampas: los barrales de fibra de carbono en pulverizadoras.
Un gran productor del oeste sacó el de su John Deere nueva, de 24 metros, y le puso uno de 36. Perdió la garantía. Vino la gente de ingeniería de JD a ver de qué se trataba. El productor les dijo: “Si ustedes tardan cinco años en convalidarla, yo pierdo un millón de dólares”.
En estos tiempos, cuando uno quiere un pulóver, se lo tienen que tejer mientras se lo va poniendo.