Si no fuera por el biodiesel...
Editorial de Héctor Huergo.
Durante el Congreso Interactivo de Energía que realizó esta semana en la Rural el Instituto Argentino del Petróleo y el Gas (IAPG), hubo un generoso espacio para las fuentes renovables. Es la primera vez que se los incluye en el programa, acorde con lo que viene sucediendo en el país. El martes próximo se celebra en Avellaneda (Santa Fe) la primera exportación de biodiesel, que concretó Vicentín el 18 de octubre de 2007. Es decir, hace apenas 4 años. Hoy la Argentina es el mayor exportador mundial de este biocombustible, que se obtiene a partir del aceite de soja, con embarques por más de 1.500 millones de dólares.
Supera largamente a las tradicionales de carne vacuna, trigo, lácteos, frutas, vinos. Y exhibe un balance de divisas mucho más favorable que otras industrias promovidas, como la automotriz, donde por cada unidad que se exporta, sale el mismo valor en dólares.
Pero además los biocombustibles ya forman parte de la matriz energética nacional. Se dio cumplimiento en tiempo y forma al mandato de la ley 26.093, que estableció el corte obligatorio del gasoil y la nafta con un mínimo de 5% de biodiesel y etanol, respectivamente. En el primer caso, dada la disponibilidad creciente a partir de la expansión de la capacidad instalada, se estiró el corte al 7%. El MinPlan lo hizo para sustituir las costosas importaciones de gasoil, pero la realidad es que esto ayuda a mitigar el persistente e injustificado rechazo de China al aceite de soja argentino. Impuso una cuota de 500.000 toneladas que ya se cumplió. Si no existiera la alternativa del biodiesel, tanto para exportación como para consumo interno, el panorama sería realmente complicado para toda la cadena sojera.
La cuestión es que ya hay capacidad instalada para elaborar 3 millones de metros cúbicos de aceite, que se convierten en la misma cantidad de biodiesel. Esto es sólo el 30% del aceite disponible en la Argentina, lo que indica que hay un amplio camino por recorrer todavía si el mundo sigue expandiendo el uso de biocombustibles. Y lo va a hacer, porque constituyen la única fuente concreta de sustitución de la energía fósil para el transporte en el corto plazo.
Durante el evento del IAPG, se realizó una encuesta entre los asistentes. En un cuestionario, se les preguntó acerca de las amenazas para el desarrollo de los biocombustibles. Las dos que saltaron al primer plano fueron: el lobby de sectores opuestos a su desarrollo (supuestamente el petrolero), y la competencia entre biocombustibles y alimentos por el uso de los granos. Son percepciones muy generalizadas. Veamos un poquito.
Primero, el hecho mismo de que el IAPG lo haya incluido en el temario desmiente que el sector petrolero se oponga a los biocombustibles. Ya han asimilado que deben transitar hacia nuevas fuentes de energía y de una u otra manera se involucraron en la tendencia. El tema “biocombustibles vs. alimentos” es más complejo, por lo efectista, así que obligará a dar un debate serio y desprovisto de argumentos emocionales.
La semana pasada, en el programa de TV de Chiche Gelblun en Magazine, mostramos cómo con medio kilo de polenta (maíz molido) se obtienen cinco abundantes platos. Mostramos también, en vivo y en directo, que si en lugar de comer el maíz se lo damos a un pollito BB, en dos meses tenemos un pollo de 2,5 kilos. Pero en el camino este pollo se comió 4 kilos de polenta y 2 más de soja. Comida para 30 personas. Con el pollo comen cuatro. El mundo tiene plata, y quiere proteínas animales.
A la Argentina le viene bárbaro. Pero es tan ético convertir el maíz en pollo como en etanol, caramelos, jarabe de fructosa para las bebidas colas. O whisky, cerveza y alimentos para mascotas. Y almidón para revestir caños de petróleo.