"El avión del campo no para"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 10 de noviembre de 2018
En Brasil, ya está rodando un pedido de aplicar derechos de exportación del 10% para el poroto “crudo.
En una semana jalonada por el paro salvaje de Aerolíneas, el absurdo de la escalada contra Uber y otras tribulaciones que siguen mellando el ánimo de los argentinos, el campo volvió a albergar unas cuantas buenas noticias. Repasemos.
La primera: el miércoles en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el sub secretario de Agricultura Luis Urriza dio a conocer la primera estimación de la cosecha 2018/19. Vaticinó que alcanzará las 140 millones de toneladas, un récord absoluto. Es cierto, falta mucho y el tiempo tiene que acompañar. El único dato cierto es la superficie sembrada de cada cultivo. Con que se den los rindes de tendencia, lo que es muy probable frente a la coincidencia de todos los pronósticos climáticos (se va afirmando la tendencia a un año “Niño”), se alcanzaría fácilmente esa cifra.
A los productores no les gusta mucho ser buena noticia ni que se hable de cosecha récord. Agobiados por la presión impositiva, sobre todo después del regreso de las retenciones, el aumento del inmobiliario (en particular en la provincia de Buenos Aires), o la alícuota de Ingresos Brutos, temen que la buena noticia se convierta en un nuevo bumerán. Pero debiera sacar pecho, mostrando que a pesar de los mordiscos es el único sector de la economía que puede seguir dando campanazos.
"Detrás de la polvareda, el mundo"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín del 27 de octubre de 2018
La soja de Estados Unidos ahora tiene un arancel del 25% para ingresar a los puertos chinos, como el de Nantong.
Las urgencias levantan tal polvareda que nos impiden ver el horizonte. Mientras resolvemos nuestras cuitas, el mundo, que por cierto está también bastante complicado, está dando señales claras de por dónde va la cosa. Vayamos al grano.
El primer grano es la soja. El principal producto de la economía argentina, generador de un complejo que —con embarques por 20 mil millones de dólares anuales— hizo viable al país. Pero que para el imaginario colectivo es un yuyo, y para la política económica es simplemente una fuente (¿inagotable?) de dólares y recursos fiscales. Sin embargo, que la soja se está convirtiendo en una cuestión estratégica a nivel mundial es un hecho subrayado con gruesos trazos de evidencias.
Esta semana se agudizó la guerra comercial entra las dos grandes potencias del siglo XXI (Estados Unidos y China), que como sostiene Jorge Castro es sólo una expresión de la lucha por el poder a nivel planetario. Y la soja es el eje del conflicto.
"La bravata de la semana"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 13 de octubre de 2018
fuente: https://www.clarin.com/rural/bravata-semana_0_oU0CHrF6M.html
El dirigente sostuvo que “Argentina necesita con urgencia terminar con quienes saquean al país vendiendo productos primarios, en lugar de generar empleo produciendo y exportando trabajo argentino”.
Massa recorrió ayer la planta de de Dow Chemical en Bahía Blanca.
“Argentina necesita con urgencia terminar con quienes saquean al país vendiendo productos primarios, en lugar de generar empleo produciendo y exportando trabajo argentino”. La bravata fue lanzada por Sergio Massa, tras visitar la planta de Dow Chemical en Bahía Blanca. La dejo picando, como para intentar una disección meticulosa.
Dejemos de lado el tono innecesariamente agresivo y belicoso y vayamos al grano. Seguramente se refirió a los productores del campo, cuando dijo “Quienes saquean al país vendiendo productos primarios”. Dice el diccionario que el saqueo, también llamado pillaje, es la toma o el apoderamiento ilegítimo e indiscriminado de bienes ajenos: por la fuerza, como parte de una victoria política…Para el ex prominente funcionario K, los chacareros saquean al país cuando venden trigo, maíz, soja o carne. Señor, mientras usted habla, los productores están enterrando miles de millones de dólares, rescatados con mucho esfuerzo de las fauces voraces de la política, para regenerar el botín del que medran tantos parásitos. ¿O usted cree que los agricultores pampeanos son una tribu de recolectores, con todo el respeto que merecen los pueblos originarios, que sí trabajaban para procurarse su sustento?
El polémico tuit de Sergio Massa en su visita a Dow en Bahía Blanca.
Señor, la vaca no da la leche. Hay alguien que le da de comer a la vaca, alguien que la ordeña, que enfría la leche, que la transporta a la planta donde se pasteuriza, se homogeiniza, se envasa y se despacha al almacén. ¿Ha visto alguna vez un sachet de leche? Bueno, el sachet es de polietileno. Ese grumo blanco que a usted lo conmovió tanto cuando le mostraron cómo el gas se convertía en ese producto tan sofisticado.
Massa, el polietileno es el producto final de Dow. Sin embargo, es una simple materia prima en el proceso de la leche. El sachet cumple su misión cuando se llenó la última mamadera, y se tira (o se recicla). La leche le agrega valor al sachet.
Le cuento algo más. ¿Sabe usted cuál es el principal destino del polietileno que produce esa extraordinaria planta del polo petroquímico de Bahía Blanca? Seguramente ni se ocupó en preguntarlo. Le cuento: es para confeccionar silobolsas. Usted visitó la planta acompañado por la gobernadora de Tierra del Fuego. Ella debe saber que en su provincia está la mayor planta procesadora de plásticos por extrusión (Rio Chico), donde se producen silobolsas para todo el mundo.
El silobolsa es para almacenar granos, ¿recuerda? Un bolsón de esos se consume con el primer uso. Es la definición de insumo. Cuando usted mete 200 toneladas de maíz en un silobolsa, está haciendo lo mismo que con la leche en el sachet. El maíz le agrega valor al polietileno, que no tendría mercado si el “producto primario” no hubiera sido producido.
Sigamos. El polietileno es la fase final de un proceso que arrancó mucho antes, y que también requirió de las fábricas de Bahía Blanca. Por ejemplo, gasoil, producido en las refinerías que le agregan valor al petróleo patagónico. En la Argentina, el mayor consumidor de gasoil es el agro. Para sembrar, proteger los cultivos, cosecharlo y transportarlo.
Le digo más. El “saqueo” hubiera terminado con los suelos. Pero estos muchachos del campo saben, desde hace mucho, que para lograr una cosecha razonable hay que reponer los nutrientes. Algunos, más ambiciosos, van más allá de la reposición. Quieren rindes más altos cada vez. Esto es muy bueno para las fábricas del polo petroquímico, Massa. Al lado de Dow está Profértil, una planta que produce urea.
La urea es un fertilizante nitrogenado. Se construyó para exportar, aprovechando la abundancia de gas de los años 90. A todos les parecía bárbaro, porque íbamos a exportar productos industriales. Resulta que cuando la planta estuvo lista, los chacareros aprovecharon que el dólar que recibían por sus granos era el mismo que cuando compraban insumos. Entonces, se largaron a fertilizar. Consecuencia: en lugar de exportar urea, exportamos más trigo. ¿El país se primarizó?
Diría que no. El trigo le agregó valor a la urea. Por cada kilo de urea que el chacarero hundía en el lote, obtenía 10 kilos de trigo. Diez veces más viajes de camión a puerto, además del viaje de la urea al campo. Eso es empleo generado por los saqueadores.
Además del gasoil y el fertilizante, el campo tiene la costumbre de sembrar con máquinas. Argentina es líder mundial en siembra directa. Hay mucho empleo en las decenas de talleres que las diseñan y las fabrican. Hay laboratorios que producen biotecnología y agroquímicos, necesarios para protegerlos de las plagas. La peor es la ignorancia.
En la Argentina hay vida interior. Se respira aire fresco, semana tras semana, con los encuentros de jóvenes profesionales que irradian conocimiento, lo comparten como esta semana los chicos de Okandú, que como Santiago Lorenzatti han pasado por estas páginas. Es el país real, el que hizo que la Argentina sea todavía más viable que vivible.
Esos chicos, Massa, no se merecían su bravata.
"Una corriente de agua que abre surcos" Emprendimiento Hidropónico
Por Héctor Huergo en Clarín Rural del 29 de sptiembre de 2018
fuente:https://www.clarin.com/rural/corriente-agua-abre-surcos_0_7ZNEPC1J6.html
Sebastián Figuerón, el fundador de la empresa, luce orgulloso una de las plantas de lechugas frescas.
Agricultura urbana. Huertas verticales. Techos verdes. Todos los días nos sorprende alguna noticia convocante acerca de las nuevas propuestas para producir y distribuir alimentos. Desde la Casa Rosada, que abastece su gastronomía con las hortalizas producidas en el techo, hasta Whole Foods, la cadena de productos orgánicos adquirida recientemente por Amazon, que hace crecer la lechuga en sus propios locales.
Existe un boom de proyectos de hidroponía que atraen a fondos de inversión en todo el mundo. América del Norte, Asia y Medio Oriente lideran esas inversiones, con fines principalmente alimentarios y medicinales. Había que investigar el tema. A poco andar, alguien nos habló de un emprendimiento hidropónico grande en Uruguay, Verdeagua Hidroponia. “Es uno de los más antiguos y reconocidos de la región”, nos avisaron, y allá fuimos.
Verdeagua tiene su base productiva en Melilla, un punto estratégico de Montevideo, próximo al futuro Parque Agroalimentario. Allí está el invernáculo de 10.000 m2, importado de Francia, con todos los elementos y accesorios para un manejo inteligente (y a la vez sencillo y práctico) del agua y los nutrientes. Adentro, miles de bandejas generando el mosaico multicolor de una parafernalia de hortalizas de hoja, creciendo en un ambiente donde todo está bajo control: la temperatura, el flujo de agua, la luz. No hay un metro cuadrado sin aprovechar, las bandejas fluyen desde una esquina donde se siembran hasta las mesas donde permanecerán hasta la cosecha. De allí van a un galpón de acondicionamiento y empaque, de donde parten diariamente hacia las bocas de venta de Montevideo hasta Punta del Este.
Las hortalizas crecen en ambientes en los que está todo bajo control: temperatura, el flujo de agua y luz. No hay metro cuadrado sin aprovechar.
Todo empezó hace 20 años, de la mano de Sebastián Figuerón y Juan Herrera. Habían aprendido las bases de la producción hidropónica, y vieron que les brindaba la oportunidad de comercializar vegetales hidropónicos listos para consumir.
“De entrada notamos que éramos líderes en calidad, pero siempre nos faltó volumen. Nos pedían más y nos fuimos largando, con aportes de capital de inversores que se sumaron al proyecto. En los últimos años hemos iniciado un fuerte proceso de crecimiento de nuestra capacidad instalada. Comparado con 2016, hoy tenemos el doble de producción, y para 2019 esperamos triplicar nuestra producción actual”.
La cosecha crece juntos con la demanda lista para consumir.
Pruebas al canto: en un campo adyacente, un container espera con el segundo invernáculo, mientras una pala mecánica alista el terreno y lo deja nivelado para que el agua corra como corresponde.
El proceso de producción de Verdeagua consume un 90% menos de agua que la horticultura tradicional. “Estamos implementando un sistema de recolección y tratamiento del agua de lluvia para riego, y planeamos incorporar energía fotovoltaica para prácticamente independizarnos de la provisión de servicios públicos”, agrega Figuerón. Una pequeña represa, entre el galpón actual y el que viene, almacena el agua de lluvia.
El mayor crecimiento de la demanda les llegó por el lado de los vegetales listos para consumir. Su producto insignia se comercializa bajo la marca “Inspirada”, y consta de una selección de hojas de lechuga Salanova listas para consumir; lechuga común, rúcula y un topping que cambia según la presentación.
Comercializa su producción en Uruguay a través de una reconocida cadena de 12 supermercados boutique. Para alcanzar el nivel de calidad que exige esta cadena, trabajan exclusivamente con materias primas de producción propia. Quizá aquí radique una de las grandes ventajas competitivas de producir “sin suelo”: “Nuestro proceso 100% hidropónico y el posterior sanitizado aseguran la altísima calidad y la inocuidad de todos nuestros productos”. Los envases cuentan con un código QR “con lo que el consumidor puede acceder a la trazabilidad del proceso de producción de cada paquete que adquieren”, destaca Figuerón.
Control de procesos. Uno de los desafíos es formar recursos humanos.
La empresa se ha certificado en Uruguay como Empresa B. Son las que se caracterizan por tener un triple impacto, en desarrollo económico, social y protección del medio ambiente. “La empresa ofrece productos de la más alta calidad, con un gran proceso humano y de protección del medio ambiente de por medio”, comenta Diego Giay, uno de los argentinos que se incorporó a Verdeagua con la misión de escalar el negocio.
“El equipo de trabajo, que está compuesto en un 70% por mujeres, está muy comprometido e identificado con la empresa y eso lo demuestra el altísimo nivel de presentismo que tenemos, un hecho destacable en el ámbito rural”, agrega Giay, un joven abogado oriundo de Arrecifes que trabajó once años en el Estudio Marval y O’Farrel. Se especializó en Agronegocios, viajó a Estados Unidos y se enamoró de la hidroponía. Buscando qué hacer, conoció Verdeagua y…aquí está.
“Nuestra aspiración en el corto plazo es comercializar los productos en el Mercosur, y en el mediano plazo afianzarse como el líder regional en el diseño y operación de proyectos hidropónicos a escala comercial”, comenta Giay.
Uno de los mayores desafíos del sector es la formación de recursos humanos que puedan operar exitosamente proyectos a escala comercial. A diferencia de las huertas hogareñas y pequeños proyectos productivos, los proyectos a escala comercial tienen una curva de aprendizaje muy alta debido a las vicisitudes y complejidades propias de la escala, y de la diversidad de negocios que involucra: producción, comercialización y logística.
Verdeagua comercializa su producción en Uruguay a través de una cadena de 12 de supermercados boutique.
Otro de los grandes desafíos es la ausencia de capacidad instalada disponible, dado que la selección de proveedores y construcción de la infraestructura necesaria es un proceso que puede demorar años.
Iniciativas quegeneraninversiones
Entre las llamadas “startups” de alta tecnología en la agricultura, hay tres rubros infaltables: las aplicaciones para el manejo de Big Data, las propuestas de carnes sustitutas, y las huertas hidropónicas en todas sus variantes. Todas estas iniciativas están despertando interés dentro y fuera del sector, generando un interesante flujo de inversiones.
Hace veinte años, en una visita a la República Popular China, Clarín Rural visitó una imponente fábrica de lechuga. Un invernáculo de vidrio de cinco hectáreas, al lado de Shangai, donde solo trabajaban diez personas: un candiense, proveedor de la tecnología, y el resto chinos. Llamaba la atención el grado de automatización en un país que, en aquel momento, parecía que su ventaja competitiva era la amplia disponibilidad de mano de obra. Quizá por ellos nos haya parecido en aquel momento una curiosidad, antes que un planteo productivo realista.Pero los escenarios cambian. La tecnología del plástico permite levantar invernáculos mucho más económicos. Se sabe mucho más de nutrición y manejo para producir sin suelo. Los requisitos de un trabajo más humano, sin vivir agachados, un uso eficiente del agua y la superficie. Una menor necesidad de tratamientos de control de plagas, el avance de la genética, la búsqueda de maduración y productos uniformes. Unos cuantos argumentos como para pensar que la hidroponía tiene futuro. Al menos, en Uruguay ya tiene presente.
"Es la Soja estúpido"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 29 de septiembre de 2018
fuente:https://www.clarin.com/rural/soja-estupido_0_MJSsBVM9V.html
La producción de soja está estancada en la Argentina desde hace diez años y por la falta de un marco jurídico actualizado se demora la adopción de nuevas tecnologías
La sombra doliente de las retenciones vuelve a posarse sobre la pampa argentina. Cuando parecían digerirse los deletéreos efectos del regreso de los derechos de exportación, con el paliativo de que “por lo menos esta vez son para todos los sectores”, un artículo del proyecto de ley de Presupuesto 2019 puso nuevamente en tensión a las cadenas agroindustriales. Es el que faculta al Poder Ejecutivo a elevarlas hasta un 33%, “en caso de necesidad”, sin muchas especificaciones.
Quienes redactaron este artículo parecen ignorar lo elemental. Más allá de dejar expuesta la intención de seguir a los mordiscones (seguramente con el agro en primer lugar, porque, ya sabemos, es el botín más tentador), lo que los autores no perciben es el daño que agregan al funcionamiento del sector.
Se ve que no tienen idea de cómo operan los mercados, ya de por sí bastante volátiles. Pero una cosa es la volatilidad intrínseca del negocio, donde inciden desde los pronósticos meteorológicos en todo el mundo, hasta el humor de Trump y sus belicosos arrebatos. Y otra muy diferente es agregar la incertidumbre del manipuleo de los derechos de exportación.
Ya teníamos bastante con la incertidumbre cambiaria, que se puede arbitrar en los mercados del dólar futuro. El flamante titular del Banco Central fijó una banda de flotación, con epicentro en los 40 pesos y un ajuste del 3% mensual, lo que daba algún horizonte. Pero el agregado de esta suerte de retenciones ad libitum infecta a todo el sistema de coberturas con el virus de la discrecionalidad.
Vale la pena repasar dónde estamos parados. Esta semana hubo dos eventos de extraordinaria importancia: el lanzamiento de la campaña 2018/2019 en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, y el Seminario de Acsoja en la Bolsa de Comercio de Rosario. Los viví muy de adentro, y muy intensamente, porque me tocó moderar dos paneles cruciales, con actores de primera línea en la cadena de la soja, que es la madre de todas las batallas.
La soja, de la noche a la mañana, se había convertido en la abanderada de la Segunda Revolución de las Pampas. El uno a uno de la convertibilidad generó enormes dificultades de adaptación en el segmento de los productores. Pero desató una corriente fenomenal de tecnología y fue un enorme impulso a la inversión. Ahora había un solo dólar para todo lo que se compraba y para todo lo que se vendía. Era algo nuevo, porque antes entre retenciones y cambios múltiples, equipos e insumos se pagaban carísimos en términos del producto obtenido. La producción era defensiva, “extensiva”, se tendía a producir a base de tierra, el insumo que siempre estaba, pero cada vez más deteriorado.
Así, la Argentina pudo captar todos los atributos de la nueva tecnología, desde la genética en semillas hasta la mecanización, pasando por la protección y nutrición de los cultivos. La soja, que se había estancado en las 15 millones de toneladas, cantó las 40 apenas diez años después.Y siguió subiendo, por inercia y por la ayuda de buenos precios internacionales, cuando la crisis del 2002 llevó a aplicarle derechos de exportación. Primero, del 10%. Enseguida, el gobierno de Nestor Kirchner las llevó al 20. Luego, al 27, y al final de su mandato, al 35 para dejarle la mesa servida a su sucesora. El intento de las retenciones móviles fracasó, pero quedaron en el 35%.
La concepción del “yuyo” generó la imagen de que no pasaba nada, que igual la soja seguiría fluyendo. Como además había retenciones del 20% para el maíz y del 23% para el trigo, a los que se sumaban las restricciones a la exportación, la soja fue la única alternativa. Pero todo se estancó. El gobierno K había puesto el pie en la puerta giratoria y terminaría agonizando por falta de divisas.
La administración Macri cambió la tendencia. Liberó el tipo de cambio y eliminó las retenciones a los cereales. Y hubo una explosión. A la soja le prometieron una reducción. No pudieron cumplir. El estancamiento se hizo más evidente. Hace diez años que no podemos despegar de las 50 millones de toneladas. Grave para el principal producto exportable de la Argentina, que llegó a aportar más de 20.000 millones de dólares por año.
Y ahora no solo se insiste con la gabela, sino que se eliminó el diferencial arancelario del 3%, un pequeño premio al agregado de valor, pero suficiente para haber convertido a la Argentina en el primer proveedor mundial, con un extraordinario flujo de inversiones en plantas de crushing y puertos sobre el Paraná.
En el Seminario de Acsoja de la BCR el empresario Roberto Urquía mostró el impacto deletéreo sobre toda la cadena de esta decisión extemporánea. Hoy todos los países del mundo, desde los competidores en el rubro hasta los consumidores, han recibido un inesperado impulso a la idea de llevarse el trabajo a su casa. Destrucción sin nada a cambio, porque ni el gobierno ni los productores van a mejorar sus ingresos por esta medida, que el directivo de AGD llamó a rever de inmediato.
El estancamiento sojero tiene otra vertiente. Se ha erosionado patéticamente el mejoramiento genético. La falta de un sistema de protección de la propiedad intelectual determinó un estado de conflicto permanente entre obtentores y productores.
El tema viene de lejos, pero la administración Macri ya lleva tres años. El MinAgro, en manos de los productores, no ha exhibido avances sustanciales en un tema que está generando un creciente atraso y un enorme lucro cesante. El lucro cesante es la variable más difícil de medir. Pero la de efectos más devastadores.
Estamos estancados, y es la soja.
Wageningen, la "ganadrería circular"
Editorial del INg. Agr Héctor Huergo en Clarín Rural del 22 de septiembre de 2018
Fuente: https://www.clarin.com/rural/wageningen-ganaderia-circular_0_Ym3_OxJXF.html
Producción de biogás en un feedlot. El Establecimiento Los Corrales de Nicanor, ubicado a 30 kilómetros de Reconquista, Santa Fe está asociado a las boenergías.
El Diálogo sobre el Futuro de la Agricultura, que se realizó esta semana en la sede central de Bayer en Monheim (República Federal Alemana), no solo permitió conocer la visión de la compañía, apenas tres semanas después de haber finalizado la compleja operación de compra de Monsanto.
Los directivos de Bayer abrieron el juego, incluyendo una visita a la señera Universidad de Wageningen (en Países Bajos), un verdadero think tank en materia agrícola, que estaba celebrando sus primeros cien años de vida. Allí recibimos un baño de información sobre las tecnologías que vienen, desde la robotización de invernáculos hasta el fascinante mundo de los biomateriales.
Pero quizá el punto de mayor interés haya sido la presentación y posterior debate sobre la “ganadería circular”, un paradigma que se interpone entre dos relatos (“narrativas” fue el excelente y más sugerente término utilizado por la investigadora Hannah Van Jasken). Uno es el del productivismo, más próximo a nuestra visión. El otro, el de los consumidores que cuestionan la alimentación con proteínas animales, con argumentos ambientales y emocionales.
Los productivistas sostienen que el costo ambiental de la ganadería se reduce con un incremento de la eficiencia. Hannah le dio la razón. Pero remarcó que una ganadería de mayor productividad sigue consumiendo una gran cantidad de recursos (fundamentalmente hectáreas de tierra). Ha tomado fuerza el antagonismo “food vs. feed” (comida para los humanos vs comida para los animales), que no se resuelve con el hecho de que los avances de la ciencia hayan permitido mejorar la eficiencia de conversión.
Por el lado de los consumidores anti proteínas animales, la experta señaló que la humanidad se desarrolló sobre la base del su consumo, y que las dietas vegetarianas tienen limitantes nutricionales. Y observa que al mismo tiempo que crece la población vegana, también aumenta el consumo de carnes de todo tipo, lo que genera presión sobre los recursos.Entre ambos paradigmas, la investigadora de Wageningen instala el de la . “ganadería circular”. Incorpora la idea de la eficiencia en todo el proceso, desde la cría hasta el engorde. Pero también la alimentación con otros recursos, en particular los co-productos de la industria de fermentación. Mostró que la poderosa industria cervecera de Países Bajos ha contribuido de manera sustancial con la provisión de las heces de malta en la emblemática industria lechera holandesa. Lo mismo con el afrechillo de la molienda de trigo, y los deshechos de la remolacha y productos hortícolas. Esto implica la solución de un problema de efluentes, valorizándolos a través de la cadena de proteínas animales
Incluyó en esta ganadería circular la captura de los efluentes, tanto para reducir la contaminación por nitratos y fósforo. La producción de bioenergía y el riego con el sustrato rico en minerales que queda luego de la fermentación de la bosta han tomado un enorme protagonismo. El círculo se cierra con la utilización de subproductos de la industria ganadera en otras actividades.
La buena noticia es que en la Argentina, casi sin darnos cuenta, ingresamos en la era de la ganadería circular. Ya lo hemos remarcado en estas páginas: el cluster etanolero del centro de Córdoba no solo significó una mejora para el precio del maíz en la región, absorbiendo el flete a puerto. También está dando lugar a un encadenamiento productivo que reúne todos los atributos de la eficiencia tecnológica y ambiental. Quizá sea el momento de pensar en ponerle un sello distintivo a todo este desarrollo virtuoso, agregándole a la tradicional calidad de nuestra carne el certificado de calidad ambiental.
" Y sin embargo, se mueve"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 15 de septiembre de 2018
Fuente: https://www.clarin.com/rural/embargo-mueve_0_rk59ETFOQ.html
Mientras el ruido urbano se afana por ocupar las primeras planas, el agro da muestras de querer digerir lo mejor posible las malas nuevas de la semana pasada, cuando volvieron las retenciones. El gobierno hizo lo suyo: el Presidente Mauricio Macri abrió, el jueves, un importante evento de Confederaciones Rurales Argentinas, la entidad que había criticado con más énfasis la temida gabela.
El gesto se valoró, por la sinceridad al reiterar que lo considera un mal impuesto, y sobre todo porque insistió en que es transitorio. Aunque ya sabemos, “todo lo que va mal, empeora”. Ojalá que esta vez no. Así parecen sentirlo los que siguen apostando, que son muchos, según pudimos percibir esta semana pródiga en noticias y eventos.
Al exitoso simposio “Valor Ganadero” de la semana anterior –organizado por ACA en Rosario--, le sucedió el Congreso Panamericano de Lechería, celebrado en Buenos Aires bajo la presidencia de Daniel Pelegrina, titular de la Sociedad Rural Argentina y reelecto para conducir la Fepale. La lechería la está pasando mal en todo el mundo (y quizá peor en nuestro país). Pero desde sus entrañas va surgiendo un potente viento de cambio. Todo se está remodelando, desde los sistemas de producción de leche, hasta la reestructuración de la industria y el comercio de lácteos.
Hace 25 años exactos, acompañé al CREA Lincoln en una gira por EEUU y Gran Bretaña. Parecía que los sistemas no eran compatibles con nuestro modelo esencialmente pastoril y con una profunda impronta neozelandesa del “De pasto a leche” de Campbell Mc Meekan. Bueno, esta semana Adecoagro comenzó a ordeñar en su nuevo tambo, el tercero. Ya hay más de 7000 vacas bajo galpones “free stall” y el proyecto es duplicar en un par de años. Bajo condiciones de confort, esas vacas expresan todo su potencial y promedian casi 40 litros por día. La empresa, esta misma semana, informó a sus accionistas que había pasado una oferta por dos plantas de SanCor, en Chivilcoy y Morteros, donde quiere industrializar su producción de casi 300.000 litros diarios. El CEO Mariano Bosch recibió el martes un Diploma de la fundación Konex.
Mientras tanto, en Villa María, el motivador José Iacchetta completó una nueva gira lechera. Ya hay más de 50 tambos estabulados en el país. Un poco más abajo, en Coronel Moldes, la familia Brito mostró exultante cómo sacaba del container el robot de ordeñe que corona su tambo-quesería en una esquina de campo. Comprará todo el alimento, porque tierra propia no tiene. Pero sabe que cerca de allí hay excelente fardo de alfalfa, mucho maíz y burlanda.
Muy cerca de allí está Bio4, que ya no es una planta de etanol sino un parque agroindustrial integrado. Ayer mismo su hermana Bioeléctrica inauguró un nuevo biodigestor, con la mismísima presencia del presidente Macri, que le va a permitir duplicar la generación eléctrica, pasando de 1,2 a 2,4 MWh. La materia prima son los efluentes de feedlots, criaderos de cerdos y tambos.
Acabamos de ver en Tulare (California) la planta de etanol de Calgreen, que recibe la bosta de un tambo de 1200 vacas, le manda WDGS y por cañería el fertilizante líquido que sale por la cola del biodigestor. ACABio en Villa María va en la misma dirección. Al igual que Calgreen, también recupera el CO2 de la fermentación del maíz y lo envasa para abastecer a los proveedores de gas carbónico para las bebidas efervescentes. Antes eso se hacía con gas de petróleo. Onda verde… Y también onda verde esta semana con el biodiesel. CARBIO, que agrupa a los exportadores del biocombustible, le hizo una oferta al gobierno para aumentar el corte proveyendo a bajo precio. Javier Iguacel, secretario de Energía, pareció recoger el guante el jueves, cuando anunció en Jonagro que iba a aumentar el corte del 10 al 20 o 25%. Eppur si muove.
"Ahora que llueva"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 08 de septiembre de 2018
fuente: https://www.clarin.com/rural/ahora-llueva_0_rJA79XgOQ.html
Con una alquimia inesperada, el gobierno reinstaló las retenciones para el trigo y el maíz y modificó las de la soja. Hay nuevas reglas de juego y, más allá de cualquier lógica protesta, la cuestión ahora es entenderlas y adecuarse. Porque no se ve que haya condiciones realistas para un retroceso.
Por acción o por omisión, el campo no pudo o no supo convencer a la sociedad de que los derechos de exportación y el desdoblamiento cambiario son pésimas medidas de política económica. El gobierno, sabiéndolo, cedió. Ya está.
Conviene de todas maneras remarcar que es la primera vez que no se discrimina al campo y la agroindustria. Los derechos de exportación del 12% y el dólar con quita de 3 o 4 pesos (según valor agregado, ya analizaremos esto) corren ahora para todas las exportaciones.
Bueno, digamos todo: un producto quedó discriminado. Si, obvio, la soja y sus derivados industriales…Es el único rubro que quedó con una retención de 18%, un 50% más que todos los demás. No es moco de pavo, porque el complejo soja representa más de la mitad de las exportaciones agropecuarias y agroindustriales.
Pero también hay que decir que con esta medida, el gobierno adelantó de un saque el cronograma de reducción de las retenciones de la soja. Como se recordará, desde enero de este año se venía operando un recorte de medio punto mensual, a partir del 30% que rigió durante 2016 y 2017. A este ritmo, iba a llegar al 18% en diciembre del 2019, cuando finaliza el período presidencial.
De esta forma, estamos frente a la paradoja flagrante de que el rubro más castigado es al mismo tiempo el que quedó mejor parado. Las retenciones estaban en un 26% y bajaron al 18%. Y desde allí viene la quita de los 4 pesos, que a un dólar de 40 es un 10% más. Total 28%. Sólo un 2% más.
Lo que sí es absurdo y sintomático es lo que surge de la comparación entre los productos de valor agregado, que tienen una quita de 3 pesos por dólar versos los 4 pesos de los productos primarios. Pero el aceite de soja, en cambio, tiene quita de 4 pesos. Y también la harina. Un castigo para el complejo, porque es plata que se le va por caño. Pero ya sabemos: los productores creen que premiar el valor agregado es un beneficio para un segmento de la cadena que no ayuda al conjunto. Y ahora estamos con este contrasentido.
La nueva situación genera derivaciones de todo tipo. Algunos productores dijeron que hubieran preferido que se le subiera la retención a la soja y se dejara en cero la de los cereales. El argumento es que los precios de los alquileres en general se fijan en quintales de soja, más allá de lo que siembre el productor. De esta manera, quedaba abierta la puerta de escape por el lado de los cereales, que además son más caros de producir.
Pero es una estrategia peligrosa. Un 30 o 35% de brecha entre cereales y soja es un exabrupto. La rotación se tiene que basar en parámetros tecnológicos y no en artificios que nos alejan de la realidad del mercado. La Argentina está lejos del mundo y cuando más caro es el producto, menos inciden los fletes.
Las retenciones alteran la relación insumo-producto. Lo vimos clarísimo en estos días. Muchas quejas de productores que tenían comprado el fertilizante a pagar en dólares “llenos”. Y ahora el trigo y el maíz tienen retenciones, así que muchos se replantean el modelo de producción. Para un maíz de 10 toneladas por hectárea, la quita es de 90 dólares. Es la mitad del margen bruto esperado para ese nivel de rendimiento. El negocio se hace muy finito. Como decían los farmers de Iowa hace 80 años, cuando nadie los ayudaba: “Hope it rains” (“esperemos que llueva”).
Eso. Esperemos que llueva.
"Si queremos jugar en primera..."
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 25 de agosto de 2018
Fuente: https://www.clarin.com/rural/queremos-jugar-primera_0_H1PtKJRL7.html
Todas las mañanas, yendo al diario, subo por la Avenida Garay desde Paseo Colón hacia Tacuarí. En pleno San Telmo, se repite el espectáculo: las puertas abiertas de furgoncitos desvencijados, y un muchacho con ropa y pelo sucios cargando al hombro una media res para la carnicería de la cuadra. Por supuesto, escasean facturas y remitos. Inadmisible en el siglo XXI.
Hace mucho que quería escribir sobre esto. Algo se disparó en mi mente para sentir que había llegado el momento, y aquí estoy. ¿Qué pasó?
Pasó que leí en Valor Económico, el prestigioso medio brasileño, una saga fenomenal sobre los movimientos que se habían producido en el mundo de la carne vacuna. Y que tenían, una vez más, a Brasil como epicentro. Veamos un poquito.
El hecho saliente fue la compra de la empresa Keystone por parte del gigante norteamericano Tyson Foods. Pagó nada menos que 3 mil millones de dólares al grupo Marfrig, dueño de Keystone, una plataforma logística gigantesca, que abastece de hamburguesas a McDonald´s en todo el mundo.
Según Valor, el objetivo de Tyson es salirle al cruce a otro gigante brasileño, JBS, con operaciones industriales y comerciales en todo el mundo. Incluso en los Estados Unidos y hasta hace poco también en la Argentina, cuando (apremiada por el escándalo de corrupción en Brasil) vendió sus tres plantas a otro grupo brasileño, Minerva.
Tyson está relativamente mucho más fuerte en cerdos y pollos. Con Keystone van por la carne vacuna, que es donde JBS está mejor posicionada, incluso con operaciones en Australia y Nueva Zelanda, donde la cercanía con el continente asiático es una ventaja competitiva formidable. Keystone también está allí.
A Marfrig, por su parte, la operación le sirve para achicar su deuda (sus directivos informaron que destinarían a ello 1500 millones, la mitad del ingreso percibido) y el resto para incrementar su caja. Marfrig había adquirido hace pocos meses la mayoría de National, la cuarta compañía de carne vacuna de Estados Unidos. Es una empresa originada en un grupo de ganaderos de elite, que quería manejar su propia carne y para ello se vinculó con un fondo de inversión. Marfrig compró las acciones de este fondo y los ganaderos mantienen su participación.
En el directorio de National ahora está el propio titular de Marfrig, el brasileño Marcos Moreno, secundado por un uruguayo, Martín Secco, su CEO global, y el argentino Alain Martinet, quien conduce actualmente la operación en nuestro país. Interesante.
E interesante el contraste. Cuando uno visita un frigorífico exportador en la Argentina, tiene que ponerse ropa higiénica, casco, cofia, botas, y para pasar de zona sucia a limpia hay que cepillarse las botas recién puestas. Esa carne sale al mundo envasada al vacío, con trazabilidad, e inspecciones sanitarias desde que entra el animal hasta que sale una caja paletizada.
Si a algo de lo que tiene que ver con el campo y la agroindustria le dedicó tiempo el presidente Mauricio Macri es a la carne. Se reunió este año cuatro o cinco veces con la mesa multitudinaria, donde parece que todos coinciden en la necesidad de sanear la cadena, en lo sanitario, fiscal y laboral.
Existe un doble standard que no se compadece con la visión exportadora que desvive al gobierno, que por otro lado acaba de reducir un 70% los reintegros a la exportación. Algo atendible por la angustia fiscal, pero que implica un paso que objetivamente opera en contra de las exportaciones. Mientras tanto, un estudio próximo a conocer la luz indica que la evasión fiscal asciende a mil millones de dólares. Es veinte veces el costo del reintegro suspendido.
Lo que hay que hacer es bajarle el telón a la media res.
"Silencio, gente pensando y trabajando"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 11 de agosto de 2018
fuente: https://www.clarin.com/rural/silencio-gente-pensando-trabajando_0_SJMEK7sr7.html
Hablemos de otra grieta. La positiva. Mientras las grandes ciudades, comenzando por la CABA, se revolcaban en el fango de los cuadernos y el aborto, en Córdoba se juntaba el think tank del campo en una “manifestación” extraordinaria: el Congreso de Aapresid, con más de 4.000 asistentes y otros cuantos miles siguiéndolo por streeming en todo el país y el extranjero.
El evento tuvo lugar en los viejos talleres de Forja. Un nombre sugerente, que invoca la esencia del “momentum”. La Segunda Revolución de las Pampas, trabada cuando el kirchnerismo puso el pie en la puerta giratoria en su inconcebible guerra con el campo, soltó definitivamente amarras y su impulso se hace imparable. Es lo que se percibió en las sesiones plenarias, y sobre todo en los más de cien talleres que sesionaron en paralelo. Muchos con lleno total, algunos desbordados, con gente afuera siguiéndolos por pantalla. Y el intenso intercambio en los pasillos y en los stands, un hervidero nunca visto. Imposible de abarcar todo, llevará meses digerir semejante contenido.
Desfilaron todos los temas. Desde la problemática del control de malezas, el mayor desafío tecnológico de la hora a partir de la obsolescencia del modelo de la siembra directa y el glifosato, hasta la incipiente impronta de una nueva ganadería que se abre paso como destino unívoco en la saga del valor agregado. Entre el “feedlot ecológico” y las mejores combinaciones de forrajes En el medio, la extraordinaria oleada de la AgTech, caracterizada por una creciente pléyade de emprendedores que va gestando una nueva forma de encarar la producción. Herramientas que facilitan la gestión, con las aplicaciones basadas en imágenes que ayudan a mejorar la eficiencia del manejo de la nutrición y la sanidad de los cultivos (Auravant), el mapeo y control de malezas (Milar, Ecosniper), los tratamientos (Agroapp), el riego (Kilimo). Y la irrupción del blockchain en el comercio de granos (Agree).
Botón de muestra de la onda del congreso: dos jóvenes de 25 años que tras una fascinante charla sobre el uso de drones en la agricultura finalizan su exposición con un slide mostrando sus códigos QR. Y de inmediato se disparan los celulares fotografiándolos. Ya están en red. La información está volando. Uno de ellos, Nicolás Marinelli, hijo de Sergio, un contratista y gran experto en maquinaria agrícola, ya está acollarado a “Pirincho” Cicaré, el mago de Saladillo, creador de helicópteros que pronto se convertirán en drones para todo tipo de tareas. “Inteligencia artificial”, “internet de las cosas”, “ecosistema digital”, “aceleradoras” como Yield Lab canalizando fondos hacia estos emprendedores.
Estamos lanzados. Y los resultados llegarán pronto. Se viene la mayor cosecha de la historia. No solo se sembró más, sino que se lo hizo con más tecnología. Los proveedores de fertilizantes están sorprendidos por la demanda, y saben que afrontan un desafío logístico sin precedentes: tendrán que entregar 2 millones de toneladas de Nitrógeno en los próximos 60 días para trigo en macollaje y maíz. Después viene el fósforo para la soja. Habrá 21 millones de toneladas de trigo, dice la Bolsa de Comercio de Rosario. Más que necesarias para dar vuelta la taba, después de la debacle climática de la última campaña. La está sufriendo todo el país.
Sumaremos 50 de maíz y quizá 60 de soja, si se cumplen los pronósticos. Más 3 de cebada, otras 3 de sorgo, 2 de girasol, el maní, el arroz, el algodón. Son 10.000 millones de dólares extra, que de movida representan 2 puntos de PBI. Pero esto es solo “la macro”. La “micro” es el efecto difusión de este crecimiento en toda la economía, empezando desde el interior. Gente de las grandes ciudades: prepárense, lo van a sentir. Y esto recién empieza.
"De grano a leche"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 4 de agosto de 2018
https://www.clarin.com/rural/grano-leche_0_S1ILhBfBQ.html
Esta semana, el presidente Macri convocó a todos los actores de la mesa lechera. Se sentaron en la Casa Rosada los representantes de la producción y la industria, exponiendo cada uno su problemática y elaborando presupuestos mínimos para intentar resolver la profunda crisis que afecta al sector.
Desfilaron todos los temas, desde la falta de transparencia hasta los problemas de infraestructura, financiamiento, costo laboral y todo lo que quita competitividad a la cadena láctea. Una pena, porque no hay duda que la lechería es uno de los sectores de valor agregado con más potencial, sobre todo si nos proponemos acortar la brecha que se ha ido abriendo con los países más avanzados en el rubro.
Más allá de lo mucho que hay que hacer tranqueras afuera, y que sin duda es determinante para el futuro, conviene interrogarse también acerca de cómo estamos tranqueras adentro. Porque hay muchas visiones y razones. Pero los escenarios cambian y nunca es bueno ceñirse a los paradigmas tradicionales.
En la Argentina, prevaleció durante muchos años la idea de que la forma más barata y eficiente de producir leche se basa en “el pasto”. Todos nos formamos bajo la impronta de Campbell Percy Mc Meekan, el neocelandés que con su libro “De pasto a leche” cautivó y cautiva a varias generaciones de ingenieros agrónomos. Se convirtió en una filosofía, casi una religión.
Pero una cosa era cuando el trigo rendía 25 quintales, el maíz 40, y no había soja, y otra muy distinta cuando la nueva tecnología permitió duplicar los rindes de los cereales. Y encima llegó la soja con siembra directa, luego la biotecnología, y la agricultura permanente dejó de requerir la rotación con pasturas como un hecho mandatorio.
La ganadería de carne, en particular la invernada tradicional, tuvo que ingresar en el corral. Lo mismo había sucedido en el Corn Belt de los EEUU: el pasto es muy barato, pero no puede competir con un maíz de 100 quintales. Apareció el feedlot, que fue además la forma de agregarle valor al maíz. La ganadería no se achicó, sino que se expandió a límites impensados. Lo mismo está sucediendo ahora con el tambo.Y acá también. Se están dando los primeros casos. La semana pasada Clarín Rural distinguió a uno de los pioneros de la nueva lechería, Carlos Chiavassa, que en Carlos Pellegrini, en el corazón de la cuenca lechera santafesina, ya hace años que puso sus vacas bajo galpón y las alimenta con forrajes cosechados y conservados. La productividad por vaca se disparó y casi duplica a la de sus vecinos. Su “costo medio” –que no es el costo por hectárea, sino por litro de leche producido—bajó. Y se mantiene competitivo con los mismos precios que a otros los sacaron del ring.unque la mayoría de los tambos siguen siendo sustancialmente pastoriles, lo cierto es que cada vez más basan su producción en el uso de silajes y concentrados. Los encierres son cada vez más frecuentes, y se ha generalizado la utilización del carro mezclador (mixer). Pero en general en corrales las más de las veces precarios, donde la “función vaca” (transformadora de forraje en leche) se castiga hasta niveles aún desconocidos. Cuando se prioriza el confort animal, los resultados dan un respingo, como sucede en el tambo de Chiavassa y en el ahora más conocido de Adecoagro. Ambos orillan los 40 litros de leche por vaca y por día. Habrá mucho debate. Los defensores del modelo neocelandés insistirán en que por algo NZ es el mayor exportador de leche en polvo del mundo. Otros rebatirán diciendo que la leche en polvo producida en tambos estacionados en primavera-verano no es precisamente el derivado más rentable. Lo cierto es que al tambo le llegó la hora de convertir en leche los recursos agrícolas de la Segunda Revolución de las Pampas.
"Ahora no hay excusas"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 28 de julio de 2018
Fuente: https://www.clarin.com/rural/ahora-excusas_0_SJfpXRtVm.html
La Exposición Rural, que hoy se inaugura con el desfile de los campeones, es una muestra esencialmente ganadera. Aunque siempre fue acompañada por una exhibición de la oferta de tecnología agrícola, en particular maquinaria, el “leit motiv” fue y es una muestra del potencial de la ganadería vacuna. El resto acompañaba. Con ella la Argentina encontró su primer y prácticamente único negocio/país. Casi como subproducto, nos convertimos en granero del mundo. Es que había que domar las pampas con el arado, antes de implantar la alfalfa y otras pasturas. Una verdadera epopeya.
Hicimos todo. Los ferrocarriles. Llegaron Tarquino, Virtuoso y Niágara, los elegidos de los criadores, fundadores del rodeo más refinado del mundo y de mayor valor genético. Los molinos, el alambrado, las estancias y las colonias. Se instalaron los frigoríficos sobre los puertos, enormes inversiones cuyas huellas todavía están, en Rosario, en Entre Ríos, en Bahía Blanca. Porque aquí, aunque ahora la mayoría cree otra cosa, había industria antes de la “industrialización”. Recordemos que el 17 de Octubre se inició en un frigorífico de Ensenada.
Después, languidecimos. Es historia. Digamos, para no entrar en detalles, que el mundo nos fue esquivo. Lo que ahora importa es que ya no lo es. El proteccionismo ya no pesa tanto, porque aunque está atento y vigilante, hay nueva demanda. Llegaron los chinos, ahora Japón. Europa habilitó la cuota 481 para la carne de feedlot, un negocio al menos tan atractivo como el de la histórica cuota Hilton, que sigue vigente.
El gobierno hizo su parte. Tras la debacle de la era K, vino un giro copernicano. Se liberaron las exportaciones, se eliminaron las retenciones y hasta hubo un reintegro como a cualquier industria. Comenzó la lucha para terminar con el jubileo fiscal y sanitario. La visión compartida del gobierno y la bien instalada Mesa de las Carnes dio lugar al inicio de una compleja y nada sencilla modernización. Desde la genética en las cabañas hasta los frigoríficos y carnicerías.
Todo está en revisión. Y a los saltos. La ganadería ha ingresado en una nueva fase. El modelo pastoril ha dado paso a un sistema mucho más independiente del “pasto de cada día”.
En esencia, se ha independizado la “función vaca” de la “función campo”. Hasta hace pocos años, estaba todo mezclado. Si el campo no daba, por error humano o clima hostil, la vaca sufría. Si sobraba pasto, se lo comían los insectos (recordemos los ataques de isoca de la alfalfa, que pocos combatían porque se producían cuando sobraba pasto).
Hoy eso es inadmisible. Pasamos al silo de picado fino. Nació una generación de contratistas super profesionales, que incorporaron la última palabra en ensiladoras automotrices. Esta semana, en Palermo, están todas: las Claas, que lideran el mercado, las John Deere, que le salieron al cruce, las New Holland. Pero además todas estas empresas exhiben rastrillos, segadoras acondicionadoras, enfardadoras de gran capacidad, tractores para pisar silos. Y son acompañadas por otras, nacionales, que proveen desde ensiladoras automotrices hasta carros mixers, indispensables para preparar y distribuir las raciones.
Y todo esto con el foco puesto en la búsqueda de precisión. Balanzas, sistemas electrónicos de captura de información, trasponders, comederos inteligentes como el que desarrolló Oscar Pordomingo en el INTA Anguil.
Toda esta innovación, más la genómica, las nuevas técnicas reproductivas, las herramientas sanitarias, permitirán que la ganadería se acople a la revolución de la agricultura. En tres décadas, las exportaciones agrícolas pasaron de 2 mil a 25 mil millones de dólares. En comparación, los embarques de carnes son ínfimos: apenas mil millones.
Pero ahora la mesa está servida. La oportunidad es enorme. No hay excusas.
"Retenciones: ya estuvimos ahí"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 21 de julio de 2018
https://www.clarin.com/rural/ahi_0_Sy_EhclEX.html
Del total que genera una hectárea de soja, el Estado se queda con un alto porcentaje.
Como el fantasma de Santos Vega, la sombra doliente de las retenciones sigue corriendo sobre la pampa argentina. La semana pasada el propio presidente Mauricio Macri había vuelto a desmentir los rumores de que estaba en estudio modificar el cronograma de reducción de los de la soja. Sucedió después que se revelara que la medida había sido sugerida por el FMI, lo que –de ser cierto—resaltó la convicción de Macri al respecto.
Pero apareció el gobernador de Jujuy, el radical Gerardo Morales, y dijo sin ambages que, “mientras dure la crisis”, había que dejar los derechos de exportación donde estaban. Se generó un alboroto importante, porque ahora el debate abría una grieta en el seno de la coalición de gobierno. Cuando los dichos de Morales tomaron estado público, algunos economistas históricos del radicalismo sumaron rápidamente argumentos en favor de la gabela.
Y nuevamente Macri les salió al cruce. El miércoles, en una conferencia de prensa después de una difícil jornada, fue contundente: lo que necesita el país es exportar. Convocó a multiplicar los esfuerzos, en todos los ámbitos, para aumentar el flujo exportador. Cualquier cosa que afecte a las exportaciones debe ser erradicada, mencionando explícitamente a las retenciones. El ambiente quedó despejado, al menos para la próxima campaña agrícola.
La soja, el único producto afectado, paga actualmente el 26,5%, que se reducirá al 24% a fin de año, y al 18% a fines del 2019. Después, no se sabe. El maíz, el trigo, el girasol y los demás productos no pagan derechos de exportación desde que asumiera el nuevo gobierno, en diciembre de 2015.
La gran pregunta es cómo impactaría la eliminación de este impuesto en el proceso productivo. Ya hemos explicado que el mayor problema es que atenta contra la inversión en tecnología, al afectar la relación insumo/producto. Un dólar más barato por lo que se vende que por lo que se compra. Esto lleva a una menor intensificación, es decir, menores rindes.
Hace 35 años, los expertos Enrique Gobbée y Eduardo Serantes coordinaron un estudio denominado “El complejo agro-industrial argentino como factor de crecimiento económico”. Sus autores fueron Marcelo Castro Corbat, Abdón Lizaso Bilbao, Esteban Takacs y el propio Gobbée, y se denominó “Informe 84”. Surgió como una propuesta al flamante gobierno radical de Raúl Alfonsin, quien asumió con una enorme expectativa política y económica. Pero a poco andar cayó en la tentación de echar mano a los recursos del agro, a través de retenciones y tipos de cambio múltiples. La producción venía creciendo, llegando a 40 millones de toneladas y con exportaciones que habían pasado de 1.500 a 7.000 millones de dólares.
El documento mostraba que si se eliminaban los derechos de exportación y se apostaba a la agroindustria, en cinco años subiría un 50% la producción y el ingreso de divisas. Es decir, se llegaría a 60 millones de toneladas. No había mucha soja, “apenas” 7 millones de toneladas, pero se percibía un horizonte espectacular para la proteoleaginosa.
Pero predominaron las urgencias, disfrazadas de concepciones ideológicas. Las retenciones fueron subiendo y el dólar agro bajando. El resultado fue que cinco años después, la producción caía a 30 millones de toneladas. Sobrevino una profunda y peligrosa crisis económica y el doctor Alfonsín no alcanzó a completar su mandato. El Banco Central se había desangrado.
Cuando desaparecieron las retenciones, en los 90, en cinco años la producción se duplicó. Fue más de lo que pronosticaba el Informe 84. Después vino el experimento K, un pie en la puerta giratoria. Por eso, cuando el coro agorero machaca nuevamente con la idea de los derechos de exportación, conviene recordarles: “ya estuvimos ahí”.
"Entre la soja y el FMI..."
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 14 de julio de 2018
https://www.clarin.com/rural/soja-fmi_0_SJ-jpFUXm.html
En los últimos diez años, los derechos de exportación capturaron 150 millones de toneladas de soja de la cosecha argentina.
Se cumplen 10 años del famoso voto “no positivo” del entonces vicepresidente de la Nación y titular del Senado, Julio Cobos, que dio por tierra con la intentona de la Resolución 125. El gobierno K quería imponer derechos de exportación móviles para la soja y los cereales con la intención de capturar la renta del agro, para aprovechar de esa manera el buen momento de los precios internacionales.
El campo, y con él todo el interior rural, se rebeló. El proyecto no pasó. Pero ese no fue el saldo más importante. El efecto mayor fue el político: tomó al kirchnerismo en un momento de pleno auge, con un dominio absoluto del poder, control total de un peronismo unido, y una oposición desorientada. Fue el comienzo del fin.
La sociedad debe reconocerle al agro la reversión de la tendencia. Comenzó la caída, que se concretaría siete años después con su derrota electoral. Aunque en el medio CFK sacó el 54%, el derrumbe era inexorable y necesario. Ya sabemos lo que dejaron.
Pero desde el punto de vista económico,para el agro la derrota de la 125 no significó nada. Es más: si hacemos bien las cuentas, le hubieran succionado menos con el modelo inventado por Martín Lousteau, que se justificó diciendo que el inefable Guillermo Moreno tenía una idea peor.
La realidad es que en estos diez años, las retenciones para la soja quedaron fijas en el 35%, hasta que asumió Mauricio Macri. El gobierno de Cambiemos eliminó las del maíz y el trigo, y redujo gradualmente las de soja, que ahora, 30 meses después, bajaron al 26,5%. Hagamos cuentas.
En estos diez años, se produjeron 500 millones de toneladas de soja. Un tercio de ellas fueron capturadas vía derechos de exportación. De cada tres barcos que llegaban al puerto, uno, hundido. Fueron 150 millones de toneladas. Tomemos un precio promedio de 450 dólares, descartando los picos de 650 que conocimos en el 2012. Fueron ¡67.500 millones de dólares! Contantes y sonantes. Sí, Sojadólares. A mucha honra.
Conviene recordar, en este punto, que el controvertido auxilio financiero del Fondo Monetario Internacional fue por 50.000 millones de dólares.
Imaginemos lo que hubiera sucedido si ese capital monumental quedaba en el interior, y en manos de los que habían sabido construir la extraordinaria competitividad del cluster sojero. Si a pesar de esta succión siguieron invirtiendo, en expansión horizontal y vertical, agregando valor, construyendo infraestructura nueva de plantas en el upstream y en el downstream. De semillas, fertilizantes, insumos biotecnológicos, maquinaria agrícola. Y corriente abajo, todas las transformaciones posibles, que igual avanzaron aunque en dosis homeopáticas si comparamos con lo que hicieron nuestros vecinos. Por ejemplo Brasil, devenido en líder mundial de proteínas animales.
Ya hemos hablado mucho de esto, y lo seguimos haciendo. Muchos se convencieron. Pero bastó que se disparara el tipo de cambio para que surgiera de nuevo la idea de las retenciones. Para algunos el argumento es el “overshooting”. La suba del dólar renueva la teoría de que el campo puede funcionar con un tipo de cambio más bajo que el resto de la economía. Que pueda hacerlo no es motivo para insistir con los cambios múltiples, que convierten a los 100 metros llanos de la competitividad, en los 110 con vallas en las juegos paraolímpicos.
La idea de que se les otorgue algún beneficio en los insumos es consagrar la exacción y es una quimera que agrega elementos distorsivos de los cuales después es difícil salir. Ya estuvimos ahí.
Otros justifican la exacción en que, simplemente, “no hay plata”. Muchachos, si no hay plata es porque se les fue por el caño. Podrían ser más imaginativos. Es sencillo: si hacen falta divisas, dejen que fluyan los frutos del país y quizá zafemos del FMI. No corten las brevas inmaduras.