"La mirada en la góndola"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 11 de noviembre de 2017
La idea de dejar de ser el granero del mundo para convertirse en el supermercado del mundo, que se convirtió en el leit motiv de la era Macri, tuvo un principio de consagración en AlimentAr, que se concretó esta semana en Tecnópolis. Un gran evento “B2B”, es decir, de negocios entre empresas, más que una exhibición de la enorme oferta de productos argentinos y de los países vecinos.
Aliment.Ar es un verdadero salto cualitativo. Un enorme éxito conceptual. Hace unos años el pensamiento económico predominante había instalado la idea de que la palanca del desarrollo era la “industria pesada”, o los “sectores básicos” (petróleo, petroquímica, etc). Cundía la muletilla del “acero vs. caramelos”, con cierto tufillo burlón para quienes creían(mos) en el desarrollo a partir de las ventajas competitivas en torno al sector agroalimentario.
Pero la realidad siempre se rebela, dice Jorge Castro. Llegó la Segunda Revolución de las Pampas con su abanderada la soja. En apenas veinte años, pasó de curiosidad botánica a curiosidad económica: hoy la Argentina es viable porque hay un piso de 20.000 millones de dólares anuales de flujo competitivo.
No es extraño entonces que la Unión Industrial Argentina esté presidida por un hombre de la agroindustria. Y que la Copal, la entidad que agrupa a las principales empresas de alimentos de la Argentina (en un 90% pymes de un conglomerado multicolor) sea uno de sus brazos fuertes.
Ahora vamos por más. Pensar en alimentos procesados pululando en las góndolas del mundo es un horizonte tentador. Nadie cuenta con los insumos básicos en semejante abundancia y calidad. Es una excelente plataforma para atraer inversiones, generar empleo y agregar valor.
Pero no debe implicar un menoscabo a la actual canasta exportadora, integrada fundamentalmente por insumos básicos (granos y productos del complejo agroindustrial sojero). Y otros con mayor valor agregado, aunque en el imaginario colectivo –e incluso en la conceptualización de varios expertos—aparecen como “productos primarios”. Por ejemplo, las carnes, que son productos de “segundo piso” porque, precisamente, se obtienen a partir de granos forrajeros y harinas proteicas de origen vegetal (harina de soja).
El gran desafío es lograr que la competitividad que alcanzó el complejo sojero se mantenga en el eventual down stream. Y la gran pregunta es por qué, a medida que avanzamos en el grado de elaboración, se va escurriendo la ventaja competitiva en un agónico goteo. En los foros que acompañaron las rondas de negocios de AlimentAr, este fue el telón de fondo. Infraestructura, impuestos, régimen laboral. Es la tarea del Estado, que no está para “marcar la cancha”, como dijo algún funcionario, sino para facilitar los negocios.
Estado facilitador es el de las negociaciones internacionales, el de la lucha contra el proteccionismo, que a pesar de lo que parecía haberse avanzado, muestra sus propios brotes verdes. El lobby agroindustrial de los países desarrollados cobró fuerza y se expresó con gruesos trazos de evidencias en las trabas al biodiésel, la mala noticia del momento. Todo el mundo quiere llevarse el trabajo a su casa y en eso están los estadounidenses de la era Trump, los europeos y los inefables chinos.
Pero por el lado positivo aparecen los avances en la relación Mercosur-UE, con la presencia del vicepresidente europeo en el país, quien se reunió con el Canciller y el propio presidente Mauricio Macri. Negociaciones clave, a la hora de generar una plataforma que nos permita avanzar con la idea de avanzar hacia la góndola. Porque, aunque la mayor parte depende de nosotros, los contrarios también juegan.
"Un presente griego para Etchevehere"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 4 se noviembre de 2017
Flaco favor le hizo el gobierno al recién nombrado Ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere. Antes de asumir, recibió un presente griego: impuestos a varios productos clave para las economías regionales (azúcar y vinos en particular), y un castigo letal para la industria de los biocombustibles.
El gobierno sabe que nunca va a tener más poder que en los primeros días del resonante triunfo electoral, y la angustia fiscal impuso su impronta. Los tiempos políticos no consideraron el matiz del recambio ministerial. Respira aliviado Ricardo Buryaile, el ministro saliente. Sus ex pares de Hacienda y Energía estarán pensando “el primer chico en casa”.Y Etchevehere tendrá que lidiar, de entrada, con una pesada mochila: los grandes temas del sector se definen en otras áreas. ¿Podrá revertirlo? ¿Querrá? Su principal capital es su excelente relación con el presidente Mauricio Macri. Tendrá que consumir parte de sus cartuchos en una batalla inesperada. Sabe también que no tiene el as de espadas para dar vuelta la mano.
En el caso del vino y el azúcar, el paquete vino con un moño inesperado: los comentarios justificando la gabela con el argumento de lo saludable, con lo que más allá de que la medida avance en el Congreso (difícil), ya se infligió un severo daño a ambas cadenas. Si los impuestos prosperan, el castigo será doble. Al impacto directo en el consumo generado por el encarecimiento, se suma el efecto de una campaña implícita en los dichos de encumbrados funcionarios de Economía.
Es además muy peligroso que se eche mano a argumentos de salud pública para encubrir el afán(o) recaudatorio. Una cosa es hacer campaña contra el abuso de ciertos alimentos y bebidas desde las áreas pertinentes, y otra es que desde Hacienda se apostrofe contra el consumo de vino o bebidas azucaradas.
¿Por qué no meterle un impuesto a la hamburguesa en nombre del colesterol? Más ideas: tasa a la harina y sus derivados, porque Cormillot dice que engordan. Otra al kiwi porque es alergénico para algunos. Gravar la batata porque produce flatulencias calientes, y a la papa frita porque es peor que la papa hervida. A la milanesa de soja porque viene con genes.
A los azucareros les pegó por partida doble. Además del castigo fiscal, está la rebaja brutal del precio del etanol: un 15% ahora y otro 15% dentro de tres meses al proveniente de la caña de azúcar, y un 22% al que viene del maíz. Recordemos que el maíz es también la materia prima del jarabe de fructosa, que compite con el azúcar de caña como edulcorante de las bebidas cola.
Una doble Nelson que se inscribe en el persistente esfuerzo por destruir la industria de biocombustibles, que había sobrevivido en la angustiante selva K. Para completar el apriete, también se redujo un 4% el precio del biodiésel para el mercado interno, castigando a decenas de pymes del interior que lo abastecen.
Y todo apenas una semana después del apurado aumento del 10% en los combustibles en surtidor el primer día luego del triunfo electoral. También hubo rumores acerca de un posible aumento de las retenciones a la exportación de biodiésel, como forma de “superar” el conflicto con EE.UU. Sería terrible.
Recibí estas noticias cuando me bajaba del avión, volviendo de Turín, donde FPT Industrial (empresa de CNH) presentaba una línea de motores a gas. La “prima donna” era su futurista tractor a biogás, una vuelta de tuerca en el objetivo de un mundo de menos emisiones y con una matriz de energía y combustibles más abierta y diversificada. El biogás implica la valorización de residuos de explotaciones intensivas (bosta) y de cultivos energéticos, en particular el maíz para silo.
Veremos en los próximos días si estos temas formarán, o no, parte de la agenda del flamante ministro de Agroindustria.
El letargo del "yuyo"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 27 de octubre de 2017
En la Argentina, los rindes sojeros se estancaron en las últimas campañas y se invierte poco en fertilización.
En un reciente artículo, el prestigioso Financial Times colocó a la soja en el centro de la escena. Bajo el título “El grano del siglo XXI”, le destina una amplia cobertura, explicando que el driver de la expansión es la transición dietética que experimenta la República Popular China y otros países asiáticos. La mejora en los ingresos y el fenómeno de la urbanización motorizan un mayor consumo de proteínas animales. Y éstas se producen echando mano a una fuente de proteína vegetal, hoy insustituible, que es la harina de soja.
Es una gran noticia para la Argentina, que sigue ocupando el tercer lugar en el podio global de los productores de soja, detrás de Brasil y Estados Unidos. Sin embargo, la buena nueva se empaña cuando miramos la performance comparativa entre los tres grandes “players”. Estamos perdiendo posiciones, claramente.
Mientras Estados Unidos y Brasil siguen expandiendo la producción, combinando el aumento de la superficie y de los rendimientos, aquí estamos estancados. Y es probable, casi seguro, que en la próxima campaña habrá un achique considerable: quizá unas 3 millones de toneladas, fruto de una caída de la superficie de aproximadamente un millón de hectáreas.
Es cierto que la recuperación del área con cereales, como el maíz y el trigo, es una de las causas de esta reducción. También hay pérdida de área como consecuencia de las inundaciones en el oeste de la pampa húmeda. Pero estos fenómenos no deben hacer perder de vista un hecho mucho más grave: se han estancado los rendimientos.
Mientras en los Estados Unidos la tendencia del rinde a nivel nacional está creciendo a un ritmo de casi un quintal por hectárea y por año, aquí perdimos viento. Aquí, entre la revolución de la RR (Nidera) y los grupos 4 (Don Mario), cuando despuntaba el siglo XXI los rindes subían con saltos de 2 quintales por año. En cinco años pasamos de 1,8 a 2,8 toneladas por hectárea. Pero a partir del 2010 no pasó gran cosa.
Esta semana, la organización Fertilizar presentó un trabajo que puso el acento en una de las causas del fenómeno. La falta de una adecuada nutrición del cultivo de soja tiene un impacto sensible en esta flojera. Se está usando la mitad del fósforo y el azufre que requiere la simple reposición de lo que se lleva cada tonelada de soja, afectando no solo los rindes sino la remanida cuestión de la sustentabilidad.
Lo más paradójico es que la relación insumo/producto es favorable. La soja devuelve con 450 kg adicionales cada hectárea correctamente fertilizada. Son 120 dólares, frente a un costo de 40. Tres a uno.
Puede argumentarse que están las retenciones, hoy en el 40%. Correcto: si no existieran, ese 3:1 pasaría a 4:1. No es moco de pavo. Ayudaría a romper la barrera que se autoimponen los más remisos. Algún día habría que calcular el extraordinario lucro cesante que, a nivel nacional, está generando la falta de una solución más imaginativa para sustituir los derechos de exportación por el impuesto a las ganancias.
Lo que más afectan es, precisamente, la relación insumo/producto, generando un claro sesgo anti tecnológico. El Estado se lleva 500 dólares por hectárea, diez veces más de lo que el productor necesita para abonar el cultivo. La falta de fósforo no está tanto en el suelo como en el cerebro. La soja es el principal producto de la economía, 20.000 millones de dólares de exportaciones. El estancamiento nunca será gratis.
Pero lo concreto es que el productor parece haber alcanzado una especie de estado de confort con esos 3.000 kg/ha que cualquiera logra sin mucho empeño. El tema que impregna todo es el (para nada menor) de las malezas tolerantes. Y el de la “agricultura por ambientes”.
Son estrategias necesarias, pero defensivas. El “yuyo”, tan golpeado, padece el letargo. Hay que volver a la mística de hace veinte años, aquél vértigo de la carrera de los rindes. Y volver a pelear la punta.
"Ganadería en mejora continua"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 14 de Octubre de 2017
En Córdoba, Luis Picat armó una granja porcina ultra intensiva y con los efluentes genera el 70% de la energía que necesita el establecimiento.
Decíamos la semana pasada: “Argentina tiene el derecho de pararse frente al mundo y remarcar que en ninguna otra parte se han logrado sistemas de producción más amigables con el medio ambiente, eficientes y sustentables”. Nos referíamos a la agricultura de la siembra directa, la biotecnología, el ahorro de nutrientes, la maquinaria cada vez más eficiente.
Y agregamos también algunos conceptos que remarcaban la mejora ambiental de nuestro sistema ganadero, transitando velozmente el sendero de la intensificación. Bueno, hay más noticias para este boletín.
En el increíble congreso CREA Tech, que se celebró esta semana en el estadio Orfeo de Córdoba, me tocó coordinar el panel de bioenergía. Allí se presentaron un par de casos que implican un “up grade” sobre lo mucho que ya se hizo, subrayando con gruesos trazos de evidencias que también en la ganadería hemos ingresado en una espiral de mejora continua.
El primer principio de la ecología es la eficiencia en el uso de los recursos naturales. “Industria” es, por definición, la transformación de estos recursos. La actividad humana inteligente apunta a crear más y mejores productos, en todos los terrenos. Alimentos y bioenergía son industria verde. Un proceso de “intensificación” significa un mejor uso del recurso básico: el suelo. Es decir, la superficie fotosintética, la lluvia que cae sobre él (o el riego), el aprovechamiento del CO2 y la captura del nitrógeno del aire.
En estas pampas se triplicó la cosecha en el último cuarto de siglo. Se transfirieron 15 millones de hectáreas que estaban en uso “extensivo” (es decir, en planteos de baja productividad), básicamente praderas arruinadas por el sobrepastoreo y el enmalezamiento.
Campeaban el sorgo de Alepo, el gramón. Y las leñosas invasoras en el monte degradado. Sin embargo, a pesar de este extraordinario cambio en el uso del suelo, la ganadería logró mantener su stock. Pero todo proceso industrial tiene sus externalidades negativas. Eso no lo descalifica, simplemente obliga a resolverlas, mitigarlas o compensarlas. Es lo que mostraron los empresarios cordobeses Luis Picat y Víctor Giordana.
Picat inició un criadero de cerdos super intensivo. El sistema funciona en confinamiento total, desde la gestación de las 1.000 madres hasta el capón terminado. Sólo le faltaba resolver el problema del efluente, los purines de los cerdos que en estos sistemas no se pueden esconder debajo de la alfombra.
Convencido de que ese problema era una oportunidad, mirando la bosta como un recurso, salió al mundo a buscar un biodigestor. Lo encontró en Alemania, pero su alto costo lo llevó a pensar en una adaptación criolla. Bueno, hoy está generando 200 kilowatts y se autoabastece del 75% de la energía que necesita el criadero. Próximo paso: duplicar el criadero con biodigestor y todo, y meter otro en su frigorífico. “La generación de electricidad con residuos del agro, la industria y los municipios tiene enorme potencial”.
Víctor Giordana, por su parte, contó que hace seis meses instaló una “minidest” en su feedlot. Una inversión de más de 3 millones de dólares, en un acuerdo con José Porta, continuador de una firma que lleva más de cien años fermentando maíz. La idea de Giordana era eliminar el costo del flete a puerto, que se lleva dos tercios del valor. Porta se lleva el etanol y él se queda con la burlanda, que hoy es el 30% del alimento que consumen sus terneros. Productividad, más el plus del bioetanol. Ecología al cubo.
A ambos los escuchó atentamente el Director Nacional de Energías Renovables, Maximiliano Morrone, quien no ocultó su sorpresa y beneplácito por esto que está sucediendo: “La provincia de Santa Fe podría generar el 80% de la energía que produce usando los efluentes de su explotación ganadera”.
"Bajo el escrutinio del público"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 7 de octubre del 2017
La producción agropecuaria, en todo el mundo, está bajo el escrutinio de la opinión pública. Los consumidores, sometidos al bombardeo de muletillas que cautivan apelando a emociones fáciles, están desconfiando de la forma en la que se producen los alimentos. Se alteró un contrato social vigente desde el neolítico, cuando la agricultura liberó a la humanidad de la dependencia de la caza, la pesca o la recolección.
Es cierto que se han cometido excesos, fundamentalmente en los países desarrollados, empezando por la vieja Europa. Los subsidios agrícolas, vía precios, hipertrofiaron el uso de insumos con alta respuesta productiva, empezando por los fertilizantes. Ponían mucho más de lo necesario, porque la ecuación siempre cerraba.
No solo se generaban excedentes agrícolas, sino que el nitrógeno, el fósforo, el potasio, percolaban en los suelos y drenaban hacia ríos y lagos. La “eutroficación” (exceso de nutrientes) provocaba la hipertrofia de algunas especies, la escasez de oxígeno, la muerte de peces. Los derrames de productos de protección de cultivos elaborados en grandes y emblemáticas plantas de Francia, Alemania u Holanda fueron el detonante, surgieron “los verdes”.
La impronta del mal llamado “ecologismo” es la tecnofobia. La razón deja su lugar a la emoción. Y todo se demoniza. En la Argentina, tomamos con enorme facilismo toda la artillería ambientalista, y potenciamos el estado de sospecha sobre todo lo que se hace en materia de agricultura y producción de alimentos.
A diferencia de la vieja Europa, aquí nunca se subsidió a la agricultura. No solo no se podía tirar manteca al techo, sino que ni siquiera se podía aplicar un nutriente que repusiera al que se llevaba el grano o la carne.
Desde que se domaron las pampas, vivimos de lo que había en el suelo. Exportábamos pampa húmeda en grageas. La relación de precios entre el fertilizante y el trigo, o la carne o el maíz, no daban para pagar la reposición. Además, toda nuestra genética se adaptaba a suelos de fertilidad decreciente. Un modelo defensivo, que no era sustentable a largo plazo.
Hace un cuarto de siglo, se tomó conciencia de la situación. También cambió el marco macroeconómico por algunos años. Fue posible, a partir de los 90, la incorporación de nueva tecnología. En dosis homeopáticas, pero comenzamos a recorrer el camino de la intensificación razonada.
Sobre la marcha, llegaron nuevas herramientas. Una de ellas fue la biotecnología. La introgresión de genes de tolerancia al herbicida glifosato desencadenó una verdadera revolución ecológica: la de la siembra directa. No solo dejamos de consumir el 70% de combustible, sino que activamos la captura de carbono en los suelos, al no oxidar el rastrojo.
Más carbono en el suelo es menos en la atmósfera. Pero también dejamos de usar herbicidas incorporados al suelo, para aplicar sólo sobre la planta. Se expandió la soja, que no utiliza nitrógeno porque se lo provee a sí misma gracias a la simbiosis con la bacteria Rhizobium. No hay lixiviación ni drenaje hacia arroyos y lagos.
El avance agrícola también llevó a cambiar la forma de producir en ganadería. Mediciones del Dr. Guillermo Berra en el INTA de Castelar mostraron cómo la sustitución del pastoreo por el engorde a corral reduce las emisiones de metano de los rumiantes. En la visión clásica, que viene del Norte, este cambio en el sistema de producción no ha sido considerado y sin embargo es lo más sustancial que ocurrió en la ganadería argentina.
Hay mucho para hacer, todavía, en el ancho pavimento de las buenas prácticas agrícolas. Pero la Argentina tiene el derecho de pararse frente al mundo y remarcar que en ningún otra parte del mundo se han logrado sistemas de producción más amigables con el medio ambiente, eficientes y sustentables. El resto es cháchara…verde.
"Y llegó la reapertura"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 23 de Agosto de 2017
La UE y EE. UU. exigen que el biodiésel provenga de soja sustentable.
Y finalmente llegó la reapertura del mercado europeo al biodiésel argentino. La acción conjunta entre la diplomacia comercial y el sector privado lograron un sonado triunfo: los países de la UE redujeron drásticamente los derechos de importación, acatando el fallo de la Organización Mundial de Comercio. Los aranceles quedaron ahora entre el 4 y el 8%, cuando antes oscilaban entre el 25 y el 30%. Un 75% de reducción. A ambos había que sumarle otro 6%, vigente desde cuando la Argentina perdió la cláusula de “Nación más favorecida” en otro dislate de la era K.
En total, la barrera arancelaria europea alcanza ahora a más del 10%, además de otras trabas como la exigencia de que el biodiésel provenga de “soja sustentable”, una certificación que encarece la materia prima sin que agregue mucho valor. Ni siquiera para los europeos, grandes importadores de aceite que al final del día también destinan a biodiésel. En este caso, no exigen el certificado de “sustentable” aunque provenga de la misma soja.
Otra clara señal del cinismo proteccionista que anida en particular en la agricultura europea. Y también en la de los EEUU, que exige el mismo certificado para el biodiésel, y no para la harina que proviene de la misma soja.
La persistencia de estos aranceles es una clara transferencia de ingresos de la cadena sojera argentina a las arcas de los países importadores. En otros términos, la soja argentina no solo paga un peaje de 30% de derechos de exportación para salir del país, sino que su producto de mayor valor agregado, el biodiésel, abona ahora más de un 10% para entrar en la UE. Y la buena noticia es que por lo menos ahora se puede exportar.
Por supuesto, estas detracciones significan menores ingresospara los productores. Unos 200 millones de dólares. Porque el poder de compra de la industria procesadora depende del ingreso final. Hay algo de confusión al respecto. Algunos piensan que la existencia de un diferencial arancelario a favor del biodiésel (que ahora paga retenciones insignificantes) es una transferencia de ingresos del chacarero al elaborador. Veamos esto más en detalle.
Primero: el productor no está obligado a venderle su soja a un “crusher” que hace harina, aceite y biodiésel. Puede exportarla por cuenta propia si se organizan para hacerlo. O negociarla con traders que no la elaboran (son varios y algunos de mucha envergadura), y la exportan como tal. En ambos casos pagarían hoy el 30% de retenciones al Estado nacional.
Segundo: si en lugar de exportarla por cuenta propia o de terceros, opta por venderle a un “crusher” con toda la cascada de productos elaborados, es porque obtiene algún beneficio. Cualquiera que analice la remanida cuestión del “FAS teórico” verá que siempre el precio del mercado interno está algo por encima de lo que el elaborador “debería” pagar.
Tercero: si el biodiésel está exento, esto redunda en la ecuación del elaborador. Y como cualquiera sabe que en esta industria se batalla por cada camión de soja, al final del día los beneficios arancelarios forman parte de la ecuación y difunden por el mercado.
Cuarto: si no se digiere aceite como biodiésel, no solo se pierden ingresos y se pagan más impuestos, sino que se sobreoferta el mercado. Recordemos que la Argentina es el mayor exportador mundial de aceite de soja. Cada vez que sufrimos una caída de las ventas del biodiésel, se derrumbó el precio del aceite. Es lo que pasó hace tres semanas, cuando Estados Unidos hizo lo mismo que había hecho la UE, subiendo a niveles prohibitivos sus aranceles de importación.
Felizmente, ahora la UE se allanó y se reanudan los embarques. Pero cuidado. Los contrarios también juegan. La industria de biodiésel europea no se va a resignar a la nueva situación sin dar batalla. El proteccionismo es así y sigue aleteando.
"Verna la dejó picando"
EL Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 16 de septiembre de 2017
El gobernador de La Pampa, Carlos Verna, disparó que “es mentira que el campo genera empleo". Las razones que refutan sus dichos.
Había muchos temas para editorializar esta semana. Media pampa húmeda bajo el agua, tras el nuevo embate de las lluvias en los mismos días de Irma y Harvey; los veinte años de la Cámara de Feedlots; el congreso de etanol en Rio Cuarto (primera ciudad argentina que contará con una flota pública de vehículos flex); la amenaza de que vuelvan las retenciones al biodiesel; el daño que le hace a la industria avícola el conflicto de Cresta Roja.
Pero tuvo que aparecer el gobernador de La Pampa, Carlos Verna, para resolvernos el dilema de la elección. Muy suelto de cuerpo, el mandatario –de larga militancia en el peronismo-- disparó que “es mentira que el campo genera empleo”. Sí, en La Pampa. Y justo ahora, cuando el ominoso manto del agua está amenazando a la única actividad productiva viable y concreta de su provincia: el campo y sus industrias derivadas. Más todo el comercio y los servicios alrededor de ellas.
Parece mentira, y es bastante fatigoso, tener que retomar el trabajo de Juan Llach y colaboradores “El empleo en las cadenas agroindustriales”. Fue realizado en el 2004 para la Fundación Producir Conservando. Allí, el autor remarca que el agro y lo que lo rodea explica nada menos que el 40% del empleo en la Argentina. ¡A nivel nacional! Imaginemos en La Pampa.
Recuerdo que en aquel momento, viendo la metodología, le planteé a Llach que quizá se quedaba corto. Hay muchísimas actividades que no aparecen, a la vista, como parte de la cadena, pero que en última están decisivamente influenciadas por ella. Un empleado de banco en el interior es fundamentalmente agro. Ya sea porque le presta plata al productor, o porque le opera sus excedentes. Las agencias de viaje. El que vende cloro para la pileta Igui que construyó el chacarero en su casa en el pueblo. El estacionero, el restaurante.
Que no lo entiendan en el conurbano bonaerense, vaya y pase. Pero en La Pampa…Y nada menos que el gobernador.
Vea, don Verna. Usted tiene ahí varias ciudades muy coquetas y potentes. Son precisamente las que están en su corazón agrícola del noreste provincial: General Pico, Realicó, Intendente Alvear. Son las que más crecieron, y son también las más bonitas, a pesar de sus esfuerzos por arruinarlas. Porque usted, gobernador, fue partícipe necesario de la extraordinaria exacción que vivió esa zona durante la década robada. O usted no sabe que, solo por retenciones a la soja y el girasol, esa región aportó al Estado Nacional más de 2 mil millones de dólares.
La cuenta es fácil: entre 2002 y 2017 produjo entre ambas 15 millones de toneladas. Un tercio fue para la Nación: uno de cada tres camiones despachados al puerto, con el flete pago por el productor, más el IVA. A un precio promedio de 400 dólares, son 2.000 millones de dólares que hubieran quedado ahí. Porque la gente de campo tiene la pésima costumbre de echarse encima todo lo que cosecha.
No es “derrame”, es “difusión”. Derrame tiene la connotación de sobrante. Difusión es lo que va permeando durante el proceso. Desde la compra de un chimango (de esos que fabrican los menonitas en Guatraché) hasta la instalación o expansión de un mega tambo. Usted tendría muchos más criaderos de cerdos si le hubieran dejado recibir plenamente lo suyo a los chacareros. Usted tendría más y mejor ganadería, porque los productores se vuelven locos con la posibilidad de convertir sus granos en carne. Tiene en la provincia dos grandes empresas con excelentes frigoríficos. Lo único que necesitan son novillos. No hay los suficientes porque los productores están descapitalizados. Encima, el agua.
Usted prefirió que sus secuaces del kirchnerismo capturaran ese ingreso para juntar votos repartiendo planes en la Matanza. Donde también se inundan porque inaugurar una canilla no fue suficiente para sacar el agua.
Escúchelo a Clinton: es la economía, estúpido. w
"Biodiesel, reacción de manual"
Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 2 de septiembre de 2017
Los derechos de importación impuestos por EE.UU. al biodiésel argentino tuvieron el efecto previsto, impactaron en todos los productos del complejo soja.
Argentina, además de ser el mayor exportador mundial de aceite y biodiesel, era también el mayor productor de glicerina refinada, con varias plantas recién instaladas, con la última tecnología y gran escala.
Se confirmó lo que anticipamos en nuestro editorial de la semana pasada: los derechos de importación impuestos por el gobierno de los EEUU al biodiésel argentino, no solo frenaron los embarques del biocombustible, sino que impactaron en todos los productos del complejo soja.
Es fácil de entender. En los Estados Unidos rige un mandato obligatorio, por ley, de mezclar biodiésel en todo el gasoil. Lo hacen con fines ambientales, y es una gran noticia que sigan adelante con esta política. Implica contribuir a la reducción de gases de efecto invernadero, un tema que saltó a la primera plana con las inéditas inundaciones del sur de Texas y Louisiana, con decenas de muertos y 30.000 evacuados.
Los porcentajes de biodiésel son definidos por cada Estado. La media está en 5%. Pero Minnesota, por ejemplo, impuso el B20 (20% de biodiésel) a partir de mayo próximo. El mercado total es 7 millones de metros cúbicos. Argentina abastecía, hasta ahora, el 15% de esa demanda, más de un millón de metros cúbicos. Un negocio de 1.200 millones de dólares, que es lo que quieren los sojeros del Medio Oeste para ellos.
Para producir un litro de biodiésel, hacen falta un litro de aceite y 0,1 de metanol. Como subproducto sale un 10% de glicerina. Argentina, además de ser el mayor exportador mundial de aceite y biodiésel, era también el mayor productor de glicerina refinada, con varias plantas recién instaladas, con la última tecnología y gran escala. Su destino es la industria farmacéutica, alimenticia, cosmética y química fina. Antes se obtenía del petróleo. El dentífrico Colgate, entre otros, usa glicerina de soja argentina. Esas plantas ya están paradas. Pero esto es solo un colateral del evento principal. Veamos.
Para sustituir la importación de biodiésel argentino, los norteamericanos necesitarán 1 millón de toneladas de aceite adicionales. Consecuencia inmediata: el aceite subió un 7% en Chicago. La soja contiene un 17% de aceite. En consecuencia, tendrán que moler 7 millones de toneladas más de soja. Ellos actualmente exportan poroto sin procesar, y prácticamente todo lo que elaboran va a su mercado interno.
El aumento del precio en Chicago no tuvo un correlato en el mercado local, donde ocurrió exactamente lo inverso. Al no producirse más biodiésel, “sobra” aceite. El reciente anuncio de la reapertura del mercado chino no significa embarques inmediatos, y solo compensaría la mitad del mercado perdido (500 mil toneladas).
Pero lo más grave es lo que viene a continuación. Al moler 7 millones de toneladas adicionales de soja, sustituirán la exportación de poroto por la de harina. Cascada de efectos nocivos para nuestra industria: habrá 6 millones de toneladas adicionales de harina de alto contenido proteico, el principal producto de exportación de la Argentina, con embarques por más de 12 mil millones de dólares anuales. Recordemos que Argentina es el mayor exportador mundial de este producto.
Reflejo inmediato en el mercado: así como el aceite subió 7% en Usa y bajó acá, también se derrumbó el precio de la harina. Un 5% hasta ahora. Todo esto significa que habrá un spread (brecha) mayor entre el precio de la soja en Argentina y en los Estados Unidos. Transferencia de ingresos a partir de una medida proteccionista. Después de todo, uno no debiera sorprenderse porque es lo que anunció Donald Trump que haría si resultaba electo. Y por eso lo votaron los farmers de Iowa. Aquí pierden los chacareros y el Estado, que recaudará menos.
Sumemos la última gema del alhajero, la glicerina. No es cuantitativamente importante, pero los procesadores de biodiésel estadounidense sacarán a los argentinos de un mercado muy sofisticado, que supieron construir con tecnología local.
Hector Huergo en dialogo con Longobardi
En una nota con Longobardi, explicó los aranceles que EEUU pone al biodiesel Argentino.
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"Ahora, argentinos, a las cosas"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 19 agosto de 2017
La gran epopeya por delante es resolver la cuestión hídrica en toda la región pampeana
A medida que se consolida el marco político, se acerca el momento de “argentinos, a las cosas”. Necesitamos una idea fuerza rectora, algo tras lo cual alinearse. La tenemos: es el agua.
La problemática hídrica estuvo en el centro del extraordinario congreso de Aapresid, donde los “nativos sustentables” de Kairos le dedicaron talleres y paneles imperdibles. Con la participación de expertos locales y el aporte excluyente de funcionarios de Países Bajos, se pusieron sobre el tapete desde los orígenes del fenómeno hasta las alternativas de solución. Que no son ni sencillas ni baratas. Pero que es imprescindible encarar.
El manto ominoso del agua impacta en la opinión pública cuando invade las ciudades, llevándose vidas humanas y bienes. Es lo primero a proteger. Si Cambiamos, mucho tuvo que ver la imagen de María Eugenia Vidal caminando con botas de goma por las calles de Luján, mientras el ex gobernador Daniel Scioli descansaba en el Mediterráneo en el medio de la campaña electoral.
Pero la gran epopeya por delante es resolver la cuestión hídrica en toda la región pampeana. Lo que está en juego no es solo lo que se pierde a la vista de todo el mundo, sino el lucro cesante de perder superficie productiva. De no poder sacarle el jugo al extraordinario stock de tecnología disponible y la que viene.
En unos casos, porque directamente no se puede sembrar, ni cultivos ni praderas. En otros, porque condenamos una enorme superficie a la categorización de “humedales” en una fragante resignación.
Si con los problemas que venimos padeciendo se obtuvo una cosecha récord de 140 millones de toneladas, con crecimiento del stock ganadero y expansión de todas las actividades corriente arriba y corriente abajo (provisión de insumos y equipos, procesamiento industrial), imaginemos lo que puede ser este país si ponemos en caja esta cuestión.
Gobernanza del agua, ese es el mandato. Y es lo que nos proponen los ingenieros holandeses. Unos días después del congreso de Aapresid, la misión que enviaron los Países Bajos recorrió el sur de Santa Fe y mantuvo reuniones con todos los actores.
El viernes pasado, remarcaron sus conclusiones en una reunión en la Subsecretaría de Recursos Hídricos, al mando del ingeniero Pablo Bereciartúa. Dijeron que comprendían la dimensión y la urgencia del problema, y aconsejaron “despolitizar” el agua, que no reconoce fronteras arbitrarias, sino su curso natural. Analizar cuál es el nivel de intervención al que estamos dispuestos: desde pequeñas obras y mecanismos de adaptación, hasta grandes proyectos como la polderización (como en Holanda) donde vale la pena.
Pero la gran cuestión es ponerse de acuerdo. Cada vez que se habla de canales, aparecen los que recuerdan a Florentino Ameghino y su “obras de retención, no de desagües”. Hacen falta las dos. Y sobre todo, una vez proyectadas y realizadas, hay que operarlas.
Hay además un amplio consenso respecto a que en la génesis del problema está el cambio en el uso del suelo, con más cultivos y menos praderas. Y se genera una nueva disyuntiva: “jardinería vs. plomería”.
Los primeros piensan que la solución es restablecer el grassland farming con praderas perennes en la rotación. Los segundos, que el cambio climático obliga a cirugía mayor. Los dos tienen razón. La provincia de San Luis y todo el oeste arenoso se hizo agrícola porque llueve más, no solo porque la soja RR permitió erradicar el gramón.
En la era K, el agro aportó 70 mil millones de dólares sólo por retenciones. Y arrancó produciendo la mitad que ahora. Hace un siglo y medio, pusimos en producción la pampa húmeda y nació un país. Podemos hacerlo de nuevo. Duplicar el PBI desde lo que sabemos hacer y el mundo quiere.
O seguir nadando.
"Mientras tanto en el mundo"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 12 de agosto de 2017
Hablemos del mundo. No para sacarle el cuerpo a la jeringa en este fin de semana impregnado de política, sino porque realmente están sucediendo cosas de alto impacto. Por ejemplo, la FDA de los Estados Unidos liberó el jueves el evento HB4 de Bioceres/Indear, un paquete de genes que permite proteger a distintas especies del stress hídrico.
La aprobación fue para la soja. Es el mayor logro de la biotecnología argentina a nivel global. Bioceres ya tiene aprobado por el Senasa y la Conabia el mismo evento para trigo, y está a la espera de su liberación al mercado por parte del Ministerio de Agroindustria.
Sería el primer trigo transgénico del mundo, colocando a la Argentina en un rol de liderazgo en un circuito donde los actores casi excluyentes son las grandes empresas del Primer Mundo (Monsanto/Bayer, Dupont/Dow, Syngenta/ChemChina).
En la misma semana, inició sus operaciones en la Argentina una empresa de biotecnología nacida hace apenas tres años, y que ha revolucionado el mundo de la biotecnología. Se trata de Indigo Co, que utiliza microorganismos naturales, presentes en las plantas, con el objetivo de ayudarlas a superar el stress biótico y abiótico.
Ya realizó varias rondas de capitalización y se convirtió rápidamente en la niña mimada de inversores de todo el mundo, ávidos de participar en el mundo de la bioeconomía.
El concepto que manejan es que las bacterias y hongos que viven al interior de las plantas juegan un papel similar al de los microorganismos que –como la flora intestinal—mejoran el metabolismo de los seres humanos.
Lo realmente interesante es que es la primera filial de Indigo a nivel mundial. Su Chiel Operation Officer, Ponsi Trivisvavet, se ocupó de remarcar que la Argentina tiene un excelente sistema regulatorio en materia de biotecnología, además de ser un mercado ávido para adoptar tecnología en forma temprana. Esta misma semana asumió como responsable de la operación local Carlos Becco, una de las figuras más reconocidas en el mundo de la agrotecnología.
Pero no todo se resume al plano de la biotecnología. Hace pocos días arrancó la primera planta de generación eléctrica renovable, a partir de silo de maíz. Se trata de Bioeléctrica, vecina y prima hermana de Bio4, la planta de etanol de maíz de Rio Cuarto. Bioeléctrica había sido una de las empresas adjudicatarias en la trabajosa licitación del programa RenovAr del ministerio de Energía. La semana próxima se realizará la inauguración oficial, con la presencia de autoridades nacionales y provinciales.
Bioeléctrica es la primera de una serie de plantas que la misma empresa proyecta instalar en otros puntos de la provincia de Córdoba. Sin embargo, los inversores temen que las tarifas que maneja el gobierno nacional para este tipo de bioenergía no sean suficientes. Preocupa que el interés por los beneficios ambientales y el impacto en el desarrollo local, que fueron mandatarios para el RenovAr I, pasarían a segundo planoen el RenovAr II, ante la presión por rebajar las tarifas eléctricas como sea.
Es cierto que la generación eólica y solar han reducido mucho sus costos y hoy son muy competitivas, pero adolecen del problema de la intermitencia y en general se trata de operaciones de mucha mayor envergadura.
La energía de biomasa a partir del silaje de maíz se hizo muy popular en Alemania, Italia y otros países de la UE precisamente por tratarse de inversiones menores y mucho mayor impacto local.
En todos los casos, el silo de maíz es la fuente de biomasa más utilizada, aunque se incursiona en otras fuentes como especies leñosas (álamos), además de estiércol y residuos urbanos e industriales.
"Esperanza, en el camino del Progreso"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 22 de Julio de 2017
El extraño romance de los argentinos con la carne vacuna es digno de mejores hazañas. La industria con que nació el país, a mediados del siglo XIX, y lo catapultó al nivel de los más potentes del mundo a principios del siglo XX, entró luego en un largo sopor de decadencia. Había que dar un puñetazo en la mesa y gritar “vengan todos para aquí”.
Ocurrió en la Rural, el rito que se renueva en Palermo. Es el lugar justo para convocar a todos los actores de la cadena de ganados y carnes. Desde sus orígenes, la muestra de Palermo es eminentemente ganadera. Por tercer año consecutivo, bajo el liderazgo de David Lacroze, acompañado por experimentados empresarios, técnicos de distintos eslabones de la actividad, y encumbrados funcionarios nacionales, se pasaron en limpio durante dos días todos los aspectos de la actividad. Y se trazaron los lineamientos para su relanzamiento. Casi fundacional.
Aunque en muchos prevalece la imagen bucólica de las vacas pastando, cediendo protagonismo a las cadenas agrícolas, la realidad es que la producción de proteínas animales es un negocio de “segundo piso”. Las vacas, los pollos, los cerdos no descubrieron todavía el misterio de la fotosíntesis y constituyen la forma de agregar valor a la agricultura. Convertir los granos en carnes y lácteos.
Pero para eso hay que reorganizar al sector. Venía a los tumbos, es cierto. Y los doce años de kirchnerismo lo llevaron al Quinto Círculo del infierno, donde los iracundos y los perezosos yacen sumergidos en el pantano del Estigia. Enorme dilapidación en nombre de la mesa de los argentinos. Nos comimos los vientres, los tornos de la industria. Falta materia prima. Sobran problemas. Quedaron expuestos en un debate profundo, serio, transparente, donde se dijo todo. El titular del frigorífico Gorina, Carlos Riusech, repasó ordenadamente los elementos que afectan la competitividad, proponiendo pasos para atacar cada uno de ellos.
El presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, expuso una generosa oferta crediticia para acompañar la recuperación. Y coronó el primer día del debate la presencia de uno de los funcionarios más cercano al presidente Mauricio Macri: Gustavo Lopetegui. Hombre de bajísimo perfil, pocas veces se había expuesto al diálogo franco. Y mostró que de esto sabe.
Conocimos a Lopetegui hace diez años, cuando estaba construyendo su planta de producción de quesos en Colonia Progreso, unos kilómetros más allá de Esperanza, y fabricada en su mayor parte con componentes locales. El destino era la exportación. El jueves relató en Palermo que, al mes de inaugurarla, el inefable Guillermo Moreno prohibió la exportación de quesos…
Recuerdo que en aquel encuentro del 2007 me sugirió una medida para resolver el permanente conflicto entre exportación y consumo interno de carnes: el gobierno había apelado a retenciones del 20%, y hasta la prohibición. No era su tema, pero lo había pensado: sabiendo que era imposible romper con la teoría de “la mesa de los argentinos”, podría aplicarse un aforo en lugar de los derechos de exportación ad valorem. Es decir, una suma fija por tonelada de carne, cualquiera fuera su precio. Eso favorecería, naturalmente, la exportación de los cortes más caros, dejando más carne disponible para el mercado interno. Me pareció creativo, pragmático y superador para ese momento.
Hoy, está en la mesa chica de la administración Macri. Confirmó que tienen bien asumido eso de la agroindustria como motor del desarrollo. Lopetegui cerró su participación con una metáfora que le brotó espontánea: “Para llegar a Progreso, hay que pasar por Esperanza”.
"La sombra doliente del agua"
Editorial del Ing. Agr. Héctor A. Huergo en Clarín Rural del 15 de julio de 2017
Estamos frente a un nuevo escenario, consecuencia del cambio climático, y hay que apelar a la imaginación para encontrar nuevas soluciones.
Remedando a Santos Vega, la sombra doliente del agua sigue corriendo sobre la pampa argentina. Sollozando el occidente… Esta semana, la Bolsa de Comercio de Rosario informó que con las últimas lluvias se deben agregar unas 150.000 hectáreas más, a las ya perdidas para el trigo en esta campaña.
El epicentro es el oeste de la provincia de Buenos Aires, sudeste de Córdoba y norte de La Pampa. Ayer mismo a la madrugada la municipalidad de Larroudé hizo sonar la alarma, alertando que se había decidido cortar la ruta 188 durante la noche por el peligro del agua en el asfalto.
La sensación es que probablemente el informe de la bolsa rosarina se haya quedado corto. El jueves próximo saldrá el informe mensual del MinAgro, que aportará precisiones. Lo concreto es que, lejos de atenuarse (como se esperaba con la llegada del invierno, normalmente más seco), el fenómeno se agudizó. Y vuelve la necesidad de tomar el toro por las astas.
Ya hemos machacado sobre la necesidad de repensar las obras alguna vez proyectadas y nunca realizadas. El subsecretario de Recursos Hídricos, Pablo Bereciartúa, tiene muy claro que estamos frente a un nuevo escenario, consecuencia del cambio climático. Y que hay que apelar a la imaginación para encontrar nuevas soluciones.
Hace una semanas, tuvimos la oportunidad de intercambiar con él algunas ideas sobre la problemática de La Picasa. Es la laguna que, al extenderse, está cortando nuevamente la estratégica ruta 7 y amenaza con destruirla.
La Picasa creció 18 veces en los últimos 50 años, pasando de ocupar 2.500 hectáreas, a las actuales 45.000. Esa laguna es una gran reguladora natural, pero desde hace años no da abasto: recibe agua del oeste, y desborda hacia el sudeste a través de las lagunas de Teodelina, de allí a Mar Chiquita, la laguna de Gómez en Junín, que se conecta con la del Carpincho.
Allí nace el río Salado, que atraviesa la gigantesca cuenca deprimida hasta volcar sus aguas en la Bahía de Samborombón. Unos 500 km en línea recta con apenas 70 metros de desnivel. En su curso, baña millones de hectáreas que hoy no pueden aprovechar el flujo de la nueva tecnología agrícola y ganadera, ante el fantasma recurrente de la inundación.
En esa conversación le planteamos una alternativa que habíamos analizado largamente con Ana Fernández Mouján: un bypass de las aguas de La Picasa hacia el Paraná. Ahí el desnivel se ampliaba a 90 metros, pero con un tercio del recorrido.
No era fácil, porque la divisoria de aguas obligaba a hacer un acueducto subterráneo. Pero habíamos visto que en California estaban ejecutando la misma idea, aunque con el objetivo opuesto: llevar agua del río Sacramento con un túnel de 50 millas de largo, llenar un lago, y desde allí abastecer al valle de San Joaquín.
Bereciartúa no era ajeno a la cuestión de los acueductos. En su paso como ministro de Obras Públicas de la administración Macri en la CABA, había hecho la pre-ingeniería de lo que sería la solución de las inundaciones recurrentes del Maldonado. Tomó la idea del bypass al Paraná y de inmediato puso a su equipo a trabajar.
Unas semanas después, tenía listo un boceto: un gran caño de 90 km desde la laguna de Teodelina (hasta allí se aprovecha el canal norte de La Picasa) hasta el arroyo Pavón, que drena naturalmente al Paraná.
El proyecto es de mucha envergadura y alto costo. Está ahora en la fase de evaluación económico-financiera. Considerando el beneficio de mantener a raya el agua en una zona de extraordinario potencial agrícola, y la posibilidad de poner en producción segura cientos de miles de hectáreas hoy marginales, ameritan un análisis exhaustivo.