"Del otro lado de la cordillera apareció el tambo del futuro"
En Chile, el Primer Congreso Latinoamericano de Ordeñe Robótico mostró por dónde viene el crecimiento productivo. Estabulación, robótica y mucho más.
Venimos con mucha gimnasia de congresos en los que es más interesante el intercambio (“networking” que le dicen…) en los pasillos (“coffee breaks” que les dicen) que lo que se aprende en las conferencias. Pero este Primer Congreso Latinoamericano de Ordeñe Robótico organizado por DeLaval, que tuvimos la oportunidad de compartir esta semana en Los Angeles (Chile) rompió todas las estructuras. Evidentemente, el “VMS” (Volunteer Milking System) es una tecnología tremendamente convocante. Hay más de cien robots ya funcionando, pero la cifra se va a duplicar en el 2019, con 40 proyectos que involucran 240 nuevos VMS, cada uno para módulos de 60 vacas.
De la mano de Marcelo Catalá, responsable de grandes proyectos y robótica de DeLaval (líder mundial en equipos de ordeñe) los 180 asistentes de todos los países de la región no se perdieron una conferencia, y los breaks resultaron cortos para seguirla. Como también resultó corta la minuciosa visita al tambo de Ancali, allí cerca, hoy el más grande del mundo en esta nueva tecnología: 64 robots ordeñando más de 3000 vacas con un promedio de 42 litros de leche por día.
Ana Fernández Mouján junto a los hermanos Martín y Gastón Brito, que en Córdoba se están lanzando al tambo robotizado con fábrica de quesos incluida.
"El agro, filtro ambiental"
Editorial del Ing. agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 24 de noviembre de 2018"
Los agroalimentos deben generar confianza entre productores y consumidores.
El agro en general y la ganadería en particular están siendo objeto de un ataque feroz a nivel global. Hundidos en nuestras propias tribulaciones, a veces no percibimos al enemigo más peligroso, que ataca desde distintos frentes con un común denominador: zapar las bases ancestrales de la confianza entre agricultores y consumidores.
Un frente es la tecnofobia. Otro, la apelación a emociones fáciles como “los derechos de los animales”. Y finalmente, el impacto ambiental de la producción agropecuaria. La onda nació en la vieja Europa, hace 50 años, cuando los estudiantes del mayo francés (que tanto nos marcaron en nuestras propias y dolorosas rebeldías) dejaron el romance de las barricadas y devinieron en “ecologistas”. El líder de aquella revuelta fue Daniel Cohn-Bendit, quien desde 1994 es eurodiputado y portavoz del Partido Verde Europeo. Atrás de su discurso, anida la idea de que “el capitalismo no da más” de hace medio siglo.
"El avión del campo no para"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 10 de noviembre de 2018
En Brasil, ya está rodando un pedido de aplicar derechos de exportación del 10% para el poroto “crudo.
En una semana jalonada por el paro salvaje de Aerolíneas, el absurdo de la escalada contra Uber y otras tribulaciones que siguen mellando el ánimo de los argentinos, el campo volvió a albergar unas cuantas buenas noticias. Repasemos.
La primera: el miércoles en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el sub secretario de Agricultura Luis Urriza dio a conocer la primera estimación de la cosecha 2018/19. Vaticinó que alcanzará las 140 millones de toneladas, un récord absoluto. Es cierto, falta mucho y el tiempo tiene que acompañar. El único dato cierto es la superficie sembrada de cada cultivo. Con que se den los rindes de tendencia, lo que es muy probable frente a la coincidencia de todos los pronósticos climáticos (se va afirmando la tendencia a un año “Niño”), se alcanzaría fácilmente esa cifra.
A los productores no les gusta mucho ser buena noticia ni que se hable de cosecha récord. Agobiados por la presión impositiva, sobre todo después del regreso de las retenciones, el aumento del inmobiliario (en particular en la provincia de Buenos Aires), o la alícuota de Ingresos Brutos, temen que la buena noticia se convierta en un nuevo bumerán. Pero debiera sacar pecho, mostrando que a pesar de los mordiscos es el único sector de la economía que puede seguir dando campanazos.
"Detrás de la polvareda, el mundo"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín del 27 de octubre de 2018
La soja de Estados Unidos ahora tiene un arancel del 25% para ingresar a los puertos chinos, como el de Nantong.
Las urgencias levantan tal polvareda que nos impiden ver el horizonte. Mientras resolvemos nuestras cuitas, el mundo, que por cierto está también bastante complicado, está dando señales claras de por dónde va la cosa. Vayamos al grano.
El primer grano es la soja. El principal producto de la economía argentina, generador de un complejo que —con embarques por 20 mil millones de dólares anuales— hizo viable al país. Pero que para el imaginario colectivo es un yuyo, y para la política económica es simplemente una fuente (¿inagotable?) de dólares y recursos fiscales. Sin embargo, que la soja se está convirtiendo en una cuestión estratégica a nivel mundial es un hecho subrayado con gruesos trazos de evidencias.
Esta semana se agudizó la guerra comercial entra las dos grandes potencias del siglo XXI (Estados Unidos y China), que como sostiene Jorge Castro es sólo una expresión de la lucha por el poder a nivel planetario. Y la soja es el eje del conflicto.
"La bravata de la semana"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 13 de octubre de 2018
fuente: https://www.clarin.com/rural/bravata-semana_0_oU0CHrF6M.html
El dirigente sostuvo que “Argentina necesita con urgencia terminar con quienes saquean al país vendiendo productos primarios, en lugar de generar empleo produciendo y exportando trabajo argentino”.
Massa recorrió ayer la planta de de Dow Chemical en Bahía Blanca.
“Argentina necesita con urgencia terminar con quienes saquean al país vendiendo productos primarios, en lugar de generar empleo produciendo y exportando trabajo argentino”. La bravata fue lanzada por Sergio Massa, tras visitar la planta de Dow Chemical en Bahía Blanca. La dejo picando, como para intentar una disección meticulosa.
Dejemos de lado el tono innecesariamente agresivo y belicoso y vayamos al grano. Seguramente se refirió a los productores del campo, cuando dijo “Quienes saquean al país vendiendo productos primarios”. Dice el diccionario que el saqueo, también llamado pillaje, es la toma o el apoderamiento ilegítimo e indiscriminado de bienes ajenos: por la fuerza, como parte de una victoria política…Para el ex prominente funcionario K, los chacareros saquean al país cuando venden trigo, maíz, soja o carne. Señor, mientras usted habla, los productores están enterrando miles de millones de dólares, rescatados con mucho esfuerzo de las fauces voraces de la política, para regenerar el botín del que medran tantos parásitos. ¿O usted cree que los agricultores pampeanos son una tribu de recolectores, con todo el respeto que merecen los pueblos originarios, que sí trabajaban para procurarse su sustento?
El polémico tuit de Sergio Massa en su visita a Dow en Bahía Blanca.
Señor, la vaca no da la leche. Hay alguien que le da de comer a la vaca, alguien que la ordeña, que enfría la leche, que la transporta a la planta donde se pasteuriza, se homogeiniza, se envasa y se despacha al almacén. ¿Ha visto alguna vez un sachet de leche? Bueno, el sachet es de polietileno. Ese grumo blanco que a usted lo conmovió tanto cuando le mostraron cómo el gas se convertía en ese producto tan sofisticado.
Massa, el polietileno es el producto final de Dow. Sin embargo, es una simple materia prima en el proceso de la leche. El sachet cumple su misión cuando se llenó la última mamadera, y se tira (o se recicla). La leche le agrega valor al sachet.
Le cuento algo más. ¿Sabe usted cuál es el principal destino del polietileno que produce esa extraordinaria planta del polo petroquímico de Bahía Blanca? Seguramente ni se ocupó en preguntarlo. Le cuento: es para confeccionar silobolsas. Usted visitó la planta acompañado por la gobernadora de Tierra del Fuego. Ella debe saber que en su provincia está la mayor planta procesadora de plásticos por extrusión (Rio Chico), donde se producen silobolsas para todo el mundo.
El silobolsa es para almacenar granos, ¿recuerda? Un bolsón de esos se consume con el primer uso. Es la definición de insumo. Cuando usted mete 200 toneladas de maíz en un silobolsa, está haciendo lo mismo que con la leche en el sachet. El maíz le agrega valor al polietileno, que no tendría mercado si el “producto primario” no hubiera sido producido.
Sigamos. El polietileno es la fase final de un proceso que arrancó mucho antes, y que también requirió de las fábricas de Bahía Blanca. Por ejemplo, gasoil, producido en las refinerías que le agregan valor al petróleo patagónico. En la Argentina, el mayor consumidor de gasoil es el agro. Para sembrar, proteger los cultivos, cosecharlo y transportarlo.
Le digo más. El “saqueo” hubiera terminado con los suelos. Pero estos muchachos del campo saben, desde hace mucho, que para lograr una cosecha razonable hay que reponer los nutrientes. Algunos, más ambiciosos, van más allá de la reposición. Quieren rindes más altos cada vez. Esto es muy bueno para las fábricas del polo petroquímico, Massa. Al lado de Dow está Profértil, una planta que produce urea.
La urea es un fertilizante nitrogenado. Se construyó para exportar, aprovechando la abundancia de gas de los años 90. A todos les parecía bárbaro, porque íbamos a exportar productos industriales. Resulta que cuando la planta estuvo lista, los chacareros aprovecharon que el dólar que recibían por sus granos era el mismo que cuando compraban insumos. Entonces, se largaron a fertilizar. Consecuencia: en lugar de exportar urea, exportamos más trigo. ¿El país se primarizó?
Diría que no. El trigo le agregó valor a la urea. Por cada kilo de urea que el chacarero hundía en el lote, obtenía 10 kilos de trigo. Diez veces más viajes de camión a puerto, además del viaje de la urea al campo. Eso es empleo generado por los saqueadores.
Además del gasoil y el fertilizante, el campo tiene la costumbre de sembrar con máquinas. Argentina es líder mundial en siembra directa. Hay mucho empleo en las decenas de talleres que las diseñan y las fabrican. Hay laboratorios que producen biotecnología y agroquímicos, necesarios para protegerlos de las plagas. La peor es la ignorancia.
En la Argentina hay vida interior. Se respira aire fresco, semana tras semana, con los encuentros de jóvenes profesionales que irradian conocimiento, lo comparten como esta semana los chicos de Okandú, que como Santiago Lorenzatti han pasado por estas páginas. Es el país real, el que hizo que la Argentina sea todavía más viable que vivible.
Esos chicos, Massa, no se merecían su bravata.
"Una corriente de agua que abre surcos" Emprendimiento Hidropónico
Por Héctor Huergo en Clarín Rural del 29 de sptiembre de 2018
fuente:https://www.clarin.com/rural/corriente-agua-abre-surcos_0_7ZNEPC1J6.html
Sebastián Figuerón, el fundador de la empresa, luce orgulloso una de las plantas de lechugas frescas.
Agricultura urbana. Huertas verticales. Techos verdes. Todos los días nos sorprende alguna noticia convocante acerca de las nuevas propuestas para producir y distribuir alimentos. Desde la Casa Rosada, que abastece su gastronomía con las hortalizas producidas en el techo, hasta Whole Foods, la cadena de productos orgánicos adquirida recientemente por Amazon, que hace crecer la lechuga en sus propios locales.
Existe un boom de proyectos de hidroponía que atraen a fondos de inversión en todo el mundo. América del Norte, Asia y Medio Oriente lideran esas inversiones, con fines principalmente alimentarios y medicinales. Había que investigar el tema. A poco andar, alguien nos habló de un emprendimiento hidropónico grande en Uruguay, Verdeagua Hidroponia. “Es uno de los más antiguos y reconocidos de la región”, nos avisaron, y allá fuimos.
Verdeagua tiene su base productiva en Melilla, un punto estratégico de Montevideo, próximo al futuro Parque Agroalimentario. Allí está el invernáculo de 10.000 m2, importado de Francia, con todos los elementos y accesorios para un manejo inteligente (y a la vez sencillo y práctico) del agua y los nutrientes. Adentro, miles de bandejas generando el mosaico multicolor de una parafernalia de hortalizas de hoja, creciendo en un ambiente donde todo está bajo control: la temperatura, el flujo de agua, la luz. No hay un metro cuadrado sin aprovechar, las bandejas fluyen desde una esquina donde se siembran hasta las mesas donde permanecerán hasta la cosecha. De allí van a un galpón de acondicionamiento y empaque, de donde parten diariamente hacia las bocas de venta de Montevideo hasta Punta del Este.
Las hortalizas crecen en ambientes en los que está todo bajo control: temperatura, el flujo de agua y luz. No hay metro cuadrado sin aprovechar.
Todo empezó hace 20 años, de la mano de Sebastián Figuerón y Juan Herrera. Habían aprendido las bases de la producción hidropónica, y vieron que les brindaba la oportunidad de comercializar vegetales hidropónicos listos para consumir.
“De entrada notamos que éramos líderes en calidad, pero siempre nos faltó volumen. Nos pedían más y nos fuimos largando, con aportes de capital de inversores que se sumaron al proyecto. En los últimos años hemos iniciado un fuerte proceso de crecimiento de nuestra capacidad instalada. Comparado con 2016, hoy tenemos el doble de producción, y para 2019 esperamos triplicar nuestra producción actual”.
La cosecha crece juntos con la demanda lista para consumir.
Pruebas al canto: en un campo adyacente, un container espera con el segundo invernáculo, mientras una pala mecánica alista el terreno y lo deja nivelado para que el agua corra como corresponde.
El proceso de producción de Verdeagua consume un 90% menos de agua que la horticultura tradicional. “Estamos implementando un sistema de recolección y tratamiento del agua de lluvia para riego, y planeamos incorporar energía fotovoltaica para prácticamente independizarnos de la provisión de servicios públicos”, agrega Figuerón. Una pequeña represa, entre el galpón actual y el que viene, almacena el agua de lluvia.
El mayor crecimiento de la demanda les llegó por el lado de los vegetales listos para consumir. Su producto insignia se comercializa bajo la marca “Inspirada”, y consta de una selección de hojas de lechuga Salanova listas para consumir; lechuga común, rúcula y un topping que cambia según la presentación.
Comercializa su producción en Uruguay a través de una reconocida cadena de 12 supermercados boutique. Para alcanzar el nivel de calidad que exige esta cadena, trabajan exclusivamente con materias primas de producción propia. Quizá aquí radique una de las grandes ventajas competitivas de producir “sin suelo”: “Nuestro proceso 100% hidropónico y el posterior sanitizado aseguran la altísima calidad y la inocuidad de todos nuestros productos”. Los envases cuentan con un código QR “con lo que el consumidor puede acceder a la trazabilidad del proceso de producción de cada paquete que adquieren”, destaca Figuerón.
Control de procesos. Uno de los desafíos es formar recursos humanos.
La empresa se ha certificado en Uruguay como Empresa B. Son las que se caracterizan por tener un triple impacto, en desarrollo económico, social y protección del medio ambiente. “La empresa ofrece productos de la más alta calidad, con un gran proceso humano y de protección del medio ambiente de por medio”, comenta Diego Giay, uno de los argentinos que se incorporó a Verdeagua con la misión de escalar el negocio.
“El equipo de trabajo, que está compuesto en un 70% por mujeres, está muy comprometido e identificado con la empresa y eso lo demuestra el altísimo nivel de presentismo que tenemos, un hecho destacable en el ámbito rural”, agrega Giay, un joven abogado oriundo de Arrecifes que trabajó once años en el Estudio Marval y O’Farrel. Se especializó en Agronegocios, viajó a Estados Unidos y se enamoró de la hidroponía. Buscando qué hacer, conoció Verdeagua y…aquí está.
“Nuestra aspiración en el corto plazo es comercializar los productos en el Mercosur, y en el mediano plazo afianzarse como el líder regional en el diseño y operación de proyectos hidropónicos a escala comercial”, comenta Giay.
Uno de los mayores desafíos del sector es la formación de recursos humanos que puedan operar exitosamente proyectos a escala comercial. A diferencia de las huertas hogareñas y pequeños proyectos productivos, los proyectos a escala comercial tienen una curva de aprendizaje muy alta debido a las vicisitudes y complejidades propias de la escala, y de la diversidad de negocios que involucra: producción, comercialización y logística.
Verdeagua comercializa su producción en Uruguay a través de una cadena de 12 de supermercados boutique.
Otro de los grandes desafíos es la ausencia de capacidad instalada disponible, dado que la selección de proveedores y construcción de la infraestructura necesaria es un proceso que puede demorar años.
Iniciativas quegeneraninversiones
Entre las llamadas “startups” de alta tecnología en la agricultura, hay tres rubros infaltables: las aplicaciones para el manejo de Big Data, las propuestas de carnes sustitutas, y las huertas hidropónicas en todas sus variantes. Todas estas iniciativas están despertando interés dentro y fuera del sector, generando un interesante flujo de inversiones.
Hace veinte años, en una visita a la República Popular China, Clarín Rural visitó una imponente fábrica de lechuga. Un invernáculo de vidrio de cinco hectáreas, al lado de Shangai, donde solo trabajaban diez personas: un candiense, proveedor de la tecnología, y el resto chinos. Llamaba la atención el grado de automatización en un país que, en aquel momento, parecía que su ventaja competitiva era la amplia disponibilidad de mano de obra. Quizá por ellos nos haya parecido en aquel momento una curiosidad, antes que un planteo productivo realista.Pero los escenarios cambian. La tecnología del plástico permite levantar invernáculos mucho más económicos. Se sabe mucho más de nutrición y manejo para producir sin suelo. Los requisitos de un trabajo más humano, sin vivir agachados, un uso eficiente del agua y la superficie. Una menor necesidad de tratamientos de control de plagas, el avance de la genética, la búsqueda de maduración y productos uniformes. Unos cuantos argumentos como para pensar que la hidroponía tiene futuro. Al menos, en Uruguay ya tiene presente.