"Los árboles no llegan hasta el cielo"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 14 de abril de 2018
Por la sequía en la Argentina y la puja comercial entre EE.UU. y China, traer soja de los "farmers" a l país se hizo mucho más barato.
La importación de poroto de soja desde los Estados Unidos desató una pequeña tempestad. El tema tomó por sorpresa al mercado, sobre todo a los productores argentinos. Y desató toda clase de reacciones. No faltaron alusiones a la malicia de los crushers, que hacían esta “maniobra” para hacer caer los precios de la materia prima local.
En rigor, no se trata de maniobra alguna, sino de una simple respuesta a la realidad del mercado. Se dieron una serie de hechos que confluyeron en que traer un cargo de soja USA resultara en un menor costo que adquirir la mercadería a un productor local.
En primer lugar, la sequía diezmó la producción argentina, un dato que agrega presión a la ya escasez crónica de liquidez en el mercado de soja pampeana. Los chacareros tuvieron sobradas razones para sentarse sobre los silobolsas y vender con cuentagotas.
El año pasado, esperaban que a partir de enero 2018 se iniciara la rebaja de medio punto mensual en las retenciones. Había también alguna expectativa respecto al dólar. Ambas cosas se cumplieron.
En enero el tipo de cambio dio un sorpresivo respingo del 10%. Pero sobrevino la sequía. De pronto, el valor de la soja argentina se acomodó frente a Chicago y Golfo de México, limando la prima que siempre existe entre ambos orígenes.
Y de pronto, se desató el chisporroteo entre el presidente norteamericano Donald Trump y el líder chino Xi Jinping. En la escalada de amenazas, los chinos anunciaron la aplicación inminente de derechos de importación del 25% para la soja USA. Esto consolidó el encarecimiento de los puertos sudamericanos y provocó una incipiente corrida de precios en el mercado de los Estados Unidos.
Rápidos de reflejos, los operadores de algunas empresas con fuerte posición en el crushing local, como Vicentín, anotaron compras de soja en el Golfo e incluso en Brasil. Traer esa soja desde Estados Unidos cuesta menos de 50 dólares. Y la brecha superior a esa cifra. En un negocio de centavos, era inevitable que esto ocurriera. No tiene nada que ver con la existencia de retenciones en la Argentina, o con sistemas de seguro de precios en los Estados Unidos. Es lógica de manual. Son arbitrajes que siempre están latentes, aunque es inusual que se concreten.
Argentina y Brasil suelen vender barcos de maíz y harina de soja a los EEUU. En particular, a la costa este, entrando por el puerto de Wilmington. Es porque en ciertos momentos los precios en origen, más el costo del flete ferroviario desde el Medio Oeste hasta el este, atravesando los Apalaches, es más caro que llevarla desde Santos o Rosario.
Los EEUU tienen un buen sistema de barcazas vía el rio Mississippi hasta el Golfo. Podrían aprovechar para llevarla hasta allí, cargar un barco y descargarlo en Wilmington. Pero sucede que por una ley de hace cien años, todo el transporte marítimo de cabotaje debe hacerse con barcos y tripulación estadounidense. Este monopolio hace que finalmente a quienes necesitan maíz o harina de soja les resulte más barato traerla de Sudamérica.
Es cierto que la importación le pone freno a la espiral alcista de la soja. Pero conviene recordarlo: los árboles nunca llegan hasta el cielo. Esto era inevitable. La capacidad de molienda del clúster sojero supera las 60 millones de toneladas. La cosecha estará debajo de las 40, y encima con problemas de calidad. Esto agrega presión a la necesidad de contar con mercadería para procesar y sostener el liderazgo argentino en los dos productos de valor agregado de la soja: la harina y el aceite.
En ambos, la Argentina explica la mitad de la oferta mundial. Carecer de materia prima significa parar plantas u operar con costos no competitivos.
"Oro verde y vaca viva"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 07 de abril de 2018
El etanol que se produce en plantas como la de ACABio en Villa María permitió llegar a un corte del 12% en las naftas.
El centro de gravedad se trasladó al conflicto entre China y Estados Unidos, las amenazas de sanciones comerciales cruzadas pusieron en alerta al mundo agropecuario, con impactos inmediatos en los precios y una incertidumbre inevitable sobre el mediano plazo. De eso nos ocupamos en las páginas centrales de este suplemento.
Pero que el humo no tape algunas cosas que quedaron en segundo plano… Por ejemplo, el nuevo encuentro de la Mesa Forestal, encabezada por el propio presidente Mauricio Macri, esta vez en Misiones.
Más allá de la importancia específica de la mesa (con sólidos avances en el fomento a plantaciones forestales, los bitrenes, la construcción en madera, el impulso a inversiones en nuevas industrias), hubo un mensaje muy fuerte: la reunión se celebró en una recientemente inaugurada planta de generación eléctrica con chips de madera. Una foto que dice más que mil palabras y nos acerca a un nuevo paradigma del desarrollo.
El sábado pasado, en estas mismas páginas, recogíamos el impactante informe “Sky” que acababa de lanzar la Royal Dutch Shell, en la que prácticamente le firmaban el acta de defunción y enterraban al petróleo, con todos los honores. Pero nadie se muere en las vísperas.
El viejo y quizá obsoleto “oro negro” sigue seduciendo por su promesa económica, más allá de que la humanidad ha dado ya signos contundentes de que quiere ir a otra cosa. No vamos a ser más papistas que el Papa: oro negro y Vaca Muerta pueden ser una alternativa económica, pero no van a ser bien vistos a la hora de incluir la ecuación ambiental.
Proponemos Oro Verde y Vaca Viva. Lo bueno es que lo estamos haciendo. Pocos reflexionan sobre un hecho cotidiano: cada vez que llenamos el tanque con nafta, estamos poniendo un 12% de etanol. Esto sucede desde hace apenas dos años. Antes era un 10%, y hace cinco años, cero.
Cuando cargamos gasoil, un 10% es biodiésel. Con todas las idas y vueltas, lo concreto es que los biocombustibles forman parte de una política de estado, no exenta de controversias, presiones, lobbies cruzados. Pero allí están.
Y se han convertido en la política ambiental más concreta y de mayor impacto hasta el presente. Estamos reduciendo emisiones de CO2. El balance del etanol arroja una reducción del 65%. En el biodiésel de nuestra soja, más todavía.
Desde el punto de vista económico, ha permitido sustituir importaciones de combustibles, que se habían empinado peligrosamente. La Argentina, a pesar de algunas ampliaciones, no cuenta con capacidad de refinación de petróleo suficiente para abastecer su consumo. No hay escala para instalar nuevas refinerías, muy costosas.
Los biocombustibles lo permitieron. Generaron descentralización, inversiones, y una mejora en la economía de los productores. Hoy en la cuenca etanolera de Córdoba (Río Cuarto, Villa María, Alejandro Roca) el precio del maíz se equiparó al FAS Rosario. Es decir, se generó un “puerto seco” en el interior, disolviendo el costo del flete al Paraná.
Y se combina con la “Vaca Viva”. Por cada metro cúbico de etanol que despachan estas plantas, sale una tonelada de burlanda, el co-producto de la fermentación del maíz. Toda la región cuenta con un recurso forrajero muy eficiente y económico, potenciando la producción de leche y carne. Alimento y energía, sin salir de casa.
Podemos ir a más. Subir el corte del etanol del 12 al 18%, para lo cual no hay impedimentos técnicos insalvables, significaría aumentar la demanda de maíz, un cereal en plena expansión. De no incrementar el consumo local, los excedentes se volcarían al mercado mundial, deprimiendo los precios. Sí, oro verde y Vaca Viva.
"Sky" o cómo la Shell va al petróleo"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 31 de marzo de 2018
Las plantas de etanol en Córdoba -por ejemplo la de Bio 4 en Río Cuarto-, ya procesan el 10% de la producción cordobesa del cereal.
Varias buenas noticias esta semana: alguna ayuda impositiva y financiera para los afectados por el clima, una nueva reunión de la mesa de carnes con el presidente Macri (que arrojó como saldo concreto la reducción paulatina de los derechos de exportación del cuero crudo), una actualización del precio de los biocombustibles. Sin embargo, lo más importante ocurrió afuera.
La Royal Dutch Shell, sin duda la petrolera más emblemática, lanzó esta semana su modelo “Sky”, su visión de cómo será el mundo energético en el 2070.
Sin cortapisas, el escenario remarca que habrá una fuerte reducción de las emisiones de carbono, resultado de la combinación de vehículos eléctricos, generación y almacenaje de energía y otras nuevas tecnologías que cortarán a nivel global el cordón umbilical con la energía fósil. Y no depende de que Trump se haya retirado del Acuerdo de París, porque las empresas de los EE. UU. igual se sumarán al esfuerzo global.
De acuerdo con el documento de Shell, hoy el carbón explica el 27% de la energía, el petróleo el 32% y el gas natural el 23%. En 2070, el escenario Sky le asigna al carbón el 6%, al natural gas otro 6%, y al petróleo el 10%. “Es técnicamente posible, aunque desafiante”, remarca. Ya lo dijo Marcelo Iezzi: “la Edad de Piedra no se terminó por falta de piedras”.
Esto no significa que petróleo y gas quedan completamente afuera de la estampita. Sin embargo, Sky es un enorme paso adelante. Sobre todo, marca un rumbo para la transformación de la economía global.
Para la Argentina es una señal muy fuerte. Hace falta pegar un puñetazo en la mesa y gritar “vengan todos para acá”. Porque a veces estamos mirando otra película. Le ponemos todas las fichas al shale, esperamos mucho del viejo mundo del petróleo, y no hacemos los esfuerzos mínimos por comprender toda la problemática y aprovechar las extraordinarias posibilidades que nos brinda el cambio en marcha. Sí, me estoy refiriendo fundamentalmente a la vapuleada bioenergía.
Conviene recordar que la inclusión de biocombustibles en el gasoil y la nafta fue un enorme salto adelante. Es la mejor noticia ambiental desde que hay conciencia de carbono.Hoy la Argentina corta el gasoil con el 10% y la nafta con el 12%. Una reducción de al menos 3 millones de toneladas de carbono fósil por año.
Es una buena señal que esta semana se hayan actualizado los precios del etanol y el biodiésel. También, que haya ido aumentando el interés por el biogás, combinando en este caso la conversión de efluentes en fuente de energía, o habilitando el uso de biomasa antes sin destino.
Pero está todo demasiado empastado, y los funcionarios más encumbrados del gobierno los miran de reojo. Será que no hemos sabido convencerlos. Quizá Sky nos ayude. Después de todo, el ministro de Energía Juan José Aranguren hizo toda su carrera en la Shell, que además es una de las mayores productoras de etanol en Brasil (Raizem, un JV con Cosam).
Los productores locales también miran para otro lado. Piensan que los biocombustibles son un negocio “de otros”. Pero ahora pueden ver claramente cómo los beneficios difunden por toda la cadena: en Villa María y Río Cuarto, donde están las principales plantas de etanol, ha desaparecido el diferencial histórico del precio del maíz respecto a Rosario. Y hoy solo muelen 1,5 millón de toneladas, el 10% de la producción cordobesa.
Solo la mitad de ese 12% de etanol en la nafta viene del maíz. Es decir, un 6%. Si pasáramos al E18, se triplicaría la demanda del cereal. Y habría nuevas inversiones por más de mil millones de dólares en la región. Nos ahorraríamos importaciones de nafta y petróleo, y nos alinearía mejor al modelo Sky.
"El deber del agua"
Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 24 de marzo de 2018
Por el impacto de la sequía, en este ciclo se cosecharán 30 millones de toneladas menos de granos.
El jueves pasado se celebró el Día Mundial del Agua, instituido por las Naciones Unidas. El espacio comunicacional fue atronado por las alusiones al “derecho al agua”, evocando su importancia para la vida y otras obviedades de quienes nunca vieron lo que es capaz de hacer una vaca sedienta para encontrar y llegar al bebedero.
El mismo jueves, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires actualizaba su informe sobre la evolución de la cosecha, proyectando las cifras de pérdidas ocasionadas por la feroz sequía que se abatió este verano sobre estas pampas. Se fueron por el caño 3.400 millones de dólares, lo que significa una caída directa del 0,5% del PBI, además de las consecuencias en cascada. Para los productores y los pueblos del interior, el comercio, desde los corralones de material de construcción, artículos para el hogar y todo lo que se echa encima el chacarero con lo que le sobra.
Treinta millones de toneladas de granos menosque las esperadas significan un millón de viajes que los camiones nunca harán. Cada viaje son, además del salario del camionero, cuatro comidas en parrillas, 18 cubiertas que no se consumen, 500 litros de combustible, estaciones de servicio menos concurridas.
Esto es lo que provocó la sequía. Y veníamos de un ciclo de inundaciones y saturación de napas que dominó toda la escena pampeana durante tres años. El agua, por exceso y por defecto.
Entonces, vamos a invertir la carga de la prueba, con permiso de los funcionarios de las Naciones Unidas y sus acólitos que reproducen, con fluidez e ignorancia, sus muletillas progresistas. En lugar del “derecho al agua”, vamos a hablar del “deber del agua”.
Sabemos desde hace dos siglos que en estas pampas se alternan sequías e inundaciones. “Ya lo decía Ameghino” es la versión criolla del slogan inútil. “Obras de retención, no de desagüe”, mal tradujeron su pensamiento. El gran naturalista argentino decía que había que hacer las dos. El debate fue estéril, porque no hicimos ni unas ni otras, salvo algunos canales que apenas atenuaban los efectos de las correntadas, cuando venían.
Desde no hace tanto tiempo, sabemos que además de esta secuencia rítmica, está el cambio climático. Que las exacerba y dramatiza. Como ahora. ¿Alguien imaginaba que al atraso en la siembra por la saturación de los suelos, el problema de las napas altas, los cientos de miles de hectáreas directamente perdidas para la campaña, iban a derivar en pocas semanas en la mayor sequía en medio siglo?
El evento deja muchas enseñanzas. Revela la eficiencia de nuestro sistema de producción en secano. Con buen manejo, muchos lotes de maíz, soja, sorgo y girasol están entregando rindes inesperadamente altos, a fuerza de napa.
La siembra directa revela todo su valor cuando falta el agua. Y también se subraya la importancia de contar con mejoras genéticas que, precisamente, apuntan a batallar contra el stress hídrico. Los eventos de tolerancia a sequía para soja y trigo, por ejemplo, están a la vuelta de la esquina y forman parte, por defecto, del “deber del agua”.
El gran desafío, que puede convertirse en la gran epopeya que necesita este país, es manejar el agua. La buena noticia es que en esto está el gobierno. El subsecretario de Recursos Hídricos, Pablo Bereciartúa, tiene una visión audaz. Drenaje, pero también riego. Hasta piensa en una hidrovía que conecte Córdoba con el Atlántico. Firmó acuerdos con los ingenieros holandeses, algo que planteamos hace años en estas páginas.
Sabe también que no todo es ingeniería “dura”. Hace falta ponerse de acuerdo entre provincias, municipios, productores y ciudadanos “de a pie”. Son obras, y es cultura. Pero lo que está en juego es dominar el agua. No porque van a venir por ella, sino porque ella va a venir por nosotros. O no va a venir, lo que es peor.
"Hay vida inteligente en las pampas"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 17 de marzo de 2018"
La expo fue una pequeña Babel, con decenas de expertos, empresarios y hasta funcionarios de alto nivel.
Expoagro 2018, que finalizó anoche en San Nicolás, fue sin duda alguna la mejor de la historia. No solo por tamaño, cantidad de empresas presentes, calidad del predio y organización, que marcaron el hito más alto desde que este tipo de exposiciones dinámicas y a campo arrancaron en el país hace 35 años. En esencia, fue el envase perfecto para una corriente de innovaciones que nos anticipa el futuro.
Y, por sobre todas las cosas, una exhibición de que hay vida inteligente en estas pampas. Porque en la onda de la inteligencia artificial, a veces olvidamos que no hay red neuronal aplicada a las “cosas” que no haya pasado previamente por un proceso de imaginación, de capacidad para leer las necesidades, y actuar en consecuencia. El “internet de las cosas” existe porque alguien creó “las cosas”, que siguen siendo el eje sobre el que el mundo gira.
Tenemos el privilegio de vivir una etapa fenomenal del desarrollo de la agricultura. Y donde la inteligencia local está cumpliendo un papel más que relevante. Expoagro fue una pequeña Babel, con decenas de expertos, empresarios y hasta funcionarios de alto nivel que quisieron ver por qué la agropecuaria argentina es tan competitiva, imbatible, en la gran arena internacional. 150 representantes del área agrícola del G20 desfilaron por los stands donde se exhibían los fundamentos de la Segunda Revolución de las Pampas, la de la conquista tecnológica: las sembradoras directas, las pulverizadoras de 40 metros de ancho de labor, el silobolsa con sus llenadoras y extractoras.
La civilización dio un salto fenomenal con el invento del arado, que fundó la agricultura y nos liberó de la esclavitud de la caza. Descubrimos que removiendo la tierra y colocando una semilla, crecería una planta y cosecharíamos sus frutos. Bueno, en la Argentina, hace tres décadas, firmamos el acta de defunción del arado. Lo enterramos con todos los honores.
En las 90 hectáreas de Expoagro no había un solo arado ni una rastra de discos ni de dientes ni ningún otro instrumento de tortura de los suelos. Aprendimos la siembra directa. El mundo todavía nos mira de reojo, cree que no es “para ellos”, pero aquí nadie vuelve la vista atrás, a pesar de nuevas problemáticas como las malezas resistentes. Evolución. Las sembradoras fabricadas en el país incorporan conceptos del primer mundo, como sustituir mandos mecánicos por motores eléctricos. Pero sin olvidar que aquí manda la eficiencia. Entonces, aparecen cosas que no habíamos visto antes, tan sencillas como necesarias. Por ejemplo, una nodriza para duplicar la capacidad de trabajo de la sembradora reduciendo la necesidad de paradas para recargarlas. Nadie en el mundo había tenido la idea de Víctor Juri.
La siembra directa sustituye labores por tratamientos de control de malezas. Irrumpieron las pulverizadoras automotrices, con varios fabricantes que le dan pelea a las grandes marcas. Adoptaron rápidamente los botalones de carbono, que permitieron que sus máquinas livianas llegaran a anchos de labor impensados. Adoptando transmisión mecánica pero automática, con variación de velocidad sin escalonamiento, poniendo bajo escrutinio a la elegante transmisión hidrostática que facilita la tracción a las cuatro ruedas.
Hace 35 años tampoco existían los carros autodescargables, porque las cosechadoras tenían tolvas chicas. Cuando llegaron las grandes, se les abrió el camino. Los autodescargables se generalizaron y llegan a tamaños enormes. Apareció el problema de la compactación, incompatible con la directa. Apareció la solución: las orugas, que no solo son para cuando llueve.
Sí, hay vida inteligente en esta tierra… Se la vio en Expoagro.
"Expoagro, en una semana histórica"
Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 14 de marzo de 2018
Cambiamos, y para el campo también cambió la historia
En la muestra, los productores y contratistas se encontrarán con nuevas herramientas que permiten una relación más amigable con el ambiente, mayor eficiencia y un uso más inteligente de los insumos.
Dos acontecimientos coincidentes: mañana se cumplen 10 años del inicio de la epopeya de la 125. El martes se inicia Expoagro, la mayor muestra del potencial del agro en acción. Hay un hilo que las une, en el origen y el destino, bobinando una historia fascinante, aunque como todo lo esencial repta escondido en la hojarasca de nuestras tribulaciones.
Expoagro y sus antecesoras –Expodinámica, Expochacra, Feriagro—formaron parte de la Segunda Revolución de las Pampas, como la bautizamos en estas páginas a principios de los 90. La primera había sido la de la conquista territorial, cuando el país se ordenó para desarrollar su primer negocio histórico: producir alimentos para el mundo de la revolución industrial. El ciclo duró hasta los años 30. Fuimos granero del mundo y nuestras carnes alcanzaron la fama que aún conservan. La Argentina estaba orgullosa de su agro.
Después perdimos la confianza –por así decirlo-- y quisimos hacer otra cosa. Vino una penosa decadencia de 40 años en el agro. Hasta que a partir de los 70 bramadores la historia empezó a cambiar. En esa década pasamos de 20 a 40 millones de toneladas, y se expandió el stock bovino.Tres drivers de este salto: los trigos mejicanos, los híbridos de maíz y el arribo del sorgo granífero. La soja apenas hacía sus pininos.
Una nueva generación se abría paso entre los yuyos sin hacer barullo. Había nacido el INTA, los grupos CREA, las compañías de semillas respiraban nuevos aires y brotaban las primeras agrotécnicas. En 1983 nace la primera Expodinámica, la recordada La Laura en Chacabuco, que se inspiró en el Farm Progress Show del cinturón agrícola de los Estados Unidos. Ese mismo año la visitamos con 150 productores ávidos de novedades.
No ayudó el contexto de los 80, pero el fuego estaba calentando la pava. Permanecimos estancados en las 40 millones de toneladas. Pero la soja metía la cuchara, primero con el treflán, luego con la siembra sin arar que evolucionó hasta la siembra directa, la biotecnología. De la mano de esa generación de oro que nos regaló la nueva agricultura, entre 1995 y el 2000 la producción saltó de aquellas 45 a 70 millones. El proceso siguió hasta el 2008, precisamente el año de la 125, cuando rozamos las 100 millones de toneladas.
Esa fenomenal expansión, de base exclusivamente tecnológica y organizacional, permitió que la sociedad comenzara a percibir que el campo podía ser una palanca para el desarrollo. La sociedad recuperaba su confianza, mellada en los años del languidecimiento. Encima, llegaron los nuevos drivers para los precios: la demanda de proteínas de los asiáticos, en particular China, y la estampida del petróleo a partir del 2003.
Por eso cuando el agro se rebeló, ganó rápidamente empatía. Había calado hondo en el imaginario colectivo que el campo y la agroindustria estaban más del lado de la solución que del problema. Creo que no fue suficientemente expuesto por los analistas el rol de la asonada ruralista del 2008 como principio de la decadencia del ciclo k, que hasta ese momento venía por todo. Explícitamente.
Cambiamos, y para el campo también cambió la historia. Se pudo volver a crecer. La parafernalia de innovaciones que jalonaron esta epopeya atraen el interés de todo el mundo. Desde la siembra directa hasta el silo bolsa, nuestros propios desarrollos biotecnológicos, el carbono en la maquinaria agrícola. Decenas de delegaciones visitarán Expoagro. Se encontrarán con nuevas herramientas, que permiten una agricultura cada vez más amigable con el medio ambiente, más eficiente, más inteligente en términos de dotación de recursos.
Esto une al campo con la ciudad. No pidamos más. Celebremos en San Nicolás, cuya intendencia tiene más claro que nadie que vamos juntos.