"Acuerdo del Grupo AgroEnergía S.A. con Rusia"
Grupo AgroEnergía sella acuerdo con empresa líder rusa
Buenos Aires, Argentina (Enero 2018) - La firma Grupo AgroEnergía S.A., distribuidor global de Síntesis Química S.A., anunció un millonario acuerdo con la empresa rusa Agroliga, grupo con presencia en diferentes países del Viejo Continente.
Grupo AgroEnergía S.A. selló un contrato por 4,6 millones de dólares con la compañía Agroliga de la Federación Rusa para el abastecimiento de su línea de productos biológicos inoculantes.
“Se trata de un acuerdo para el abastecimiento de nuestra línea de inoculantes Noctin, entre ellos nuestros reconocidos Noctin A, Noctin Amo, Pronoc MULTI y Noctin AZO”, señalaron desde el
Departamento de Comercio Exterior de Síntesis Química S.A..
’Agroliga Group’, de acuerdo con la calificación de la revista “Latifundist", es una de las mayores participaciones en el sector agrícola en la Federación Rusa. “Nuestro holding utiliza tecnologías avanzadas destinadas a la producción de cultivos de alta calidad y alto rendimiento, así como equipos modernos y maquinaria agrícola”, expresó un directivo de Agroliga, con sede central en la ciudad de Moscú y presencia en otras naciones europeas.
Grupo AgroEnergía S.A., por su parte, es una empresa argentina distribuidora de productos
agroquímicos e inoculantes que comercializa productos de diferentes proveedores, entre ellos Síntesis Química S.A.. Esta última es una compañía con casi 65 años en el mercado internacional
dedicada a la fabricación de especialidades químicas y de productos biológicos para la agricultura.
Dir. de Comunicación
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"Todos los piratas tienen..."
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 06 enero 2018
Canta Serrat: “todos los piratas tienen medio plano de un botín…” En la Argentina, hace tiempo que la política encontró el otro medio plano del botín de la soja. Desde que se reimplantaron los derechos de exportación, durante la crisis del 2002, los sucesivos gobiernos K fueron incrementando las retenciones al principal producto de exportación del país, hasta alcanzar el tope del 35% que rigió entre diciembre del 2007 y diciembre del 2015.
Una de las primeras medidas que anunció Mauricio Macri al asumir la presidencia en aquel momento fue precisamente la reducción de los derechos de exportación de la soja de 35 a 30%, y que continuaría rebajándolas a un ritmo de 5% anual hasta eliminarlas. También exoneró de estos “malos impuestos” –como se cansó de repetir- las de trigo y maíz, que mucho no pesaban en la recaudación. Estaba dando cumplimiento a las promesas de campaña.
Enseguida apareció el coro de expertos, comunicadores y políticos a plantear el tema del “costo fiscal” de la medida. Volvió a escena la perorata sobre “la transferencia de ingresos a los sojeros”. Por eso no tuvo mayor trascendencia ni costo político el default en el que cayó la administración Macri unos meses después, cuando operó sobre parte de la dirigencia para que “le ofrecieran” el sacrificio de mantener las retenciones en el 30% durante el 2017, cuando tendrían que haber bajado al 25%.
En los quince años de vigencia, este “mal impuesto” se llevó en promedio el 30% de la soja producida en el país y exportada.Fueron 700 millones de toneladas, a un precio promedio de 430 dólares la tonelada. Unos 300.000 millones de dólares. El 30% significan 90.000 millones transferidos desde la cadena sojera al resto de la sociedad.
¿Cuánto de esto volvió al clúster? Prácticamente nada. El fondo sojero, una idea maquiavélica ideada por el kirchnerismo para conquistar la voluntad de los gobernadores, generó recursos para su utilización política.
¿Qué hubiera hecho el clúster sojero con esta plata? Bueno, hubiera seguido creciendo, invirtiendo, desarrollado los pueblos y ciudades del interior. Algunos hablan de la teoría del “derrame”. Nosotros hablamos del “efecto difusión”: cuando una actividad crece desde sus bases genuinas y sanas, a medida que se desarrolla, va generando actividad en todo el entorno.
Esa es la esencia del clúster. Si con la poca rentabilidad que quedaba se construyeron desde nuevos criaderos de cerdos, plantas de alimentos, feedlots, plantas de biocombustibles, además del boom de la construcción en ciudades de las provincias sojeras, imaginemos lo que hubiera sucedido con más recursos en manos de los nuevos emprendedores del agro.
Pero vayamos más allá. Imaginemos que –a través de algún mecanismo menos nocivo que las retenciones derivadas a rentas generales—una parte de la renta sojera volvía en obras de infraestructura. Caminos y, en particular, obras hídricas.
Hace unos meses la cuestión del agua y las napas saturadas tuvieron en vilo al 70% de la pampa húmeda. Ahora, más de la mitad (en muchos casos en las mismas regiones) se batalla contra la sequía e incluso contra los incendios.
Con el 10% de la recaudación por retenciones de soja, sería suficiente para hacer el “río interior”, el canal del Salado desde Junín al Atlántico, convirtiendo tierras bajas en campos de gran potencial. La evacuación de Melincué hacia el Paraná, el saneamiento de la cuenca del Río Quinto terminando con el conflicto que afecta a cuatro provincias. Enormes y audaces obras que permitirían no solo regular el agua, sino también aprovecharla para riego.
Ese es el verdadero sacrificio.
"Llovió acá y se sintió en el mundo"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 23 de diciembre de 2017"
La cotización de la soja se replegó a nivel mundial por las precipitaciones en la Pampa Húmeda.
Si algo hacía falta para entender la importancia del complejo soja argentino en el concierto global, vale la pena mirar lo que ocurrió en los últimos días. Las lluvias en la pampa húmeda, aunque desparejas, permitieron reanudar la siembra y acomodaron bastante a los cultivos ya implantados, que venían padeciendo la falta de agua. Consecuencia: sensible caída de los precios en Chicago.
No hay ningún otro producto de la economía argentina que genere impacto alguno en el mercado internacional. Y no es un producto cualquiera: en los últimos veinte años, la soja se convirtió en el más dinámico de los commodities agrícolas a nivel global. Así como a veces llega la tormenta perfecta, en este caso nos tocó una lluvia continua de este maná que permitió que la Argentina se convirtiera en un país viable.
A pesar de todo lo que se fue por el caño por mala praxis, contar con demanda consistente para un producto que fluye de la mano del conocimiento chacarero, es una fortaleza envidiable.
Pero no se puede jugar con fuego. Un estudio recién salido del horno, elaborado por la Fundación Mediterránea, demuestra que el poder adquisitivo actual de la soja es el más bajo en quince años. Con el agravante de que el estudio contempló los precios vigentes a noviembre pasado, un 5% por encima de los actuales. La soja a menos de 350 dólares FOB, con retenciones del 30%, arroja números muy finitos.
Entre otras cosas esto explica la retracción de la demanda de bienes de capital (y de consumo) por parte de los productores. Es cierto que queda bastante soja almacenada en los silobolsas.
Los chacareros tienden a pensar que tienen bitcoins en los bolsones, y están en su derecho aunque a veces se equivoquen, como en estas últimas semanas. Pero la realidad es que no encuentran mayores razones para liquidar su moneda de ahorro. Están seguros de que se va a cumplir la reducción de los derechos de exportación, a un ritmo del 0,5% mensual a partir del enero próximo.
Lo ratificó el flamante Ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere. Pero se sabe que en estas cuestiones la decisión no pasa por su área de incumbencias. Las grandes medidas que favorecieron al sector desde la llegada de la administración Macri fueron la salida del cepo y la unificación cambiaria, más la eliminación de las retenciones y restricciones a la exportación de maíz y trigo.
Al Ministerio le tocó la difícil tarea de dar la cara frente a las crisis regionales, conseguir algunos fondos para atender conflictos severos como el de la lechería y algunas frutas, y aliarse al sector azucarero para presionar a Energía con el tema del etanol.
Lo primero que debe esperarse, en consecuencia, es que Etchevehere logre contener el impulso recaudatorio, y sostener o mejorar el ritmo de caída de las retenciones. La tendencia es mala: esta misma semana el gobierno decidió aumentar los derechos de exportación del biodiésel (los llevó de cero a un 8%, lo que quita competitividad a toda la cadena).
Mal momento, porque con precios de la soja en baja, sacar de la cancha al biodiésel argentino significa más aceite en el mercado global ya sobre ofertado. Recordemos que hace quince días la India, el principal comprador, había subido el arancel de importación. Son dos mil millones de dólares en juego.
Más allá del juego macroeconómico, que es el que manda, a Agroindustria le quedan dos tareas fundamentales en la construcción de competitividad: la simplificación (leit motiv de Etchevehere) y la resolución de las tareas pendientes: ley de semillas y abaratamiento de insumos críticos como los fertilizantes. La buena noticia es que ambas están en agenda.
La otra buena noticia es la de siempre: llovió.
"Una cadena que el mundo teme y admira"
Editorial del Ing.Arg. Héctor Huergo en Clarín del sábado 16 de diciembre de 2017"
El aumento del arancel del 8%, que definió el Gobierno, deja al biodiésel fuera de combate.
Los dos grandes factores que le dieron sostén a los precios agrícolas, tras décadas de depresión por exceso de oferta, fueron la transición dietética en los países asiáticos, y la irrupción de los biocombustibles. Ambos siguen vigentes, pero…los contrarios también juegan. La Unión Europea y los Estados Unidos quieren sacar a la Argentina de la cancha. Lo están logrando.
Esta semana, el gobierno argentino elevó el arancel del biodiesel a un 8%, con lo que lo deja prácticamente fuera de combate. Ya sabemos: Estados Unidos le metió derechos de importación promedio del 70% (difieren según empresa proveedora), lo que no tiene fundamento alguno.
Solo subrayaba, con grueso trazo de evidencias, que van a cumplir con la promesa de campaña de Donald Trump: llevarse el trabajo a casa. Quedaba el mercado europeo, a duras penas recuperado tras ganar un Panel ante la OMC. Se habían retomado los embarques, con buen ritmo. Pero la UE le impone al bio argentino derechos del orden del 20%.
Eso ya lo ponía contra las cuerdas. Este 8% de retenciones prácticamente lo tira del ring. No es moco de pavo para la cadena sojera.
Conviene insistir en una cuestión clave. Lo más importante es que el mundo siga utilizando biodiesel. En cualquier lado. El efecto del biocombustible es digerir producto agrícola, generando demanda en un mercado que va incrementando la oferta.
El discurso efectista de “alimentos vs. energía” le ha quitado fuerza a esta demanda. Eso fue fogoneado por los dos sectores que recibieron el impacto de la irrupción de los biocombustibles en la gran escena global: la industria alimenticia (que ahora tenía que afrontar mayores costos por la suba de los granos), y la energía convencional, sometida a una competencia inesperada.
El aceite, más que un alimento, es un insumo de la industria alimenticia. Es más rica la papa frita que la papa hervida. Es también más práctica en el “food service”, en particular en las casas de comida rápida que siguen ganando la carrera gastronómica. Cada vez más la gente come afuera de casa, y allí gana la fritanga.
Pero la producción es más fuerte…La expansión de la soja en América y de la palma en el sudeste asiático metieron presión en el mercado del aceite. El biodiesel es una excelente forma de digerir los excedentes.Entonces, que la vieja Europa y los Estados Unidos mantengan sus planes de sustituir gasoil por biodiesel es una buena noticia. De lo contrario, la cotización del aceite caería en picada, afectando la ecuación de la soja.
La mala noticia es que lo quieren hacer ellos. Estados Unidos tiene aceite de sobra. Europa no. Así que van a seguir comprando. La mala noticia para la Argentina, que montó una poderosa industria integrada en los últimos quince años, es que pierde el eslabón final de la cadena de valor.
Convertir aceite en biodiesel significa utilizar un catalizador, el metilato, que es producido ahora en el propio complejo agroindustrial por una compañía alemana, que se instaló hace cinco años. Sustitución de importaciones.
Como subproducto, surge la glicerina de origen renovable (que sustituye a la convencional, de petróleo), donde hoy la Argentina manda a nivel mundial. Se han levantado varias plantas de refinación de glicerina, una molécula muy interesante que está dando lugar a una cascada de productos de alto valor como los bioplásticos. Todo esto está en juego.
También trascendió que la Argentina no va a litigar contra Estados Unidos en la OMC. El gobierno confía en la negociación directa, o directamente le da la razón a Trump abandonando el campo de batalla. Si esto sucede, asistiremos a la primarización de una industria que el mundo teme y admira.
"El cerdo, un gran escape"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 9 de octubre de 2017
El nivel de tecnología que utilizan las granjas porcinas permite producir 25 capones terminados por madre cada año.
Uno de los fenómenos más interesantes en la saga del campo es la expansión que están experimentando los cerdos. Como todo proceso, tiene sus idas y vueltas, arranques y retrocesos, controversias varias y cierto regusto plañidero. Pero la realidad es que la nave va. Y podría ir mucho mejor.
El despegue se inició hace diez años, cuando las retenciones capturaban toda la renta y encima arreciaban las restricciones a la exportación de maíz y trigo. El cerdo fue una vía de escape casi indispensable. Yo no eran los pequeños chacareros que intentaban darle valor a su maíz, en el modelo tradicional de 50 chanchas gestando a campo y pariendo en precarios cobertizos.
Lo nuevo eran criaderos bien concebidos, con escala mayor (300 madres para arriba) inversiones fuertes en estructura, galpones, comederos automáticos, piso ranurado, recogida y manejo de los purines, genética, sanidad y manejo.
La cuestión no era tanto el negocio del valor agregado, sino una norma de supervivencia: compensar las pérdidas de la agricultura a través de la conversión de insumos baratos en productos económicamente más viables.
No los unía el amor, sino el espanto. En poco tiempo, se generalizaron índices de productividad comparables a los mejores del mundo. Dos décadas atrás, solo un puñado de criaderos bien concebidos alcanzaba niveles de 25 capones terminados por madre y por año. Unos 3.000 kilos de carne.
Ahora, el que no tiene este piso no se anima a abrir la boca en los profusos encuentros del sector. La dinámica es fenomenal: viajes a Brasil, a Estados Unidos, a Dinamarca, países que estaban un paso adelante. El gap se achicó vertiginosamente.
Ejemplo: esta misma semana, cuando se superponen los cócteles de fin de año y los consabidos balances, una empresa escapó a la regla y lanzó un producto que mejora el peso de los lechones al destete. Medio centenar de productores se trenzaron en la discusión: si convienen madres hiper prolíficas o no tanto, para asegurarse un mayor peso por lechón nacido y más viabilidad.
Si destetar a los 21, a los 28 o a los 26 días. Si los tres meses, tres semanas y tres días típicos de la gestación deben dejarse atrás, porque son 114 días y es mejor llegar a los 116. Este es el nivel de precisión que maneja esta vanguardia, que no es patrulla perdida. Van adelante y crean una succión que arrastra a todos.
La producción creció. Prácticamente, se duplicó en una década. Y ya no están las retenciones como motor. Un buen marketing de las organizaciones del sector permitió que de pronto el cerdo ocupara un lugar impensado en las parrillas domésticas.
Hoy no falta una bondiola, alguna pulpa o el inefable matambre en todo asado dominical. Las ribs, los costeletas, el pechito. Pasamos de un consumo de menos de 5 kg por persona y por año, a los más de 10 actuales.
Algunos se organizaron, incluso, para exportar. Embocaron un par de embarques a Rusia, aprovechando una fisura que dejó Brasil por problemas de papeles. La gran oportunidad, sin embargo, es sustituir el consumo interno de carne vacuna, dejando más saldos exportables de un producto bien reconocido y de extraordinaria reputación en la Unión Europea, como reveló un reciente estudio del IPCVA.
Pero no todas son flores. La competitividad tranqueras adentro se pierde cuando el capón inicia su viaje al frigorífico. Costo argentino, como en todas las actividades, que obliga a operar en todos los frentes. Desde el IVA (hay presión para bajarlo al 10,5%, pero esto afectaría mal a los productores, que acumulan saldos por insumos y servicios que pagan el 21%), hasta ingresos brutos y otras gabelas que estimulan la marginalidad, una de las lacras de todas las cadenas cárnicas.
"Día fundacional en Christophersen"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 2 de noviembre de 2017
Esta semana se inauguró el biodigestor en el megatambo de Adecoagro.
El ministro de Agroindustria, Luis Etchevehere, estuvo presente en la inauguración.
Fue un día fundacional. Otro más en la saga fenomenal de la Segunda Revolución de las Pampas. La inauguración de la planta de generación eléctrico en el megatambo de Adecoagro hizo quebrar de emoción no solo a Ernesto Pittaluga, gerente de lechería de la empresa, en el final de su breve discurso. Lagrimeaban hasta el flamante ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, Mariano Bosch, el CEO de Adecoagro, y todo el equipo que había concretado una verdadera ruptura paradigmática en la forma de producir leche en la Argentina.
Yo también lloré. Un sueño convertido en realidad. En realidad, lo que se inauguró fue mucho más que un biodigestor. Se concretó la fase final de un círculo virtuoso, donde cada factor de la producción cumple con una misión específica. La tierra, la mejor tierra del país, en las suaves lomadas de Christophersen --a pocos metros de la famosa Picasa que siempre es mala noticia--, se dedica a la producción del alimento. Fundamentalmente, maíz, para grano y silaje. Pero también avena y trigos para ensilar. De 15 a 20 toneladas de materia seca de alta calidad para alimento de las lecheras.
Y la vaca cumple la función de transformar ese alimento en leche. Para explotar el extraordinario incremento del potencial genético de las vacas Holando, había que darles todo el confort. Empezando por evitar el costo energético y las penurias de los traslados continuos del pasto al tambo. Así, las vacas promedian desde hace un año los 37 litros por día. El doble que la media nacional, que dispone de la misma genética. Convierten un kilo de materia seca en 1,5 litros de leche.
El modelo Adecoagro permitió superar la enorme restricción para avanzar en escala. En Christophersen hay dos tambos de 3500 vacas cada uno. Se ordeñan en sendas calesitas a un ritmo de 500 vacas por hora, tres veces por día. En el país existen grandes productores de leche que desdoblan sus rodeos en varias unidades, y cada una se maneja con el sistema tradicional: un tambero que capitanea todo el manejo, desde el pasto hasta el ordeñe. Siete días por semana, dos veces por día.
Mariano Bosch se empeña en explicar que ellos no están cuestionando otros modelos, que pueden a su juicio ser funcionales. Pero rescata que este sistema les resulta funcional también desde el punto de vista de la organización del trabajo y la calidad de vida de los operadores. Turnos rotativos de ocho horas, la gente vive en el pueblo y unas combis los llevan todos los días al campo. Los niños van a la escuela, al club y socializan con sus amigos, rompiendo la dicotomía entre “los chicos del campo” y los de la ciudad. Una brecha que se disipa.
No hay que boyerear ni arrear las vacas bajo la lluvia, el frío, el calor y el barro. El confort no es tanto para las vacas como para la gente. Todo se controla mejor, desde el parto en el establo, la sacada de celo, la inseminación.
Y un dato clave. Bosch asegura que aún en los peores momentos de la lechería, como los que se vivieron en los últimos años, el sistema fue rentable. Nunca dio números en rojo, a pesar del costo de cualquier curva de aprendizaje. Por supuesto, no pueden darse el lujo de que algo falle. La clave es mantener la producción por encima de los 35 litros por vaca y por día. Están convencidos de que se puede.
Y convencieron a los accionistas, que hoy son miles de inversores. Hace cinco años abrieron su capital en el Nasdaq de Wall Street, donde cotizan bajo la sigla AGRO. Allá valoran no solo los números, sino también el valor de la sustentabilidad. Que incluye lo económico, lo ambiental y también lo social.