"Acortar la brecha, una oportunidad"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 24 junio de 2017
En estas páginas hace años venimos impulsando el cambio tecnológico en la ganadería.
Si algo hacía falta para confirmar la enorme oportunidad que se presenta para la carne vacuna, llegaron los datos del IPCVA sobre las exportaciones a China. Con 30.000 toneladas en los primeros cinco meses del 2017, ocupa holgadamente el primer lugar en volumen: tres veces más que los embarques a Chile, el segundo destino y cuatro que a Israel, el tercero.
Esta es la foto. La película es más fuerte. Hace cuatro años China no existía. Entre enero y mayo de 2014 apareció en el mapa con sorprendentes 5000 toneladas. Desde entonces, se multiplicó por 6. Y si bien los precios son inferiores a los de otros destinos (llevan cortes de menor valor y, por ahora, congelados y no frescos) permiten mejorar la integración del animal. Los cortes más caros siguen yendo a la UE, ya sea a través de la cuota Hilton o la más reciente 481 para carne de feedlot.
A este ritmo, China “amenaza” con arrasar con todo. La ganadería argentina, y la de la región, se encuentran frente a un revival de la epopeya de hace 150 años, cuando el invento del buque frigorífico permitió atender al explosivo mercado británico. Para ello hubo que organizarse como nación. “Alambren, no sean bárbaros”, gritó Sarmiento. Los colonos, el arado, la alfalfa, el molino, las aguadas. Tarquino, Virtuoso y Niágara, los elegidos de los criadores. Los ferrocarriles y los frigoríficos en los puertos de Rosario, Berisso, el Riachuelo. Porque aquí había fábricas antes del 45.
Perdimos el tren. Entre otras cosas, el tren de la tecnología. La agricultura, en los últimos treinta años, dio un salto tremendo. Aún falta, pero se puso a tiro del primer mundo. En algunos rubros, como la soja, es un claro líder en toda la cadena. Esta misma semana se conocieron los rindes, zona por zona. A pesar de los excesos hídricos y la demora en levantar una azarosa cosecha, se superan claramente los promedios de Iowa, Illinois o los Cerrados de Brasil.
Frente a este panorama, la ganadería pasea su atraso en cuatro patas. La eficiencia del stock es paupérrima. La combinación de un porcentaje de destete que apenas roza el 60%, con un peso de faena ridículamente bajo, no solo significa una dilapidación fenomenal del recurso más escaso, la vaca. Es el verdadero torno de la fábrica de carne. Cuatro de cada diez tornos permanece ocioso, pero con un agravante: igual sigue consumiendo.
Y esto significa no solo pérdida económica. También hay una componente ambiental a la que hay que prestarle atención. Las emisiones de metano de los rumiantes constituyen una de las componentes más delicadas del fenómeno del cambio climático. Como en todo proceso, el primer paso para reducir el impacto ambiental es mejorar la eficiencia. Para ello se debe operar en todo el circuito productivo. Desde la cría, logrando preñar todas las vacas, hasta el engorde, llevando a más kilos cada animal logrado.
En estas páginas, desde hace años, venimos impulsando el cambio tecnológico en la ganadería. Con orgullo, advertimos que ayer mismo, en su clásica “Experiencia Forrajera” de Ameghino, la gente de Claas introdujo dos charlas sobre temas lanzados en Clarín Rural: el shredlage y el earlage. Ambas apuntan a mejorar la eficiencia nutricional. Más litros de leche, o más kilos de carne por hectárea. Valor agregado en origen. Porque valor agregado no es mayor grado de elaboración sino reducción del costo por unidad de producto.
Si vamos a abastecer la demanda china, sin desatender otros mercados que siguen vivitos y coleando, más la voracidad criolla que felizmente no sabe prescindir del asado, habrá que animarse al gran salto. Muchos lo están dando. La mayoría viene muy atrás. Acortar la brecha es una oportunidad.
"El estancamiento de la soja"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 17 de junio de 2017
Maíz y trigo crecieron 50% a pleno en el gobierno de Macri. La soja permaneció invariable.
Hace ocho meses, el gobierno decidió incumplir una de las promesas de campaña más esperadas en el campo: interrumpir la reducción del 5% anual de las retenciones para la soja. Editorializamos sobre esto el 6/10/2016, anticipando que la medida implicaría una merma en la producción de soja, con lo que se disiparía parte del efecto recaudatorio esperado.
Fue lo que finalmente sucedió. Al menos, en términos relativos. Maíz y trigo crecieron 50% en el primer año a pleno del gobierno de Macri. La soja permaneció estancada. De manual.
No fue el peor efecto. Más grave fue el daño en el clima de negocios. Haber alterado las reglas de juego sobre la marcha, en un negocio de márgenes tan finitos, provocó daños concretos a quienes habían tomado coberturas en los mercados de futuros descontando que los derechos de exportación del 2017 iban a estar en el 25% y no en el 30%, como finalmente quedaron. Esto hizo –me consta—que un importante player del mercado global de productos agrícolas decidiera postergar una decisión que había logrado consensuar en su Directorio: invertir finalmente en el procesamiento de soja.
Con habilidad, el ministro de Agroindustria Ricardo Buryaile logró que desde el ruralismo se le ofreciera “la gauchada” de aceptar la postergación por un año de la quita. Esto le significó al campo la transferencia de unos mil millones de dólares. Las retenciones totales que pagará el complejo soja alcanzarán a los 6000 millones de dólares.
La razón de la medida es estrictamente fiscal. Pero está sustentada en una idea que tiene mucho arraigo incluso entre los analistas del sector. Se sostiene con frecuencia que si se hubieran eliminado totalmente los derechos de exportación a la soja, nadie hubiera sembrado otra cosa. Y hubiera seguido la “sojización”, muletilla letal amasada por la ideología tecnofóbica. Entonces, la sombra de las políticas activas extiende sus tentáculos sobre la pampa argentina. Caemos con facilidad en la “tentación del bien” que describía con sabia precisión Francesco Di Castri en sus recordadas intervenciones en los Congresos de Aapresid.
Es hora de destruir algunos mitos peligrosos. El tema de la “sojización” está sobrevendido. Nadie niega la conveniencia agronómica y comercial de las rotaciones con cereales. Pero estos argumentos endógenos terminan justificando la exacción. En la era K, se succionaron 75.000 millones de dólares solo al sector soja. Se fueron por el caño, del campo a la ciudad.
Seamos justos. Ahora, por lo menos, se ven obras por todos lados. Es febril el ritmo en muchas rutas cruciales, a nivel nacional y en algunas provincias. Y se arrancó fuerte con el tema hidráulico, donde los años de abandono eclosionaron con el cambio climático. Esta semana Pablo Bereciartúa, subsecretario de Recursos Hídricos, dio cuenta de los avances en la cuenca del Salado, el canal San Antonio (del norte al sur de San Francisco, Córdoba, al Carcarañá), y soluciones nuevas e imaginativas para el complicado sistema de la cuenca sur de Córdoba, norte de La Pampa y oeste de Buenos Aires.
Estas obras permitirán recuperar área y dar más seguridad en una región de extraordinario potencial agrícola. Bienvenidas. Pero para que se aprovechen a pleno, es fundamental que la soja corte amarras y vuelva a crecer. Los contrarios también juegan: sin retenciones, Estados Unidos, Brasil y Paraguay vienen creciendo a los saltos, amenazando el liderazgo argentino en los productos más dinámicos de la agricultura mundial: la harina, el aceite y el biodiesel de soja. Cambiemos.
"Balance agrícola con algunas sorpresas"
Nota del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Económico del 11 de junio de 2017
Una fuerte recuperación de las cosechas de maíz y trigo, y una mediocre performance de la soja, que permanece estancada. Ese es el balance agropecuario —simplificado— de los primeros 18 meses del gobierno de Macri.
Pero cualquier simplificación es traicionera. Abajo de estas cifras sencillas se esconde el iceberg, el gigante sumergido que hibernaba, más que por frío, por inanición. El gobierno kirchnerista, a partir de la recordada batalla por la resolución 125 (que se dirimió a favor del agro e inició la cuenta regresiva de la era K) decidió vengarse del campo, sin medir las consecuencias sobre su propia gestión.
La primera medida que anunció Mauricio Macri a los pocos días de asumir, fue la eliminación de los derechos de exportación (retenciones) al trigo (23%) y el maíz (20%), y la reducción de 5 puntos (del 35 al 30%) las de la soja. Lo hizo en Pergamino, en pleno diciembre del 2015, cuando el trigo estaba en plena cosecha y el maíz estiraba sus panojas anunciando la floración, el período crítico. Es decir, la decisión ya no podía torcer el volumen de la cosecha, la última que se sembró bajo el gobierno de CFK.
Esperanzas
Los chacareros tenían la esperanza de un triunfo de Cambiemos, donde volcaron sus votos con fervor. Pero entre que venían exhaustos financieramente y el temor de la continuidad, se movieron con cautela. Poco trigo, poco maíz, cultivos que exigen una mayor inversión por hectárea que la soja, ese maná que cayó sobre las pampas hace cuatro décadas y siempre se la rebuscó para dejar algún margen, gracias a la revolución tecnológica que experimentó su cultivo.
El trigo y el maíz padecían otro flagelo: las restricciones a la exportación. La estrategia inaugurada por el inefable Guillermo Moreno y continuada por sus sucesores consistía en “desacoplar” el precio interno de los granos respecto a la cotización internacional. Para ello se apeló a las retenciones. Los derechos de exportación operan recortando los precios internos, teóricamente en la misma proporción. Pero no le resultó suficiente. El paradigma de “la mesa de los argentinos” lo llevó al paso siguiente: trabar las exportaciones. Apareció el mecanismo de los “ROE”, que implicaba pedir autorización para cada embarque.
La realidad es que el mercado quedó crónicamente sobreofertado de trigo y maíz. Los precios al productor se derrumbaron. Hubo largos períodos en los que resultó imposible conseguir comprador para estos granos. La consecuencia fue la caída de la superficie sembrada y el menor uso de tecnología.
La derivación, obviamente, fue el derrumbe de la producción. En 2014 y 2015 se tocaron los niveles más bajos en un siglo. Con el agravante, en el caso del trigo, de la pérdida de calidad: el deterioro de la relación insumo-producto (trigo barato, fertilizantes a precio internacional) provocó una merma en el contenido de proteína, impactando en precios y prestigio.
Y para completar el cuadro, apareció el desdoblamiento cambiario. La creciente brecha entre el dólar oficial y el real fue particularmente deletérea para el agro.
La debacle fue dramática. Sobre todo porque la teoría del desacople quedó en eso: una teoría. La realidad es que ni el pan (harina de trigo) ni el pollo ni la coca-cola (que se hace con maíz) bajaron de precio. Los procesadores sí desacoplan el costo del insumo respecto al precio de su producto. Trigo y maíz tienen muy baja incidencia en el precio final del pan, de la cerveza o del whisky, que también se hacen con cereales.
Y mientras tanto, se redujeron los saldos exportables de ambos granos. Menos ingreso de divisas y nula precepción de derechos de exportación. Incluso, en 2014 fue necesario importar trigo, después que el faltante hiciera estallar el precio interno. Otro “desacople”… Quizá en la cabeza de los teóricos K anidara la añosa idea de que los productores eran insensibles a los estímulos económicos: cualquiera fueran los precios de los productos o el costo de los insumos, igual sembraban. Una visión vinculada con la idea de que la producción agropecuaria es simple recolección de los frutos de la naturaleza.
Cambiamos
Lo primero que hizo el gobierno de Macri fue eliminar el cepo cambiario e ir a la convergencia. Parecía imposible y se hizo en una semana. Por supuesto, con el auxilio de un adelanto de 2.000 millones de dólares por parte de los exportadores de granos y subproductos.
De inmediato, concretó el anuncio de la campaña respecto a las retenciones y restricciones a la exportación.
Ya explicamos que era tarde para la campaña 2015/16, que ya estaba jugada. Pero sentó las bases para un nuevo ciclo. El año pasado aumentó un 20% el área con trigo y un 25% la de maíz. En ambos casos, se volvió a usar más tecnología. Se fertilizó mucho más el trigo y “desaparecieron” los híbridos de maíz de mayor potencial de rendimiento. Consecuencia: sin haber alcanzado un récord de superficie cultivada, sí se alcanzó un récord de 18 millones de toneladas en trigo (50% más que el año anterior). Y con mucha mejor calidad por mayor aplicación de nitrógeno, lo que tranquiliza al principal cliente, los molinos brasileños.
También se alcanzó un récord de producción de maíz, que pasó de 26 a 38 millones de toneladas (50% más). La Argentina recupera así el segundo lugar como exportador mundial, que había perdido en manos de Brasil y Ucrania. Entre trigo y maíz los embarques van a totalizar unos 4.000 millones de dólares.
No pasó lo mismo con la soja, que permanece estancada en superficie y producción. Si algo hacía falta para confirmar la alta sensibilidad de la respuesta productiva a los incentivos económicos, ahora está expuesta: los derechos de exportación de la soja se mantienen en el 30%. Con los actuales precios internacionales, este nivel de retenciones aparece como un cuello de botella para reiniciar el crecimiento.
Anticipan mayores exportaciones
Esta semana, la Fundación Producir Conservando, un think tank del sector agroindustrial, lanzó sus proyecciones de producción a diez años. Según los autores del trabajo, los expertos Gustavo Oliverio y Gustavo López, la producción agrícola puede alcanzar los 160 millones de toneladas para el 2027: 40 millones más que las de la última campaña.
Para la mayor parte de los analistas, la cifra es razonable. La FPC lanza estas estimaciones cada cinco años, y la realidad es que siempre estuvieron algo por debajo de los niveles efectivamente alcanzados. Sobre todo porque en todos los casos se planteaban los cuellos de botella que, en teoría, sería necesario remover para concretarlos. Los problemas de infraestructura no solo no se resolvieron sino que se agravaron: caminos, falta de ferrocarriles, y falta de sustentabilidad en el modelo de producción con alta incidencia del cultivo de soja. Estos problemas inciden en la ecuación económica del productor, por encarecimiento de costos y acumulación de pasivos quizá no bien percibidos o contabilizados, como la pérdida de nutrientes de los suelos. Pero está claro que una remoción de estos obstáculos puede acelerar el crecimiento y proyectarlo por encima de los niveles propuestos. También incidirá la prometida reducción de las retenciones a las exportaciones de la soja, que debieran llegar a 18% a fines del 2019.
Desde la demanda, no se advierten complicaciones mayores, aunque hay excedentes agrícolas, que mantienen a raya a los precios. Prácticamente todo lo que supere al consumo se destinará al mercado internacional.Significará unos 10.000 millones de dólares anuales de aporte a la balanza comercial, sumados a los 25.000 que se esperan en el 2017.
"La carne en el centro de la mesa"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 10 de junio de 2017
La visita de la jefa de Estado de la República Federal Alemana coronó un impresionante rally del presidente Mauricio Macri. En apenas un mes, Macri se entrevistó con Donald Trump, con quien almorzó en Washington. Pocos días después lo hacía con Xi Jinping, en Beijing. De allí saltó a Tokio, donde se encontró con el primer ministro Shinzo Abe y el mismísimo emperador Akihito.
Alta política. Tras una década y media de aislamiento jalonada por las permanentes malas noticias, la Argentina volvió al mundo. Los dos ejes de la estrategia oficial son las inversiones y la apertura o ampliación de las exportaciones. Y cuando este gobierno habla de exportaciones, está hablando de la agroindustria.
Macri no se cansa de mostrar su convencimiento de que la clave para el crecimiento y el desarrollo es impulsar al sector que ha sabido convertir sus ventajas naturales en ventajas competitivas, a través de la tecnología, la inversión y el entrelazamiento comercial.
Uno de los ejes del crecimiento (y del convencimiento del gobierno) es el de las proteínas animales. En particular, la carne vacuna, todavía hoy objeto del deseo de todo el mundo, a pesar del default por mérito propio. Macri le pidió a Trump más celeridad en la apertura del mercado estadounidense, atrás del cual vendrán otros. En China, pasó por el stand del IPCVA en el imponente SIAL, donde lo recibió un conjunto con lo más granado de la industria frigorífica exportadora. Los asiáticos son ya los principales clientes de toda la región. Con Merkel, también la carne estuvo en el centro de la mesa, cuando se habló del acuerdo Mercosur-UE.
Uruguay, en particular, se ha convertido en el gran referente. Con su política sanitaria transparente e implacable (no se puede mover una cabeza sin los papeles en regla) se han ganado la confianza de todo el mundo. Su sistema de trazabilidad funciona muy bien, y hay un solo standard sanitario y fiscal para lo que es consumo interno y exportación. El 70% de la carne uruguaya va a exportación. China en primer lugar, luego Estados Unidos (se abrió hace un par de años).
Uruguay, en particular, se ha convertido en el gran referente. Con su política sanitaria transparente e implacable (no se puede mover una cabeza sin los papeles en regla) se han ganado la confianza de todo el mundo. Su sistema de trazabilidad funciona muy bien, y hay un solo standard sanitario y fiscal para lo que es consumo interno y exportación. El 70% de la carne uruguaya va a exportación. China en primer lugar, luego Estados Unidos (se abrió hace un par de años).
Ahora hay una nueva oleada de inversiones globales en la industria frigorífica de la región. Hace diez años, las dos grandes compañías brasileñas, Marfrig y JBS, desembarcaron en Uruguay, Paraguay y Argentina. En nuestro país sufrieron los avatares de la política kirchnerista, que trabó como pudo las exportaciones en nombre de “la mesa de los argentinos”. Ya sabemos: nos comimos los vientres, los tornos de la fábrica de carne. Pero la fuerza del producto y los mercados fue más grande. Llegaron los chinos. Primero, a Uruguay. Luego, a Argentina. Compraron varias plantas y hasta un feedlot que aún no comenzó a operar.
La semana pasada, una de las mayores compañías alimenticias del mundo, la japonesa NHFoods, se hizo cargo del BPU, el frigorífico más moderno de Uruguay. Ubicado en Durazno, en el corazón de la Banda Oriental, NHF pagó 130 millones de dólares por una joya cincelada por el inglés Terence Johnson, que antes había pasado por el ABP de Hughes, hoy de la china Foresun.
Pero si algo da idea de la velocidad y fuerza del proceso que estamos viviendo, fue lo que acaba de suceder con los activos de JBS en la región. La empresa brasileña, jaqueada por el escándalo de las coimas que sus propietarios, los hermanos Batista, reconocieron haber pagado a los gobiernos de Lula, Dilma y Temer, tuvo que desprenderse de sus plantas en Argentina, Uruguay y Paraguay. En una sorpresiva operación, las compró otro gigante brasileño, el grupo Minerva. Que ya contaba con plantas en Uruguay y Paraguay, pero no en la Argentina. Desde ahora, es la nueva dueña del Swift, nada menos.
"Trump, con el etanol no..."
Editorial de Hector Huergo en clarin rural del 03 de junio de 2017
La decisión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sacudió a la comunidad internacional con el anuncio, el jueves, de que su país abandonaba el Acuerdo de París sobre control de emisiones de CO2. Si bien este tema había sido una promesa de campaña, muchos creían que al acceder al poder la realidad le impondría un límite. Sobre todo, cuando dos tercios de la sociedad estadounidense estaba a favor de darle batalla al cambio climático.
Pero no. Pudo más el lobby conservador. Trump pateó el tablero. Y su decisión, dependiendo de cómo la implemente, también puede impactar muy fuertemente en la cuestión agrícola. Es temprano para sacar conclusiones, pero podemos imaginar algunos escenarios.
En primer lugar, conviene resaltar un hecho sugestivo: Trump dejó una puerta abierta al señalar que se sale de este acuerdo por inconveniente para los intereses del pueblo de los EEUU (materia altamente opinable…). Pero que buscará una convergencia sobre otras bases. Esto significa un reconocimiento implícito a la problemática del cambio climático y la necesidad de hacer algo para frenar el calentamiento global.
Es importante destacarlo, porque hay un amplio sector de la biblioteca que lo niega. Son los triunfadores, pero su victoria innegable queda entonces acotada.
Quizá no esté todo perdido y los esfuerzos para “descarbonizar” la sociedad global mantengan su ritmo. Que es impresionante, empezando por los Estados Unidos, que lidera en temas cruciales como el auto eléctrico.
"Para producir leche hay equipo"
Nota de Clarín Rural del 27 de mayo de 2017. Por el Ing. Agr. Héctor Huergo.
Adecoagro nació en la Argentina, hace quince años, y se ha convertido en una de las principales compañías agropecuarias del mundo.
Adecoagro nació en la Argentina, hace quince años, y se ha convertido en una de las principales compañías agropecuarias del mundo. Arrancó comprando 74.000 hectáreas en el país, y luego se expandió por toda la región. Hoy cuenta con cerca de 300.000 hectáreas, avanzando fuertemente en el sesgo agroindustrial. Es un gran productor y procesador de arroz, con su marca “Alas”. En Brasil cuenta con un poderoso complejo de producción de caña para azúcar y etanol. La empresa se inició con fondos de inversores institucionales, pero luego se abrió a la bolsa y hoy cotiza en Wall Street bajo la sigla “AGRO”. Su capitalización bursátil alcanza a 1,3 billones de dólares.
En la Argentina, la apuesta del momento es crecer en lechería, sobre la base del modelo de “free-stall”. Se arrancó de cero y Mariano Bosch destaca hoy la capacitación adquirida por todo el equipo de profesionales que participó de este proceso de innovación, adoptando la tecnología disponible en el mundo desarrollado.
Diego del Carril es el responsable de la formación de los equipos en Argentina y Uruguay. Es ingeniero industrial y se incorporó hace seis años.
Ernesto Pittaluga es el responsable de todo el negocio lácteo. Vive en Venado Tuerto, y es ingeniero agrónomo con cinco años en Adecoagro. Hoy es la cabeza de todo el negocio de la leche. Lisandro Ferrer, ingeniero civil, entró cuando construían el tambo uno. Oriundo de Venado, estudió en Rosario y ahora es el responsable del tambo dos y los biodigestores.
Actualmente, los dos tambos de Adecoagro, con una producción de 250.000 litros diarios, entregan la leche a procesadores locales. Un tercio se envía a Mastellone Hnos y el resto a varias usinas que la destinan a distintos productos.
Bosch incorporó hace tres años a Alejandro Torres, un experto que viene de la industria y participa de la discusión comercial. “Con la diferencia de precio de leche que conseguimos justificó su sueldo, pero el aporte más relevante es la discusión sobre qué vamos a hacer. Leche en polvo es el commodity, y nos mostró que con nuestra leche, que tiene calidad y estabilidad (proteína, grasa) gracias al sistema de produccion, podría ir a leche infantil. Es buscada por ese plus. No es para leche en polvo o quesos. “No vamos a entregar la leche como hoy dentro de cinco años. El país va a ser diferente. Queremos que sea una línea de negocios relevante. Una bebida especial”.
Alejandro Lopez Morena es el Chief Sustainability Officer. Responsable de la sustentabilidad de la empresa, ingeniero agrónomo especializado en los últimos diez años para inversores que entiendan los procesos de producción. Emilio Gniecco es abogado y ejerce como General Council, responsable legal de la organización y de la comunicación institucional. Viene de Marval.