"Pocas ideas pero fijas"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 10 de diciembre de 2016
El lector consecuente habrá contabilizado el profuso espacio que esta columna le asignó a los biocombustibles en el último cuarto de siglo. Arrancamos con aquél “Ponga un choclo en su tanque”, la primera nota (en 1991) sobre etanol de maíz que por entonces hacía sus pininos en los EEUU.
Un tiempo después proponíamos el biodiesel (“ponga un poroto en su tanque”), contando cómo se abría paso el Diester (B30) en Francia. La soja era la cuarta parte de lo que es hoy, pero se veía un aluvión en el horizonte.
Eran años en los que se acumulaban grandes excedentes agrícolas, fruto del avance tecnológico motorizado por los enormes subsidios que recibían los productores de los países desarrollados. Había más vendedores que compradores. Sufríamos. La esperanza estaba en la aparición de nueva demanda.
La imaginábamos en los biocombustibles. Más allá de proponer una oportunidad de negocios para los “first movers” (los pioneros, que son los que siempre hacen la diferencia), nos seducía la posibilidad de que el mundo comprendiera los beneficios ambientales de sustituir energía fósil por renovable.
Era duro, porque el petróleo valía apenas 12 dólares el barril. Recuerdo que en 1994, cuando me tomé un sabático para aceptar la presidencia del INTA, intenté convencer al Consejo Directivo (integrado por las entidades del campo y las universidades) de aceptar la donación de una planta piloto de biodiesel. No tuve éxito.
Volví a Clarín Rural y seguí con la saga. A principios del siglo XXI, el petróleo se fue a 100 dólares. Estados Unidos impuso el corte de la nafta al 10%. Hoy, un tercio de la cosecha de maíz, que no para de crecer, se destina a etanol. El petróleo bajó a 50 dólares, pero las plantas de etanol siguen a pleno.
En la Unión Europea se avanzó con el biodiesel, que digiere el 20% de la producción mundial de aceite. No quisiera imaginar el volumen de los excedentes agrícolas si esto no hubiera ocurrido.
La Argentina agarró pronto la onda. Como principal productor mundial de aceite, estaba cantado que convenía sacar aceite del mercado internacional, para defender su precio. Además del corte obligatorio, establecido por la ley 26.093, los grandes actores del complejo soja invirtieron en plantas de biodiesel.
Un proceso que rompe la molécula del aceite por medio de un catalizador (metóxido) que pronto se empezó a producir en el país. El subproducto de la elaboración de bio es la glicerina de soja, que hoy sustituye a la tradicional derivada del petróleo.
Las gigantescas plantas de crushing se convirtieron en verdaderos parques industriales, donde la producción de bioenergía se integra con la refinación de biomoléculas de extraordinario interés. Hoy la Argentina sigue siendo el principal exportador mundial de aceite, pero también de biodiesel y de glicerina. Además de liderar la oferta global de harina de soja.
Tomás Hinrichsen, un reconocido broker del mercado agroindustrial, sostiene que el biodiesel local significó en los últimos años un “premio” del 3% para el precio de la soja en la Argentina.
Por su oficina pasó esta semana Michael Whitney, Gerente General de Musket, una compañía de Houston (Texas) que compra más de la mitad del biodiesel que la Argentina exporta a los EEUU.
El total que se embarca a ese destino en 2016 totalizará 1.500.000 toneladas, por un valor cercano a los 1.500 millones de dólares. Y es hoy por lejos el principal mercado. Musket tiene una extensa red de estaciones de servicio que abastece fundamentalmente a flotas de camiones.
En los últimos días, el precio del aceite en Chicago se disparó, fortaleciendo a todo el complejo. Fue porque la EPA (agencia ambiental de los EEUU) incrementó el standard de uso de biodiesel. Por suerte, la saga continúa.
"El campo y la economía circular"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 3 de diciembre de 2016
Por distintas vertientes, el meridiano agrícola pasa esta semana por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. La entidad, nacida en 1854, es la más antigua del país. Pero el miércoles pasado fue la sede de un baño de siglo XXI: en el señero Salón San Martín se desarrolló un atrapante seminario sobre biomateriales, coordinado por la secretaría de Valor Agregado del Ministerio de Agroindustria. Y para mañana, la Bolsa celebrará la cosecha 2016/17 convocando a la primera Maratón de las Buenas Prácticas Agrícolas. Todo tiene que ver con todo. Veamos.
Hace 35 años, me convocó la Cámara de la Industria Plástica para dar una conferencia sobre el uso de plásticos en la agricultura. Yo venía muy entusiasmado por el creciente desarrollo de tecnologías que tenían que ver con el polietileno y otros materiales que sustituían a la chapa de acero o aluminio. Tanques de fibra de vidrio, envases de agroquímicos, caños de riego (mangas y goteo). En las exposiciones de Europa y Estados Unidos se veían cada vez más los tachos de sembradoras en polietileno rotomoldeado. Los invernáculos de vidrio migraban al film transparente, con resistencia a los rayos ultravioletas. Aparecía la bolsa para forrajes, o mantas para tapar silos, el film stretch del silopaq, etc.
Recuerdo que hablé de todo esto y los propios industriales de la cámara se mostraron, en general, incrédulos. “Son tecnologías caras para la Argentina”, fue la visión predominante. Algunos la vieron.
"Para muestra basta un botón"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 26 de noviembre de 2016
Hace quince días, cuando editorializamos sobre las posibles consecuencias del triunfo de Donald Trump en las elecciones de los EEUU para el agro argentino, remarcamos que la cuestión clave se centraría en su actitud respecto a los biocombustibles. Bueno, ya empezamos.
El miércoles, llegó la primera muestra. La cotización del aceite de soja en Chicago pegó un salto del 7%, el más fuerte del que tengo memoria, arrastrando por supuesto al poroto. Si bien el contenido de aceite en la soja es del 18%, como su precio por kilo es 2,5 veces el de la harina (el otro derivado), finalmente explica entre el 40 y el 50% del precio del grano. Así, la soja ganó un 4% y dejó a todos jadeando. Ayer siguió subiendo.
¿Qué fue lo que pasó?
La Agencia de Protección Ambiental de los EEUU (EPA) anunció el mismo jueves un fuerte aumento del standard de biodiesel para los próximos tres años. En otras palabras, mayor demanda y consumo. La EPA había sido vapuleada por Trump durante la campaña. Uno de sus caballitos de batalla fue atacar la cuestión del cambio climático, anticipando una marcha atrás en las políticas de impulso a las energías renovables que se vienen desarrollando desde hace más de una década.
Es decir, desde cuando los republicanos estaban en el gobierno. Obama simplemente continuó la saga iniciada por George Bush, aunque con objetivos distintos.
Para Bush, la cuestión era zafar de la dependencia del petróleo importado. “Somos adictos a la nafta”, sentenció. Y promovió el uso del “petróleo nacional”, que era el maíz. El etanol entró en ebullición. En diez años, se pasó de cantidades insignificantes, a un 10%. Un tercio de la cosecha de maíz norteamericana se destinó a etanol combustible. 130 millones de toneladas, cinco cosechas argentinas, el segundo exportador mundial.
Para su sucesor demócrata, la cuestión no era tanto la escasez, sino la necesidad de alinearse con la movida global hacia un mundo más verde. La EPA fue el brazo armado para ejecutar esta política. Por eso se convirtió en el blanco de la ira de Trump. Los analistas leyeron esta reacción de la EPA como una clara venganza, ya que deja a Trump ante la decisión de vetarla. Esto le provocaría un conflicto con la fuerte base republicana de las zonas agrícolas, claramente beneficiadas por el nuevo standard.
El aceite de soja es la materia prima utilizada para producir el biodiesel, un biocombustible que sustituye al gasoil, derivado del petróleo. La “huella de carbono” del biodiesel es muy favorable, ya que la planta de soja captura CO2 del aire y lo convierte en aceite.
El mercado del aceite de soja está deprimido, como consecuencia de una sucesión de buenas cosechas en los tres grandes productores: EEUU, Brasil y Argentina. El jueves se situaron en los valores más altos en un año. La EPA no tocó nada respecto al etanol de maíz convencional (a partir del grano), razón por la que el “forrajero” no se movió.
"La alarma está sonando, allá y acá"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 19 de noviembre de 2016
La alarma sonó en Estados Unidos. Jarod Creed, director de Gavilon Producer Solutions, una consultora que ayuda a los farmers a proteger los precios de sus cosechas, avisó que Brasil y Argentina aumentarán la producción de maíz en 30 millones de toneladas esta campaña. La soja, por su parte, crecerá 7 millones de toneladas. “Esto hará más dificultoso encontrar espacio para nuestras grandes cosechas”, sostuvo ayer el experto en una entrevista del programa de TV AgDay.
Frente a este panorama, recomienda dos cosas a sus clientes: no dormirse con la colocación de la cosecha “vieja” (la 2016, que están terminando de levantar ahora), y empezar a construir precios para la de 2017, que comienzan a sembrar en abril próximo. “Habrá mucha volatilidad y hay que aprovecharla”. En particular, en soja, donde saben que es muy difícil competir frente al descuento de 50 centavos por bushel (5%, unos 18 dólares por tonelada) de la soja sudamericana. Entre Argentina y Brasil sumarán 160 millones de toneladas, un 50% más que la cosecha récord de los EE.UU. “El debilitamiento del real esta semana agrega competitividad a la soja brasileña”, remató Creed.
La soja es el producto más dinámico de la agricultura mundial. Su expansión se basa en dos pilares: una demanda consistente para sus dos derivados principales (la harina proteica y el aceite), y un crecimiento continuo de los rindes, a través de la tecnología. La Argentina lideró la tasa de crecimiento entre 1996 y 2008, combinando aumento de superficie y rendimiento unitario. Y al mismo tiempo consolidaba el cluster con enormes inversiones en toda la cadena, desde la semilla hasta el crushing, desde el silobolsa hasta el dragado de la hidrovía.
"Otra vez, la sombra doliente del agua"
Editorial del Ing. Agr. Hëctor Huergo en Clarín Rural del 29 de octubre de 2016
La sombra doliente de la inundación en la llanura pampeana se ha convertido en una recurrencia pertinaz. La tarea de la hora es proteger vidas y salvar lo que se pueda, con especial énfasis en evitar que se inunden los pueblos. Ahí se privilegian, correctamente, los esfuerzos. La cuestión de fondo, mientras tanto, es analizar lo que está pasando. Y ver qué hacer, pensando en que están afectadas cientos de miles de hectáreas de alto potencial productivo.
El año pasado, cuando las aguas ensañaron en la cuenca del río Luján, hubo consecuencias políticas tremendas. La desidia e impotencia del gobierno bonaerense ausente, contrastó fuertemente con la foto de la por entonces candidata a gobernadora María Eugenia Vidal en botas de goma. Es probable que aquella imagen haya definido las elecciones. No solo en la provincia, sino en la Nación. Hoy, Vidal tiene en las manos un fierro al rojo que no se enfriará fácilmente. Pero el problema es tan grande que convoca a todo el mundo. Córdoba tiene saturadas las napas en las mejores zonas agrícolas. La Pampa está en litigio con Córdoba y Buenos Aires, con episodios de violencia inusitada.
En aquel momento, dijimos en estas páginas que había que recurrir a los ingenieros holandeses. Y allá fuimos. Son los que más experiencia tienen en esto de pelearle al agua: hace 500 años, cuando Amsterdam por enésima vez fue barrida por el desborde de los grandes ríos que la circundaban, dijeron basta. Construyeron Netherland, los Países Bajos, que hoy albergan a 17 millones de habitantes que, en buena parte, viven por debajo del nivel del mar. Sobre 4 millones de hectáreas de polders, producen prácticamente toda la comida que necesitan y les quedan hortalizas, quesos y flores para exportar a todo el mundo.
Con rápidos reflejos, la nueva administración bonaerense celebró un acuerdo con Países Bajos. Clarín Rural acompañó una visita al reino de Máxima. A los pocos días, el propio ministro de Agricultura nederlandés vino a la Argentina acompañado de los expertos. Se empezó a trabajar en serio.
La complejidad es enorme, porque la llanura pampeana es tremendamente extensa y, sobre todo, plana. Y la situación se agrava en el escenario de cambio climático que, con toda certeza, explican académicos como el dr. Vicente Barros. El científico asegura, con argumentos sólidos, que en esta región se expresan con particular virulencia las consecuencias del calentamiento global. Episodios extremos que parecen responder a algo más que un ciclo de grandes lluvias. Por eso en Clarín Rural nos ocupamos tanto de los biocombustibles: no solo constituyen un camino de valor agregado, sino que implican una contribución a la batalla global para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Si este es el escenario, hay que tomar el toro por las astas. Dejar de lado las muletillas estilo “Florentino Ameghino decía que había que hacer obras de retención, no de desagües”. Hay que hacer las dos cosas, y mucho más. Tampoco sirve culpar a la soja o a la siembra directa, porque evaporan menos que otras coberturas, ya sea pasturas o cereales de invierno y verano. Aquí y ahora, la cuestión es que llueve mucho más.
Tengamos además en cuenta otra cosa. El salto tecnológico de la agricultura, a nivel global y en la Argentina en particular, es gigantesco. Y viene un aluvión de nueva tecnología, con la agricultura de precisión, la conectividad, el big data, la inteligencia artificial, la robotización. En este contexto, lo que el país necesita son tierras. Nuevas tierras es imposible, porque mucho no hay y la presión de los ambientalistas trabará cualquier desarrollo posible. La ominosa penetración de la ideología de “los humedales” es una toalla mojada golpeando los riñones productivos de un país que necesita salir de la pobreza.
Entonces, lo primero es recuperar las tierras productivas. Estas pampas también se caracterizan por su resiliencia, así que esto va a suceder más pronto que tarde. Pero al mismo tiempo hay que pensar en la construcción de una nueva pampa húmeda. Barajar y dar de nuevo.
"La sinfonía del destino"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 22 de octubre de 2016
Augusto Roa Bastos decía que lo que llamamos destino es lo que nosotros hacemos con nuestra propia vida. Como creo que tiene razón, quizá sea el momento de parar un poco la pelota con algunas sentencias que, de tanto machacar, parecen ir ganando la batalla conceptual. Porque quizá estemos errando el vizcachazo.
“Tenemos que dejar de ser el granero del mundo para ser la góndola del mundo” (aplausos), es la idea que impregna a toda la agroindustria. “Hay que exportar con valor agregado” (más aplausos). “Sí, y con marca” (aplausos y vítores). “Y con redes propias de distribución” (todos al obelisco).
Yo también aplaudo. Pero la realidad siempre se subleva. No todo es góndola ni packaging ni etiqueta Y el valor, que es lo esencial, parece invisible a los ojos. Hay mucha vida antes de las marcas y los exhibidores.
La semana pasada, nuestra nota de tapa fue sobre Arcor, la emblemática empresa de alimentos con marca, cuyas golosinas nos asaltan con apariciones insólitas en los kioskos de los rincones más remotos del mundo. Pero, oh sorpresa, Arcor acaba de crear su Gerencia de Agronegocios. Con la inauguración de su planta de molienda húmeda de maíz, para producir jarabe de fructosa y otros derivados del cereal que inventó el Inca Viracocha, la empresa agrega un nuevo foco. Ya no apunta solo a la integración vertical, y “llegar a la góndola”. Incursiona en el mundo de los ingredientes, de los bienes intermedios, insumos para otras industrias de aquí y de afuera. Porque el foco sigue estando en la exportación.
Si hay una compañía de alimentos con marca es Molinos. Aceite Cocinero, harina Blancaflor, fideos Matarazzo, Luchetti, etc. etc. Bueno, Molinos acaba de crear una nueva entidad, Molinos Agro, que se independiza funcionalmente de las marcas. Apuesta a pleno a la expansión del negocio de los básicos, fortaleciendo la logística y apuntando al mercado global, donde ya son importantes players. Pero van a más: acopios, crushing de soja, puertos. Ven un horizonte mucho más amplio. No han escondido, en presentaciones públicas, su visión respecto a las dificultades de instalar marcas nacionales en el mundo. No hay nada vergonzante, ninguna “primarización” en esta apuesta cantada.