"Ahora, argentinos, a las cosas"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 19 agosto de 2017
La gran epopeya por delante es resolver la cuestión hídrica en toda la región pampeana
A medida que se consolida el marco político, se acerca el momento de “argentinos, a las cosas”. Necesitamos una idea fuerza rectora, algo tras lo cual alinearse. La tenemos: es el agua.
La problemática hídrica estuvo en el centro del extraordinario congreso de Aapresid, donde los “nativos sustentables” de Kairos le dedicaron talleres y paneles imperdibles. Con la participación de expertos locales y el aporte excluyente de funcionarios de Países Bajos, se pusieron sobre el tapete desde los orígenes del fenómeno hasta las alternativas de solución. Que no son ni sencillas ni baratas. Pero que es imprescindible encarar.
El manto ominoso del agua impacta en la opinión pública cuando invade las ciudades, llevándose vidas humanas y bienes. Es lo primero a proteger. Si Cambiamos, mucho tuvo que ver la imagen de María Eugenia Vidal caminando con botas de goma por las calles de Luján, mientras el ex gobernador Daniel Scioli descansaba en el Mediterráneo en el medio de la campaña electoral.
Pero la gran epopeya por delante es resolver la cuestión hídrica en toda la región pampeana. Lo que está en juego no es solo lo que se pierde a la vista de todo el mundo, sino el lucro cesante de perder superficie productiva. De no poder sacarle el jugo al extraordinario stock de tecnología disponible y la que viene.
En unos casos, porque directamente no se puede sembrar, ni cultivos ni praderas. En otros, porque condenamos una enorme superficie a la categorización de “humedales” en una fragante resignación.
Si con los problemas que venimos padeciendo se obtuvo una cosecha récord de 140 millones de toneladas, con crecimiento del stock ganadero y expansión de todas las actividades corriente arriba y corriente abajo (provisión de insumos y equipos, procesamiento industrial), imaginemos lo que puede ser este país si ponemos en caja esta cuestión.
Gobernanza del agua, ese es el mandato. Y es lo que nos proponen los ingenieros holandeses. Unos días después del congreso de Aapresid, la misión que enviaron los Países Bajos recorrió el sur de Santa Fe y mantuvo reuniones con todos los actores.
El viernes pasado, remarcaron sus conclusiones en una reunión en la Subsecretaría de Recursos Hídricos, al mando del ingeniero Pablo Bereciartúa. Dijeron que comprendían la dimensión y la urgencia del problema, y aconsejaron “despolitizar” el agua, que no reconoce fronteras arbitrarias, sino su curso natural. Analizar cuál es el nivel de intervención al que estamos dispuestos: desde pequeñas obras y mecanismos de adaptación, hasta grandes proyectos como la polderización (como en Holanda) donde vale la pena.
Pero la gran cuestión es ponerse de acuerdo. Cada vez que se habla de canales, aparecen los que recuerdan a Florentino Ameghino y su “obras de retención, no de desagües”. Hacen falta las dos. Y sobre todo, una vez proyectadas y realizadas, hay que operarlas.
Hay además un amplio consenso respecto a que en la génesis del problema está el cambio en el uso del suelo, con más cultivos y menos praderas. Y se genera una nueva disyuntiva: “jardinería vs. plomería”.
Los primeros piensan que la solución es restablecer el grassland farming con praderas perennes en la rotación. Los segundos, que el cambio climático obliga a cirugía mayor. Los dos tienen razón. La provincia de San Luis y todo el oeste arenoso se hizo agrícola porque llueve más, no solo porque la soja RR permitió erradicar el gramón.
En la era K, el agro aportó 70 mil millones de dólares sólo por retenciones. Y arrancó produciendo la mitad que ahora. Hace un siglo y medio, pusimos en producción la pampa húmeda y nació un país. Podemos hacerlo de nuevo. Duplicar el PBI desde lo que sabemos hacer y el mundo quiere.
O seguir nadando.
"Mientras tanto en el mundo"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 12 de agosto de 2017
Hablemos del mundo. No para sacarle el cuerpo a la jeringa en este fin de semana impregnado de política, sino porque realmente están sucediendo cosas de alto impacto. Por ejemplo, la FDA de los Estados Unidos liberó el jueves el evento HB4 de Bioceres/Indear, un paquete de genes que permite proteger a distintas especies del stress hídrico.
La aprobación fue para la soja. Es el mayor logro de la biotecnología argentina a nivel global. Bioceres ya tiene aprobado por el Senasa y la Conabia el mismo evento para trigo, y está a la espera de su liberación al mercado por parte del Ministerio de Agroindustria.
Sería el primer trigo transgénico del mundo, colocando a la Argentina en un rol de liderazgo en un circuito donde los actores casi excluyentes son las grandes empresas del Primer Mundo (Monsanto/Bayer, Dupont/Dow, Syngenta/ChemChina).
En la misma semana, inició sus operaciones en la Argentina una empresa de biotecnología nacida hace apenas tres años, y que ha revolucionado el mundo de la biotecnología. Se trata de Indigo Co, que utiliza microorganismos naturales, presentes en las plantas, con el objetivo de ayudarlas a superar el stress biótico y abiótico.
Ya realizó varias rondas de capitalización y se convirtió rápidamente en la niña mimada de inversores de todo el mundo, ávidos de participar en el mundo de la bioeconomía.
El concepto que manejan es que las bacterias y hongos que viven al interior de las plantas juegan un papel similar al de los microorganismos que –como la flora intestinal—mejoran el metabolismo de los seres humanos.
Lo realmente interesante es que es la primera filial de Indigo a nivel mundial. Su Chiel Operation Officer, Ponsi Trivisvavet, se ocupó de remarcar que la Argentina tiene un excelente sistema regulatorio en materia de biotecnología, además de ser un mercado ávido para adoptar tecnología en forma temprana. Esta misma semana asumió como responsable de la operación local Carlos Becco, una de las figuras más reconocidas en el mundo de la agrotecnología.
Pero no todo se resume al plano de la biotecnología. Hace pocos días arrancó la primera planta de generación eléctrica renovable, a partir de silo de maíz. Se trata de Bioeléctrica, vecina y prima hermana de Bio4, la planta de etanol de maíz de Rio Cuarto. Bioeléctrica había sido una de las empresas adjudicatarias en la trabajosa licitación del programa RenovAr del ministerio de Energía. La semana próxima se realizará la inauguración oficial, con la presencia de autoridades nacionales y provinciales.
Bioeléctrica es la primera de una serie de plantas que la misma empresa proyecta instalar en otros puntos de la provincia de Córdoba. Sin embargo, los inversores temen que las tarifas que maneja el gobierno nacional para este tipo de bioenergía no sean suficientes. Preocupa que el interés por los beneficios ambientales y el impacto en el desarrollo local, que fueron mandatarios para el RenovAr I, pasarían a segundo planoen el RenovAr II, ante la presión por rebajar las tarifas eléctricas como sea.
Es cierto que la generación eólica y solar han reducido mucho sus costos y hoy son muy competitivas, pero adolecen del problema de la intermitencia y en general se trata de operaciones de mucha mayor envergadura.
La energía de biomasa a partir del silaje de maíz se hizo muy popular en Alemania, Italia y otros países de la UE precisamente por tratarse de inversiones menores y mucho mayor impacto local.
En todos los casos, el silo de maíz es la fuente de biomasa más utilizada, aunque se incursiona en otras fuentes como especies leñosas (álamos), además de estiércol y residuos urbanos e industriales.
"Esperanza, en el camino del Progreso"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 22 de Julio de 2017
El extraño romance de los argentinos con la carne vacuna es digno de mejores hazañas. La industria con que nació el país, a mediados del siglo XIX, y lo catapultó al nivel de los más potentes del mundo a principios del siglo XX, entró luego en un largo sopor de decadencia. Había que dar un puñetazo en la mesa y gritar “vengan todos para aquí”.
Ocurrió en la Rural, el rito que se renueva en Palermo. Es el lugar justo para convocar a todos los actores de la cadena de ganados y carnes. Desde sus orígenes, la muestra de Palermo es eminentemente ganadera. Por tercer año consecutivo, bajo el liderazgo de David Lacroze, acompañado por experimentados empresarios, técnicos de distintos eslabones de la actividad, y encumbrados funcionarios nacionales, se pasaron en limpio durante dos días todos los aspectos de la actividad. Y se trazaron los lineamientos para su relanzamiento. Casi fundacional.
Aunque en muchos prevalece la imagen bucólica de las vacas pastando, cediendo protagonismo a las cadenas agrícolas, la realidad es que la producción de proteínas animales es un negocio de “segundo piso”. Las vacas, los pollos, los cerdos no descubrieron todavía el misterio de la fotosíntesis y constituyen la forma de agregar valor a la agricultura. Convertir los granos en carnes y lácteos.
Pero para eso hay que reorganizar al sector. Venía a los tumbos, es cierto. Y los doce años de kirchnerismo lo llevaron al Quinto Círculo del infierno, donde los iracundos y los perezosos yacen sumergidos en el pantano del Estigia. Enorme dilapidación en nombre de la mesa de los argentinos. Nos comimos los vientres, los tornos de la industria. Falta materia prima. Sobran problemas. Quedaron expuestos en un debate profundo, serio, transparente, donde se dijo todo. El titular del frigorífico Gorina, Carlos Riusech, repasó ordenadamente los elementos que afectan la competitividad, proponiendo pasos para atacar cada uno de ellos.
El presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, expuso una generosa oferta crediticia para acompañar la recuperación. Y coronó el primer día del debate la presencia de uno de los funcionarios más cercano al presidente Mauricio Macri: Gustavo Lopetegui. Hombre de bajísimo perfil, pocas veces se había expuesto al diálogo franco. Y mostró que de esto sabe.
Conocimos a Lopetegui hace diez años, cuando estaba construyendo su planta de producción de quesos en Colonia Progreso, unos kilómetros más allá de Esperanza, y fabricada en su mayor parte con componentes locales. El destino era la exportación. El jueves relató en Palermo que, al mes de inaugurarla, el inefable Guillermo Moreno prohibió la exportación de quesos…
Recuerdo que en aquel encuentro del 2007 me sugirió una medida para resolver el permanente conflicto entre exportación y consumo interno de carnes: el gobierno había apelado a retenciones del 20%, y hasta la prohibición. No era su tema, pero lo había pensado: sabiendo que era imposible romper con la teoría de “la mesa de los argentinos”, podría aplicarse un aforo en lugar de los derechos de exportación ad valorem. Es decir, una suma fija por tonelada de carne, cualquiera fuera su precio. Eso favorecería, naturalmente, la exportación de los cortes más caros, dejando más carne disponible para el mercado interno. Me pareció creativo, pragmático y superador para ese momento.
Hoy, está en la mesa chica de la administración Macri. Confirmó que tienen bien asumido eso de la agroindustria como motor del desarrollo. Lopetegui cerró su participación con una metáfora que le brotó espontánea: “Para llegar a Progreso, hay que pasar por Esperanza”.
"La sombra doliente del agua"
Editorial del Ing. Agr. Héctor A. Huergo en Clarín Rural del 15 de julio de 2017
Estamos frente a un nuevo escenario, consecuencia del cambio climático, y hay que apelar a la imaginación para encontrar nuevas soluciones.
Remedando a Santos Vega, la sombra doliente del agua sigue corriendo sobre la pampa argentina. Sollozando el occidente… Esta semana, la Bolsa de Comercio de Rosario informó que con las últimas lluvias se deben agregar unas 150.000 hectáreas más, a las ya perdidas para el trigo en esta campaña.
El epicentro es el oeste de la provincia de Buenos Aires, sudeste de Córdoba y norte de La Pampa. Ayer mismo a la madrugada la municipalidad de Larroudé hizo sonar la alarma, alertando que se había decidido cortar la ruta 188 durante la noche por el peligro del agua en el asfalto.
La sensación es que probablemente el informe de la bolsa rosarina se haya quedado corto. El jueves próximo saldrá el informe mensual del MinAgro, que aportará precisiones. Lo concreto es que, lejos de atenuarse (como se esperaba con la llegada del invierno, normalmente más seco), el fenómeno se agudizó. Y vuelve la necesidad de tomar el toro por las astas.
Ya hemos machacado sobre la necesidad de repensar las obras alguna vez proyectadas y nunca realizadas. El subsecretario de Recursos Hídricos, Pablo Bereciartúa, tiene muy claro que estamos frente a un nuevo escenario, consecuencia del cambio climático. Y que hay que apelar a la imaginación para encontrar nuevas soluciones.
Hace una semanas, tuvimos la oportunidad de intercambiar con él algunas ideas sobre la problemática de La Picasa. Es la laguna que, al extenderse, está cortando nuevamente la estratégica ruta 7 y amenaza con destruirla.
La Picasa creció 18 veces en los últimos 50 años, pasando de ocupar 2.500 hectáreas, a las actuales 45.000. Esa laguna es una gran reguladora natural, pero desde hace años no da abasto: recibe agua del oeste, y desborda hacia el sudeste a través de las lagunas de Teodelina, de allí a Mar Chiquita, la laguna de Gómez en Junín, que se conecta con la del Carpincho.
Allí nace el río Salado, que atraviesa la gigantesca cuenca deprimida hasta volcar sus aguas en la Bahía de Samborombón. Unos 500 km en línea recta con apenas 70 metros de desnivel. En su curso, baña millones de hectáreas que hoy no pueden aprovechar el flujo de la nueva tecnología agrícola y ganadera, ante el fantasma recurrente de la inundación.
En esa conversación le planteamos una alternativa que habíamos analizado largamente con Ana Fernández Mouján: un bypass de las aguas de La Picasa hacia el Paraná. Ahí el desnivel se ampliaba a 90 metros, pero con un tercio del recorrido.
No era fácil, porque la divisoria de aguas obligaba a hacer un acueducto subterráneo. Pero habíamos visto que en California estaban ejecutando la misma idea, aunque con el objetivo opuesto: llevar agua del río Sacramento con un túnel de 50 millas de largo, llenar un lago, y desde allí abastecer al valle de San Joaquín.
Bereciartúa no era ajeno a la cuestión de los acueductos. En su paso como ministro de Obras Públicas de la administración Macri en la CABA, había hecho la pre-ingeniería de lo que sería la solución de las inundaciones recurrentes del Maldonado. Tomó la idea del bypass al Paraná y de inmediato puso a su equipo a trabajar.
Unas semanas después, tenía listo un boceto: un gran caño de 90 km desde la laguna de Teodelina (hasta allí se aprovecha el canal norte de La Picasa) hasta el arroyo Pavón, que drena naturalmente al Paraná.
El proyecto es de mucha envergadura y alto costo. Está ahora en la fase de evaluación económico-financiera. Considerando el beneficio de mantener a raya el agua en una zona de extraordinario potencial agrícola, y la posibilidad de poner en producción segura cientos de miles de hectáreas hoy marginales, ameritan un análisis exhaustivo.
"La realidad siempre se subleva"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 8 de Julio.
Visité China por primera vez en 1998, acompañando a Jorge Castro, por entonces Secretario Estratégico del gobierno nacional. Nos unía un convencimiento: la República Popular era la gran esperanza para consolidar la expansión de la agroindustria argentina, que claramente se perfilaba como el nuevo motor económico de la Nación.
En aquel momento, acababa de llegar al mercado la soja RR. La producción se había estancado, entre 1994 y 1996, en las 15 millones de toneladas. Sabíamos que las variedades tolerantes a glifosato iban a permitir un enorme salto productivo. Ya había pegado fuerte la idea de la siembra directa, donde los pioneros dejaban paso a los colonizadores. La gran pregunta, sin respuesta, era si habría mercado para el aluvión de soja que se veía en el horizonte.
Lester Brown, desde su World Watch Institute, acababa de publicar su “Who will feed China” (“Quién va a alimentar a China”), en el que volvía sobre su vieja teoría de la transición dietética. Ya en los 70, Brown sostenía que la mejora de ingresos en las sociedades más postergadas, provocaba un cambio en los hábitos alimenticios. Se sustituían las féculas (harinas, legumbres, tubérculos) por proteínas animales. Esto provocaría una mayor demanda de granos forrajeros y harinas proteicas de origen vegetal (léase soja), para alimentar distintas especies del reino animal.
En 1998, los chinos consumían 15 millones de toneladas, totalmente producidas en su territorio, de donde a la sazón es oriunda la soja. La consumían en forma directa, como tofu y otros alimentos típicos de Oriente. Pero en 1998 habían importado una pequeña cantidad, generando nuestra expectativa. ¿Habría llegado el momento?
En una cena en Beijing con un alto funcionario de planificación del gobierno chino, no tuve mejor idea que hablar del libro de Brown. Mal informado, no sabía que el autor era considerado “un enemigo del pueblo chino”. Aprendí en pocos segundos que con la seguridad alimentaria no conviene meterse. El funcionario nos dijo que la pequeña cantidad importada fue consecuencia de un problema coyuntural, que la política de autoabastecimiento era exitosa, y que jamás importarían granos. La teoría de Brown, hecha añicos.
Nuestra esperanza, no. “La realidad siempre se subleva”, disparó cuando un par de días después comimos unos ribs en un Hard Rock en Guanzou, olíamos las fritangas en las esquinas y veíamos pasar camiones con cerdos por todos lados.
Al año siguiente, compraron 4 millones de toneladas. Era lo que había aumentado la producción argentina. Siguieron con ese ritmo hasta hoy. En 20 años pasaron de cero importación, a las 80 de este año.
En el camino, compraron Smithfield, la mayor productora de cerdos de Estados Unidos. El cerdo es maíz y harina de soja en cuatro patas. Abrió un Kentucky Fried Chicken cada 16 horas, para despachar patas, alitas y pechugas de pollo de a carradas. Salen con fritas, en aceite de soja. Más recientemente, compraron Noble y Nidera, pivoteando sobre la poderosa Cofco, la empresa nacional dedicada al abastecimiento de insumos básicos. Puertos, plantas de crushing sobre el Paraná y en el interior. Luego, frigoríficos en Uruguay y Argentina.
Y ahora, van por los insumos tecnológicos. Adamá primero, con su paleta de agroquímicos genéricos, la mayor del mundo. Y esta semana se produjo el “relanzamiento” de Syngenta en Buenos Aires. Adquirida por la poderosa ChemChina, se concreta la primera consolidación de las tres que espera el mercado de biotecnología y productos de protección de cultivos.
Para algunos, con todo esto la Argentina parece haberse convertido en “China dependiente”. Para otros, quizá valga la visión opuesta. No es lo que importa. La realidad siempre se subleva.
"Retenciones de la soja en el tapete"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 1 de Julio de 2017
De pronto, la cuestión de las retenciones vuelve sobre el tapete. Fue muy sonora la intervención, esta semana, de Gonzalo Ramírez Martiarena, CEO global de Dreyfus, en un foro del Financial Time sobre commodities realizado en Buenos Aires. Más todavía porque Gonzalo es argentino y conoce muy bien lo que está pasando con el complejo soja en la Argentina.
Dreyfus tiene operaciones en todo el mundo y es uno de los grandes actores de la producción y comercio de productos agropecuarios. En la Argentina cuenta con varias plantas de crushing, que se anotan entre las más grandes y modernas del mundo. En Bahía Blanca, en General Lagos (al sur de Rosario) y en Timbúes (al norte). De allí salen por año al mundo 10 millones de toneladas de harina proteica, aceite y biodiesel, los principales derivados de la soja.
Ramírez planteó un panorama brillante para la perspectiva de estos productos, aun cuando hay nubarrones en el horizonte en alguno de ellos: la posible traba al biodiesel en el mercado estadounidense, por lejos el principal para este sustituto del gasoil. Dejó flotando la esperanza de que, si ello sucede, sea después de la esperada reapertura del mercado europeo, tras el Panel que la Argentina ganó en la Organización Mundial del Comercio.
Dejó bien claro que la locomotora china seguirá absorbiendo enormes cantidades de soja. El barril sin fondo de la transición hacia una dieta con más proteínas animales los ha convertido en una aspiradora de soja. No hay una fuente más económica y eficiente para proveer los aminoácidos que requieren todos los bichos que caminan y van a parar al asador.
Pero también disparó, sin ambages, que los contrarios también juegan. Los principales competidores, Brasil y Estados Unidos, están creciendo con mayor ritmo que la Argentina. Tanto en la producción como en el desarrollo y modernización de su infraestructura.
Desde el punto de vista de la capacidad de procesamiento, la Argentina está bien posicionada. A pesar del freno de mano de la era K, se instalaron nuevas plantas y se expandieron casi todas. La hidrovía del Paraná se extendió hasta Timbúes y sigue hacia arriba, con aporte casi exclusivo del sector privado. Hoy se pueden moler más de 60 millones de toneladas, frente a una cosecha en torno a las 55 desde hace cinco años.
La salida del cepo cambiario fue muy favorable para el sector. También lo fue la eliminación de las retenciones para el trigo y el maíz. Ambos respondieron con un crecimiento del 50% en la primer campaña de la era Macri. Los derechos de exportación de la soja, en cambio, solo se redujeron de 35 a 30%. La respuesta fue de manual: creció todo menos la soja.
Haciendo ejercicio ilegal de la agronomía, los fiscalistas acuden a la muletilla de la “sojización” cuando en realidad solo cuentan con la libreta del almacenero. El problema agronómico de sembrar mucha soja está sobrevendido. Por supuesto que se acelera el problema de las malezas, plagas y enfermedades, y que la rotación es una solución virtuosa. De hecho buena parte de la soja se hace sobre trigo. Pero nadie más interesado que el propio productor, sobre todo el dueño de la tierra, de mantener en buen estado su patrimonio.
Las retenciones le están pegando fuerte al desarrollo sojero argentino. Si el gobierno necesita uno de cada tres camiones, puede hacer algo más imaginativo que capturarlos en el puerto. Así como tiene la audacia de colocar un bono a cien años, podría pedir prestado ese camión que hoy expropia sin anestesia. Ya sé, aumentaría el déficit cuasi fiscal. Pero un rápido “precio lleno” (aunque una parte se pague con un bono) dinamizaría tremendamente a este sector clave de la economía.