Cerrando el círculo...
Lechería. Nota del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 2 de diciembre de 2017
Con la inauguración de su biodigestor en Santa Fe, Adecoagro agrega la producción de energía a partir de estiércol. El cambio de paradigma lechero, hecho realidad.
La firma cerró un acuerdo de venta con el ente eléctrico, Cammesa, por el que tiene que entregar 1,42 megawatt de energía eléctrica por día durante veinte años.
Con la inauguración de su biodigestor, concretada esta semana, el tambo de Adecoagro en Christophersen (sud de Santa Fe) cierra el círculo de la sustentabilidad. Es el eslabón que le faltaba para consolidar un verdadero cambio de paradigma en la producción lechera argentina: alta productividad basada en un modelo de confinamiento completo, recogida del estiércol y su valorización como fuente de energía eléctrica, y deposición final de los efluentes en los lotes de producción de forraje.
Economía 360 en escala. Ya cuentan con 7.000 vacas en ordeñe, que viven estabuladas en inmensos galpones, sobre cama de arena, con ventilación y todos los atributos de confort tanto para los trabajadores como para los animales. En esas condiciones, el potencial lechero de las vacas se expresa a pleno: el año pasado promediaron los 36,7 litros diarios y en lo que va del 2017 están por encima de los 37. Una productividad que duplica la de los siete tambos pastoriles con 1.800 vacas que recibieron en el 2002, cuando Adecoagro inició sus operaciones.
El tambo tiene 7.000 vacas en ordeñe que están totalmente confinadas en galpones. Por vaca, se producen 36 litros de leche.
La visión de Mariano Bosch, quien había salido al mundo a buscar capitales para desarrollar proyectos agropecuarios y agroindustriales, era que existía un “gap” tecnológico.
En el caso de la lechería, se podía actuar en dos frentes: mejorar la productividad forrajera en las fértiles tierras del sud de Santa Fe, y se podía explotar a fondo el potencial genético de las vacas. Para ello, había que independizar las funciones. El campo produce forraje abundante y de calidad. Se lo cosecha y almacena. La vaca convierte este forraje en leche.
El talón de Aquiles era la falta de experiencia en el país, totalmente volcado al paradigma pastoril. Igual, en el 2005 Bosch y su equipo --bajo el mando directo de Ernesto Pittaluga, Gerente de Lechería de la empresa-- tomaron la decisión de armar un primer tambo, de 1.500 vacas, bajo estabulación completa. Salieron al mundo a buscar y aprender. Sabían que iban a pagar un derecho de piso. El peaje más caro fue el del manejo de la bosta.
Adoptaron la cama de arena. Aprendieron a manejarla. Se extrae, se tamiza, se seca. Pero hacía falta tratar el efluente. Ahora está.
Lo cuenta el propio Mariano: “a fines del 2016 hemos participado en el Programa RenovAr Ronda 1, una Convocatoria Abierta Nacional e Internacional de abastecimiento de energía eléctrica renovable bajo la dirección del Ministerio de Energía y Minería de Argentina. Como resultado de haber sido adjudicada nuestra oferta, en marzo de 2017 celebramos un contrato de venta de energía eléctrica renovable con CAMMESA, que nos compromete a entregar a la red 1,42 MW durante los próximos 20 años”.
Calesita: así es el tambo de Adecoagro. Permite un ordeñe rápido.
Tan sólo nueve meses después de haber iniciado la obra en enero 2017, la planta quedó en total funcionamiento, generando el volumen de gas necesario para mantener el generador prendido y produciendo los volúmenes de energía comprometidos, dos meses antes de la fecha límite propuesta.
“Se consolida una solución ambiental y se suma un eslabón más a la captura de valor a partir de la capacidad productiva de los campos de la zona”, agrega Bosch. “Con rotaciones que maximizan el aprovechamiento del recurso suelo y la generación de forrajes de manera sustentable, podemos alimentar de manera eficiente las vacas”.
Luego las heces recogidas del total de las vacas a través de la limpieza de los galpones que se realiza 3 veces por día, es separada de la arena para ingresar al proceso de biodigestión en condiciones controladas. Estas condiciones de un delicado equilibrio entre temperatura, acidez, composición del “digestato” y otras variables, favorecen el desarrollo de bacterias metanogénicas, que son las encargadas de producir metano a partir de la materia orgánica.
La capacidad de procesamiento es de 2 mil metros cúbicos por día de efluente tal cual. Implicó una inversión de 6 millones de dólares y cuenta con una potencia instalada de 1,4 megawatt (MW), con una capacidad de Generación de Energía Eléctrica de 9.000 MWh/año.
“De esta manera –se entusiasma Ernesto Pittaluga-- se agrega un eslabón más en la cadena de aprovechamiento del potencial productivo de los campos, ya que el biodigestor permite valorizar lo que quedó contenido en las heces y no pudo ser aprovechado en el primer proceso digestivo al que fue sometido el alimento dentro del rumen de los animales”.
Por otro lado brinda una solución de altísimo valor ambiental al capturar el metano impidiendo que llegue como tal a la atmósfera, minimizando también la generación de olores.
Pero ahí no termina la historia. Los residuos del proceso de biodigestión tienen un alto poder fertilizante.
Por lo tanto una vez terminado el proceso son separados en tres fases. En la primera etapa se obtiene un biofertilizante sólido de alto valor agronómico que se distribuye con carros dispuestos para tal fin en los lotes. Luego, una segunda etapa de decantación en lagunas impermeabilizadas, donde se genera un material semilíquido que se distribuye con tanques especialmente diseñados para lograr una buena distribución de esta presentación de biofertilizante.
Por último, otra laguna impermeabilizada donde ya el material es totalmente líquido permitiendo incluso bombearlo a través de un pivot de riego, cumpliendo no solo con los requerimientos de irrigación sino que aportando también minerales como una forma líquida de biofertilizante.
De esta manera y utilizando las tres distintas presentaciones de biofertilizantes de modo estratégico dentro de la rotación, termina el circuito de aprovechamiento del recurso suelo, “retroalimentándose para garantizar la sostenibilidad de su potencial productivo que garantiza la producción de forrajes y granos como inicio de la cadena de agregado de valor”.
Además del incremento que esta producción de energía genera por sí misma en nuestro resultado económico, han iniciado los trámites para generar créditos de carbono.
“Obtenerlos no sólo dejaría en evidencia el impacto que tiene este tipo de sistemas sobre la conservación del medio ambiente, sino que generaría un incremento marginal para el ingreso del proyecto”.
En total, desde que arrancaron con el tambo y hasta llegar a las 7.000 vacas actuales en ordeñe, llevan invertidos 50 millones de dólares.
El plan es duplicar, ahora que cerraron el circuito y están consolidados en todos los aspectos del sistema. Y para ello van a invertir otros 60 millones. Lo aprobaron los accionistas, atomizados desde que, hace cinco años, la empresa hizo una emisión de acciones en la bolsa de Nueva York, donde opera con la sigla “AGRO”.
En el tambo de Christophersen cuentan con 150 empleados en forma directa, cifra que se va a duplicar en el 2019.
“Por cada puesto directo, calculamos ente 4 y 5 indirectos, lo que tiene un impacto fenomenal en la zona”, concluyó Bosch.
La clave está en el factor humano
La clave del modelo de Adecoagro es el factor humano. Desde el origen, en 2002, Mariano Bosch lo destaca permanentemente, y no solo es cuestión de su palabra. Siempre que nos recibió lo hizo interactuando con su staff.
Y cada responsable de área lo hace con su propio equipo. En el tambo de Christophersen trabajan 150 personas, en 3 turnos de ocho horas, y cuentan con un servicio de transporte tercerizado que permite que la gente esté buena parte del día en sus hogares o en el pueblo. Esto implica otra ruptura frente a la tradición, lo que implica un gran desafío. Hay tareas que requieren un seguimiento estricto (por ejemplo, “sacar celo” e inseminar) y lograron profesionalizarlo exitosamente. Tanto, que llegaron a dominar el empleo de semen sexado de modo tal que ya lo están implementando no solo en vaquillonas, sino en buena parte del rodeo. Apuntan a un 70% de nacimientos de hembras. Es una tecnología de altísimo impacto para un proyecto de crecimiento, donde el requerimiento de nuevas vacas se hace exponencial.
No todo será crecimiento horizontal, que tampoco se frena en las 14.000 vacas proyectadas para el 2019. Y en la mira está la instalación de una planta de derivados lácteos de alto valor, acorde con las nuevas tendencias del mercado.
"Cadenas, mercados y simplificación"
Editorial del Ing. Agr, Héctor Huergo en Clarín Rural del 25 de noviembre de 2017"
Etchevehere anunció que uno de sus objetivo es hacer más sencilla la gestión de las empresas agropecuarias.
Ya está en marcha la nueva etapa del Ministerio de Agroindustria, ahora en manos de Luis Miguel Etchevehere, que abandona así la presidencia de la Sociedad Rural Argentina. En su primer encuentro con la prensa, el flamante ministro estableció los tres puntos centrales de su gestión: el trabajo con las cadenas de productos, la apertura de nuevos mercados, y la simplificación de la gestión de las empresas agropecuarias.
No son proyectos revolucionarios ni conmovedores por lo ambiciosos. Pero sin duda que son desafiantes, sobre todo ante la maraña de intereses y el empeño de la burocracia por justificar su propia esencia reguladora y su supervivencia como especie. Vayamos por partes.
Es una buena señal esta defensa de las cadenas de producto, que sin duda han emergido como una fuerte representación de los sectores más dinámicos en la era de la Segunda Revolución de las Pampas.
En su debut, le tocó sentarse frente a la foresto-industrial, cuyo fenomenal potencial fue trabado por la impericia K y la decisión política de alimentar el conflicto con la pastera Botnia (hoy UPM) en Uruguay.
Etchevehere es entrerriano y aunque no tuvo un rol destacado durante el largo entredicho, ahora se manifestó a favor de la instalación de plantas que procesen la enorme riqueza forestal (actual y potencial) de su provincia y del país. Por supuesto, le llovieron críticas de las fuerzas “progresistas”, que insisten en su planteo ideologizado a pesar de que las pasteras demostraron que no contaminan.
También es una buena señal esta reivindicación de las cadenas. Muchos recuerdan su fuerte entredicho, cinco años atrás, con Gastón Fernández Palma, quien fuera el titular de Maizar, la entidad que coordina a todos los eslabones del maíz, un nodo clave en la cascada de valor.
Disconforme con el buen trato que recibía el sector pollero por parte del gobierno kirchnerista, Etchevehere pateó el tablero. Fernández Palma, médico y productor agropecuario muy reconocido y apreciado, había realizado una gran gestión como presidente de Aapresid, sin duda la entidad más creativa y promotora de los grandes cambios tecnológicos del último cuarto de siglo.
El agua no llegó al río, pero tanto Maizar como las otras entidades de cadena quedaron malquistadas con el ahora ministro. Con estos antecedentes, es lógico que haya provocado sorpresa su súbita reivindicación de las cadenas. En buena hora.
Para la apertura de mercados, le dio continuidad a Marisa Bircher, una funcionaria muy activa y con buenos pergaminos en los dos años de su antecesor Ricardo Buryaile. Se han dado pasos concretos en varios productos y países, notablemente el tema de la carne a China.
Conviene señalar que David Lacroze, a quien se atribuye un rol muy importante moviendo los hilos de la nueva gestión, es quien armó y condujo la policromática mesa de carnes. El propio Macri mantuvo más reuniones con esta mesa que con cualquier otro sector de la economía, lo que revela su convicción acerca de la oportunidad que significa.
Pero al mismo tiempo, se presentan nuevos desafíos de enorme envergadura: la recuperación del mercado de los Estados Unidos para el biodiésel y ahora, la amenaza de la pérdida del mayor mercado para el aceite de soja: la India, que estaría aplicando fuertes derechos de importación de manera inminente. Miles de millones de dólares en juego.
Y ya que hablamos de la soja, conviene recordar una de las definiciones clave del ministro recién ungido: no habrá cambios en el régimen de retenciones. Esto significa que se mantendrá el cronograma de reducción de medio punto por mes, desde el 30% actual, a partir del primero de enero próximo. Etchevehere asume que el frontón del MinAgro es la cuestión fiscal.
"La mirada en la góndola"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 11 de noviembre de 2017
La idea de dejar de ser el granero del mundo para convertirse en el supermercado del mundo, que se convirtió en el leit motiv de la era Macri, tuvo un principio de consagración en AlimentAr, que se concretó esta semana en Tecnópolis. Un gran evento “B2B”, es decir, de negocios entre empresas, más que una exhibición de la enorme oferta de productos argentinos y de los países vecinos.
Aliment.Ar es un verdadero salto cualitativo. Un enorme éxito conceptual. Hace unos años el pensamiento económico predominante había instalado la idea de que la palanca del desarrollo era la “industria pesada”, o los “sectores básicos” (petróleo, petroquímica, etc). Cundía la muletilla del “acero vs. caramelos”, con cierto tufillo burlón para quienes creían(mos) en el desarrollo a partir de las ventajas competitivas en torno al sector agroalimentario.
Pero la realidad siempre se rebela, dice Jorge Castro. Llegó la Segunda Revolución de las Pampas con su abanderada la soja. En apenas veinte años, pasó de curiosidad botánica a curiosidad económica: hoy la Argentina es viable porque hay un piso de 20.000 millones de dólares anuales de flujo competitivo.
No es extraño entonces que la Unión Industrial Argentina esté presidida por un hombre de la agroindustria. Y que la Copal, la entidad que agrupa a las principales empresas de alimentos de la Argentina (en un 90% pymes de un conglomerado multicolor) sea uno de sus brazos fuertes.
Ahora vamos por más. Pensar en alimentos procesados pululando en las góndolas del mundo es un horizonte tentador. Nadie cuenta con los insumos básicos en semejante abundancia y calidad. Es una excelente plataforma para atraer inversiones, generar empleo y agregar valor.
Pero no debe implicar un menoscabo a la actual canasta exportadora, integrada fundamentalmente por insumos básicos (granos y productos del complejo agroindustrial sojero). Y otros con mayor valor agregado, aunque en el imaginario colectivo –e incluso en la conceptualización de varios expertos—aparecen como “productos primarios”. Por ejemplo, las carnes, que son productos de “segundo piso” porque, precisamente, se obtienen a partir de granos forrajeros y harinas proteicas de origen vegetal (harina de soja).
El gran desafío es lograr que la competitividad que alcanzó el complejo sojero se mantenga en el eventual down stream. Y la gran pregunta es por qué, a medida que avanzamos en el grado de elaboración, se va escurriendo la ventaja competitiva en un agónico goteo. En los foros que acompañaron las rondas de negocios de AlimentAr, este fue el telón de fondo. Infraestructura, impuestos, régimen laboral. Es la tarea del Estado, que no está para “marcar la cancha”, como dijo algún funcionario, sino para facilitar los negocios.
Estado facilitador es el de las negociaciones internacionales, el de la lucha contra el proteccionismo, que a pesar de lo que parecía haberse avanzado, muestra sus propios brotes verdes. El lobby agroindustrial de los países desarrollados cobró fuerza y se expresó con gruesos trazos de evidencias en las trabas al biodiésel, la mala noticia del momento. Todo el mundo quiere llevarse el trabajo a su casa y en eso están los estadounidenses de la era Trump, los europeos y los inefables chinos.
Pero por el lado positivo aparecen los avances en la relación Mercosur-UE, con la presencia del vicepresidente europeo en el país, quien se reunió con el Canciller y el propio presidente Mauricio Macri. Negociaciones clave, a la hora de generar una plataforma que nos permita avanzar con la idea de avanzar hacia la góndola. Porque, aunque la mayor parte depende de nosotros, los contrarios también juegan.
"Un presente griego para Etchevehere"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 4 se noviembre de 2017
Flaco favor le hizo el gobierno al recién nombrado Ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere. Antes de asumir, recibió un presente griego: impuestos a varios productos clave para las economías regionales (azúcar y vinos en particular), y un castigo letal para la industria de los biocombustibles.
El gobierno sabe que nunca va a tener más poder que en los primeros días del resonante triunfo electoral, y la angustia fiscal impuso su impronta. Los tiempos políticos no consideraron el matiz del recambio ministerial. Respira aliviado Ricardo Buryaile, el ministro saliente. Sus ex pares de Hacienda y Energía estarán pensando “el primer chico en casa”.Y Etchevehere tendrá que lidiar, de entrada, con una pesada mochila: los grandes temas del sector se definen en otras áreas. ¿Podrá revertirlo? ¿Querrá? Su principal capital es su excelente relación con el presidente Mauricio Macri. Tendrá que consumir parte de sus cartuchos en una batalla inesperada. Sabe también que no tiene el as de espadas para dar vuelta la mano.
En el caso del vino y el azúcar, el paquete vino con un moño inesperado: los comentarios justificando la gabela con el argumento de lo saludable, con lo que más allá de que la medida avance en el Congreso (difícil), ya se infligió un severo daño a ambas cadenas. Si los impuestos prosperan, el castigo será doble. Al impacto directo en el consumo generado por el encarecimiento, se suma el efecto de una campaña implícita en los dichos de encumbrados funcionarios de Economía.
Es además muy peligroso que se eche mano a argumentos de salud pública para encubrir el afán(o) recaudatorio. Una cosa es hacer campaña contra el abuso de ciertos alimentos y bebidas desde las áreas pertinentes, y otra es que desde Hacienda se apostrofe contra el consumo de vino o bebidas azucaradas.
¿Por qué no meterle un impuesto a la hamburguesa en nombre del colesterol? Más ideas: tasa a la harina y sus derivados, porque Cormillot dice que engordan. Otra al kiwi porque es alergénico para algunos. Gravar la batata porque produce flatulencias calientes, y a la papa frita porque es peor que la papa hervida. A la milanesa de soja porque viene con genes.
A los azucareros les pegó por partida doble. Además del castigo fiscal, está la rebaja brutal del precio del etanol: un 15% ahora y otro 15% dentro de tres meses al proveniente de la caña de azúcar, y un 22% al que viene del maíz. Recordemos que el maíz es también la materia prima del jarabe de fructosa, que compite con el azúcar de caña como edulcorante de las bebidas cola.
Una doble Nelson que se inscribe en el persistente esfuerzo por destruir la industria de biocombustibles, que había sobrevivido en la angustiante selva K. Para completar el apriete, también se redujo un 4% el precio del biodiésel para el mercado interno, castigando a decenas de pymes del interior que lo abastecen.
Y todo apenas una semana después del apurado aumento del 10% en los combustibles en surtidor el primer día luego del triunfo electoral. También hubo rumores acerca de un posible aumento de las retenciones a la exportación de biodiésel, como forma de “superar” el conflicto con EE.UU. Sería terrible.
Recibí estas noticias cuando me bajaba del avión, volviendo de Turín, donde FPT Industrial (empresa de CNH) presentaba una línea de motores a gas. La “prima donna” era su futurista tractor a biogás, una vuelta de tuerca en el objetivo de un mundo de menos emisiones y con una matriz de energía y combustibles más abierta y diversificada. El biogás implica la valorización de residuos de explotaciones intensivas (bosta) y de cultivos energéticos, en particular el maíz para silo.
Veremos en los próximos días si estos temas formarán, o no, parte de la agenda del flamante ministro de Agroindustria.
El letargo del "yuyo"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 27 de octubre de 2017
En la Argentina, los rindes sojeros se estancaron en las últimas campañas y se invierte poco en fertilización.
En un reciente artículo, el prestigioso Financial Times colocó a la soja en el centro de la escena. Bajo el título “El grano del siglo XXI”, le destina una amplia cobertura, explicando que el driver de la expansión es la transición dietética que experimenta la República Popular China y otros países asiáticos. La mejora en los ingresos y el fenómeno de la urbanización motorizan un mayor consumo de proteínas animales. Y éstas se producen echando mano a una fuente de proteína vegetal, hoy insustituible, que es la harina de soja.
Es una gran noticia para la Argentina, que sigue ocupando el tercer lugar en el podio global de los productores de soja, detrás de Brasil y Estados Unidos. Sin embargo, la buena nueva se empaña cuando miramos la performance comparativa entre los tres grandes “players”. Estamos perdiendo posiciones, claramente.
Mientras Estados Unidos y Brasil siguen expandiendo la producción, combinando el aumento de la superficie y de los rendimientos, aquí estamos estancados. Y es probable, casi seguro, que en la próxima campaña habrá un achique considerable: quizá unas 3 millones de toneladas, fruto de una caída de la superficie de aproximadamente un millón de hectáreas.
Es cierto que la recuperación del área con cereales, como el maíz y el trigo, es una de las causas de esta reducción. También hay pérdida de área como consecuencia de las inundaciones en el oeste de la pampa húmeda. Pero estos fenómenos no deben hacer perder de vista un hecho mucho más grave: se han estancado los rendimientos.
Mientras en los Estados Unidos la tendencia del rinde a nivel nacional está creciendo a un ritmo de casi un quintal por hectárea y por año, aquí perdimos viento. Aquí, entre la revolución de la RR (Nidera) y los grupos 4 (Don Mario), cuando despuntaba el siglo XXI los rindes subían con saltos de 2 quintales por año. En cinco años pasamos de 1,8 a 2,8 toneladas por hectárea. Pero a partir del 2010 no pasó gran cosa.
Esta semana, la organización Fertilizar presentó un trabajo que puso el acento en una de las causas del fenómeno. La falta de una adecuada nutrición del cultivo de soja tiene un impacto sensible en esta flojera. Se está usando la mitad del fósforo y el azufre que requiere la simple reposición de lo que se lleva cada tonelada de soja, afectando no solo los rindes sino la remanida cuestión de la sustentabilidad.
Lo más paradójico es que la relación insumo/producto es favorable. La soja devuelve con 450 kg adicionales cada hectárea correctamente fertilizada. Son 120 dólares, frente a un costo de 40. Tres a uno.
Puede argumentarse que están las retenciones, hoy en el 40%. Correcto: si no existieran, ese 3:1 pasaría a 4:1. No es moco de pavo. Ayudaría a romper la barrera que se autoimponen los más remisos. Algún día habría que calcular el extraordinario lucro cesante que, a nivel nacional, está generando la falta de una solución más imaginativa para sustituir los derechos de exportación por el impuesto a las ganancias.
Lo que más afectan es, precisamente, la relación insumo/producto, generando un claro sesgo anti tecnológico. El Estado se lleva 500 dólares por hectárea, diez veces más de lo que el productor necesita para abonar el cultivo. La falta de fósforo no está tanto en el suelo como en el cerebro. La soja es el principal producto de la economía, 20.000 millones de dólares de exportaciones. El estancamiento nunca será gratis.
Pero lo concreto es que el productor parece haber alcanzado una especie de estado de confort con esos 3.000 kg/ha que cualquiera logra sin mucho empeño. El tema que impregna todo es el (para nada menor) de las malezas tolerantes. Y el de la “agricultura por ambientes”.
Son estrategias necesarias, pero defensivas. El “yuyo”, tan golpeado, padece el letargo. Hay que volver a la mística de hace veinte años, aquél vértigo de la carrera de los rindes. Y volver a pelear la punta.
"Ganadería en mejora continua"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 14 de Octubre de 2017
En Córdoba, Luis Picat armó una granja porcina ultra intensiva y con los efluentes genera el 70% de la energía que necesita el establecimiento.
Decíamos la semana pasada: “Argentina tiene el derecho de pararse frente al mundo y remarcar que en ninguna otra parte se han logrado sistemas de producción más amigables con el medio ambiente, eficientes y sustentables”. Nos referíamos a la agricultura de la siembra directa, la biotecnología, el ahorro de nutrientes, la maquinaria cada vez más eficiente.
Y agregamos también algunos conceptos que remarcaban la mejora ambiental de nuestro sistema ganadero, transitando velozmente el sendero de la intensificación. Bueno, hay más noticias para este boletín.
En el increíble congreso CREA Tech, que se celebró esta semana en el estadio Orfeo de Córdoba, me tocó coordinar el panel de bioenergía. Allí se presentaron un par de casos que implican un “up grade” sobre lo mucho que ya se hizo, subrayando con gruesos trazos de evidencias que también en la ganadería hemos ingresado en una espiral de mejora continua.
El primer principio de la ecología es la eficiencia en el uso de los recursos naturales. “Industria” es, por definición, la transformación de estos recursos. La actividad humana inteligente apunta a crear más y mejores productos, en todos los terrenos. Alimentos y bioenergía son industria verde. Un proceso de “intensificación” significa un mejor uso del recurso básico: el suelo. Es decir, la superficie fotosintética, la lluvia que cae sobre él (o el riego), el aprovechamiento del CO2 y la captura del nitrógeno del aire.
En estas pampas se triplicó la cosecha en el último cuarto de siglo. Se transfirieron 15 millones de hectáreas que estaban en uso “extensivo” (es decir, en planteos de baja productividad), básicamente praderas arruinadas por el sobrepastoreo y el enmalezamiento.
Campeaban el sorgo de Alepo, el gramón. Y las leñosas invasoras en el monte degradado. Sin embargo, a pesar de este extraordinario cambio en el uso del suelo, la ganadería logró mantener su stock. Pero todo proceso industrial tiene sus externalidades negativas. Eso no lo descalifica, simplemente obliga a resolverlas, mitigarlas o compensarlas. Es lo que mostraron los empresarios cordobeses Luis Picat y Víctor Giordana.
Picat inició un criadero de cerdos super intensivo. El sistema funciona en confinamiento total, desde la gestación de las 1.000 madres hasta el capón terminado. Sólo le faltaba resolver el problema del efluente, los purines de los cerdos que en estos sistemas no se pueden esconder debajo de la alfombra.
Convencido de que ese problema era una oportunidad, mirando la bosta como un recurso, salió al mundo a buscar un biodigestor. Lo encontró en Alemania, pero su alto costo lo llevó a pensar en una adaptación criolla. Bueno, hoy está generando 200 kilowatts y se autoabastece del 75% de la energía que necesita el criadero. Próximo paso: duplicar el criadero con biodigestor y todo, y meter otro en su frigorífico. “La generación de electricidad con residuos del agro, la industria y los municipios tiene enorme potencial”.
Víctor Giordana, por su parte, contó que hace seis meses instaló una “minidest” en su feedlot. Una inversión de más de 3 millones de dólares, en un acuerdo con José Porta, continuador de una firma que lleva más de cien años fermentando maíz. La idea de Giordana era eliminar el costo del flete a puerto, que se lleva dos tercios del valor. Porta se lleva el etanol y él se queda con la burlanda, que hoy es el 30% del alimento que consumen sus terneros. Productividad, más el plus del bioetanol. Ecología al cubo.
A ambos los escuchó atentamente el Director Nacional de Energías Renovables, Maximiliano Morrone, quien no ocultó su sorpresa y beneplácito por esto que está sucediendo: “La provincia de Santa Fe podría generar el 80% de la energía que produce usando los efluentes de su explotación ganadera”.