El tambo se acerca a una nueva dimensión. Tambo de Adecoagro.
Nota de tapa de Clarín Rural del 27 de mayo de 2017. Por el Ing. Agr. Héctor Huergo.
El megatambo "freestall" de Adecoagro produce 250.000 litros de leche por día. Allí, las vacas no pisan el campo y solo caminan al ordeñe. El futuro, por duplicado.
Desde el aire, un conjunto de gigantescos galpones se complotan para romper la monotonía de las pampas. Unos kilómetros al norte de la ruta 7, que se mete en la provincia de Santa Fé antes que La Picasa desbordada nos haga perder el rastro. Agua por todos lados.
Pero adentro de esos galpones, viven 7.000 vacas Holando que entregan un promedio de 35,5 litros en tres ordeñes diarios. No pisan el campo, lo miran desde sus cómodas camas de arena, que se recambia cada vez que es necesario. Y sólo caminan desde sus boxes hasta la sala de ordeñe, una calesita que cosecha leche 24 horas por día.
Es el tambo de Adecoagro, el primer “free stall” (estabulado) de gran escala en funcionamiento en el país. Una verdadera ruptura paradigmática, en un país donde parecía que difícilmente hubiera lugar para algo distinto al modelo pastoril que caracterizó a la lechería desde sus albores.
la sala de ordeñe es una calesita que trabaja las 24 horas.
Le venimos siguiendo los pasos desde hace tiempo. De hecho lo visitamos varias veces desde que inició la construcción del primero, en 2005. Dos grandes establos para 3.000 vacas. Despues de una primera fase de aprendizaje, llegó el segundo: cuatro nuevos galpones. Pasos sólidos; y ahora Mariano Bosch –ingeniero en Producción Agropecuaria y CEO de Adecoagro— decide sacarlo a la palestra y mostrar que la idea se convirtió en una interesante realidad: en el último balance trimestral de la empresa, el tambo marcó una evolución muy favorable. Facturó más del doble que en el primer trimestre del año pasado, por la combinación del aumento de la producción y la mejora de los precios. La ganancia del Q1 2017 (medida como EBIT en el balance auditado de la compañía) fue de 2 millones de dólares.
¿Cómo fue que entraron en este modelo?
Cuando compramos este campo de Christophersen a Pecom, había un tambo con dos mil vacas en ordeñe, y lo íbamos a cerrar—relata Mariano Bosch-. No estaba dentro de lo que queríamos hacer. Queríamos escala y volumen relevante. Ese fue el punto de partida. Pero antes de liquidarlo nos preguntamos cuál era el sistema para Argentina. Vimos tambos de Nueva Zelanda, un montón en Estados Unidos, fuimos a Ancali en Chile, una explotación muy avanzada, en confinamiento completo. Nos metimos a fondo a ver los sistemas de producción en distintas partes del mundo. Lo trajimos a Mc Cluskey (un gran innovador en el tambo norteamericano, instalado en Indiana, a una hora de Chicago), en un momento íbamos a ser socios.
- ¿Y a qué conclusión llegaron…?
Nos convencimos de que en Argentina podemos ser los mejores en maíz y soja. Y también nos convencimos de que para producir leche, lo más importante es el confort de la vaca. Entonces definimos este modelo en lugar de sistema pastoril. Era la única forma de poder hacer algo de escala industrial. ¿Porqué no ir a un lugar donde el maíz fuera más barato? Pero además hace falta infraestructura. Venado Tuerto tiene agua en calidad y cantidad, temperatura y clima. Gente. Y arena para cama, que tiene que ser especial.
- Y capital…
Yo asesoraba a tamberos, y siempre vi que había que alcanzar grandes volúmenes. Y para eso hace falta capital. En Adecoagro tenemos acceso a capital, y eso permite ir a buscar la mejor tecnología. No se nos cruza por la cabeza no ir a buscarla a donde esté disponible. Es la forma de generar tu ventaja competitiva. Hoy tenemos el primer paso dado. Ahora viene lo divertido para pensar para adelante. La inversión total hasta ahora son 55 millones de dólares. Sin contar la tierra, que es marginal en este modelo.
- Pero la tierra les permite autoabastecerse de comida…
Totalmente. Tenemos 250 hectáreas de alfalfa cinco o seis cortes por año. Y unas 800 hectáreas de maíz por tambo y 600 de verdeos de invierno (avena y trigo) ensilados. Muchas van en la misma superficie donde se picó el maíz, para rotación. Se le puede hacer un corte temprano (mayo-junio) y se “quema” como puente verde. Y algo de raigras. Cada tambo tiene un módulo de rotación de 900 hectáreas. Usamos harina de soja o soja desactivada, de nuestra producción. Así, logramos un modelo de bajo costo por litro producido. Y no queremos que sea competitivo respecto al vecino, sino internacionalmente. El costo por litro es la forma de pensar. Estamos en el 10 por ciento de los tambos con mejores números de los Estados Unidos. Creemos que este es el sistema que nos funciona a nosotros. No decimos que es para toda la Argentina. Pero sin duda que va a haber más tambos como estos, y nos encanta mostrarlo con los brazos abiertos.
- ¿Las instalaciones fueron importadas?
Los galpones 100% nacional. Lo único que viene de afuera es la máquina de ordeñe. Unos 800.000 dólares. Y ahora la planta de biogás, el último eslabón para salir de cierta disconformidad: estábamos generando mucho metano y no nos gustaba. Ahora reciclamos la bosta, separándola de la cama de arena y metiéndola en el biodigestor. Entramos en una licitación de energía renovable y nos dieron un precio de 158 dólares el Mega, un precio ajustado pero que nos sirve para eliminar el problema de la bosta. Buscamos la tecnología más adecuada para nuestro sistema de bosta en cama de arena. Con este biodigestor vamos a abastecer de electricidad al equivalente del consumo de varias localidades de alrededor. Somos punta de línea así que se van a beneficiar con energía renovable María Teresa, Villa Cañás, San Gregorio y Cristophersen.
EL tambo cuenta con 4 galpones,la sala de ordeñe está a la izquierda y el parque de alimentos atrás.
- Dos tambos, siete mil vacas, ¿hasta aquí llegamos?
--No! Hemos informado a los accionistas que apuntamos a duplicar a corto plazo. Sobre la base del camino recorrido y la experiencia adquirida, el objetivo es hacer un ‘dos en uno’: 7.000 vacas en un solo tambo. El equipo humano está maduro para encarar este nuevo salto, que nos acerca al próximo objetivo, que es industrializar nuestra producción. Hoy estamos en 240.000 litros por día, y la clave es mantenerse y superar esta productividad de 35,5 litros. Sobre esta plataforma, llegaremos a los 500.000 litros, una linda base para pensar en el procesamiento. No en hacer leche en polvo sino algo acorde con la calidad de leche que producimos, y la ventaja de procesar “in situ”.
"El tambo suma nuevos modelos"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 27 de mayo de 2017
Sabemos que la nota de tapa de esta edición de Clarín Rural, dedicada al emprendimiento lechero de Adecoagro, traerá cola. No solo porque se trata de una ruptura paradigmática, lo que siempre desata polémica, sino por la oportunidad. El tambo está atravesando una profunda crisis y para muchos es un momento inapropiado para hablar de innovación. En la crisis inciden un sinnúmero de factores, la mayor parte de los cuales inciden “tranqueras afuera”.
Todos conocemos la situación calamitosa de SanCor, los dramas financieros de toda la industria y los tentáculos del pulpo sindical de Atilra. La década k fue deletérea, exacerbó todos los factores negativos e impidió que el momento de bonanza internacional (entre 2008 y 2012) llegara a la cadena. Ahora hay un nuevo horizonte, y está bueno ver lo que estuvo ocurriendo, a pesar de todo. Aquí y en el mundo.
Mariano Bosch, CEO de Adecoagro desde que arrancó la compañía hace 15 años, mostró sus números la semana pasada. La compañía cotiza desde hace cinco años en Wall Street, donde miles de inversores compran y venden acciones conocidas bajo la sigla AGRO.
El balance del primer trimestre del 2017 es más que sugestivo: la explotación lechera generó un EBIT de U$S 2 millones. Sus casi 7 mil vacas en ordeñe, en dos tambos donde las vacas viven a galpón, no conocen el pastoreo y reciben toda la alimentación mecánicamente. El campo se dedica a la producción de maíz, verdeos y soja. Y estos cultivos se transforman en un flujo de 250 mil litros de leche por día.
Muchos expertos del sector conocen el “experimento” del free stall de Christophersen. Casi todos lo han mirado con desconfianza. Plantaron sus dudas por la “rigidez” de la alta inversión que implica el modelo, en comparación con el clásico sistema pastoril, donde las vacas se valen por sí mismas para procurarse el alimento pastoreando praderas y verdeos.
La diferencia está en la productividad. Los buenos tambos pastoriles están en niveles de 24 litros de leche por día, donde la mitad, por otro lado, se origina en los concentrados (granos) que reciben las vacas en la sala de ordeño o en encierros estratégicos o tácticos. En el tambo de Adecoagro se promedian ya los 35,5 litros/vaca por día. Es un 50% más.
La diferencia es confort animal, ahorro de energía (las vacas no caminan) y uniformidad en la dieta. El propio Mariano Bosch señala que el sistema es tremendamente sensible a la productividad: con 30 litros no cierra, pero arriba de 35 los márgenes explotan.
Con la misma genética, lo que implica que hay un gigantesco lucro cesante global. Si algo hizo bien el tambo, fue incorporar el mejor semen del mundo, provisto por importadores y productores locales que se acoplaron al ritmo mundial.
La inversión de Adecoagro en los dos tambos, en estos 12 años, alcanzó a U$S 55 millones. Esto implica una restricción fundamental. Es muy difícil evolucionar desde un tambo clásico, por mejor manejado que esté, a estos modelos súper intensivos. Recuerdo que en 1993 viajamos con el CREA Lincoln (tambero líder) a los EEUU. Arrancamos por la Universidad de Florida, en Gainesville, donde los investigadores arrancaron mostrando estos modelos de 8 mil vacas confinadas. “Esto no es para nosotros…”, pero la pelota quedó picando.
Adecoagro no está solo. Hay otros tambos, como el de la familia Chiavassa en Pellegrini (Santa Fe) que aunque más pequeños, van en la misma dirección. En la cuenca de Villa María la estabulación es tema de todos los días. Un gran grupo agropecuario, Compañía Argentina de Granos, está considerando un megatambo en San Luis, bajo riego. No es una cosa o la otra. Es saber que esto está pasando.
"Ahora, barajar y dar de nuevo"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 20 de mayo de 2017
Cuando la Argentina se encontró frente a la oportunidad de la carne vacuna, hace un siglo y medio, se organizó para aprovecharla. Fue la Primera Revolución de las Pampas. Alambramos, dejamos de ser bárbaros. El alambrado llevó a las aguadas y para llenarlas, los molinos. La alfalfa, los tarquinos. Los frigoríficos y los ferrocarriles. La prosperidad difundió por todos los poros de la sociedad. Venían oleadas de inmigrantes de todo el mundo a abrevar del imponente flujo de riqueza.
Perdimos el rumbo, perdimos también los mercados. Es cierto, el mundo del siglo XX se hizo complicado. Guerras, proteccionismo. Pero nosotros contrapusimos, a la complicación, el cambalache. Dejemos eso en el pasado.
El siglo XXI nos pone frente a otra oportunidad. Lo venimos planteando, machacosamente, semana a semana en Clarín Rural. A pesar de todos los intentos por frenar la Segunda Revolución de las Pampas (la de la conquista tecnológica), hemos podido retomar el sendero del crecimiento que se había insinuado desde mediados de los 90.
El salto tecnológico se concentró fundamentalmente en la agricultura. Que ahora, soltando amarras, vuelve a crecer a tasas chinas. El fantástico congreso de Fertilizar, que cubrimos en las páginas centrales de esta edición, augura nuevos saltos en los rindes, en la calidad de los granos y, sobre todo, en la salud de los suelos.
Mientras se celebraba este congreso, el presidente Mauricio Macri culminaba su visita a China. Consagró ampulosamente su visión de la Argentina como supermercado del mundo. Pero con un eje temático muy concreto: la carne vacuna. La misión coincidió con el SIAL de Shangai, el gran evento de la industria alimenticia global, nada menos que en el mercado más dinámico para las proteínas animales.
Estas pampas se especializaron, en los últimos 40 años, en proveer insumos forrajeros. Maíz y sorgo, primero. Luego, soja. Fue una extraordinaria decisión, orientada por el mercado, y sin planificación alguna que (como suele suceder) distorsionara los mandatos del mercado. Hicimos lo que había que hacer.
Somos los segundos exportadores mundiales de maíz (grano forrajero por excelencia) y los primeros de harina de soja. Grandes proveedores de sorgo y con extraordinario potencial para trigo forrajero, con una dinámica mucho más expansiva que la de trigo pan. Lo mismo hicieron Brasil y EE.UU.. Lo mismo está haciendo Paraguay y Uruguay, donde nadie habla peyorativamente de “sojización”.
Esta orientación dictada por el mercado se corresponde con el fenómeno de la transicion dietética, encarnada por la mejora social en China. La demanda explotó no por crecimiento demográfico, sino por efecto ingresos. Más plata en el bolsillo es mayor demanda de proteínas animales.
Empezaron a importar soja a fines de los 90. Expandieron su producción de maíz, de la mano de los rindes (porque tierra no tienen más). Crecieron en producción y consumo de cerdos y pescado. No les resultó suficiente. Hace tres años compraron Smithfield, la mayor productora de cerdos de EE.UU. Ahora vienen por la carne vacuna. Lo contamos en nuestros tres últimos editoriales.
La presencia de Macri en el SIAL es una señal potente a un sector tremendamente golpeado por la impericia. La destrucción fue fenomenal, desde el stock hasta el auge de las malas prácticas en el comercio y la industria. Ya no se trata de una reconstrucción, sino de un barajar y dar de nuevo. Y en este barajar y dar de nuevo, entran todos los fundamentos. Desde la infraestructura (en especial el manejo del agua) hasta los sistemas de producción y comercialización. Vale la pena.La demanda es infinita
"Tercera semana al hilo"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 13 de Mayo de 2017
Tercera semana al hilo para hablar de China y la carne. Sinceramente, cuando inicié la saga con “El tren de la carne está pasando”, no sabía que unos días después vendría Jack Ma, el mítico dueño de AliBaba. Ni mucho menos podía imaginar que en su entrevista con el presidente Mauricio Macri le iba a decir que venía por carne, vinos y mariscos. O que se cerraría la venta del frigorífico uruguayo BPU al gigante nipón NHFoods, como consignamos el último sábado en el segundo capítulo de la saga oriental de las proteínas y sus compañeros de ruta.
Ahora se viene todo encima. El miércoles próximo arranca el SIAL de Shangai, la feria de alimentos más esperada. Ya partió hacia allí un contingente de empresarios de la alimentación de primera línea. Se destacan, por supuesto, la carne, el vino y los mariscos que pedía Jack Ma. El IPCVA puso toda la carne en el asador, literalmente. Habrá un restaurante con 120 plazas para que los clientes se den el gusto. Del pecado carnal no se vuelve.
Pero hay momentos en que la realidad se confabula, con un misterioso afán de encadenar los eslabones sueltos. Es muy difícil que cuando el embajador en China, Diego Guelar, comenzó a gestionar la visita del presidente Mauricio Macri a su par chino, Xi Jinping, la hubiera pedido para la mismísima semana del SIAL. Bueno, el miércoles 17, Macri será recibido por su par chino en el Gran Salón del Pueblo de Beijing, en inmediaciones de la histórica plaza de Tiananmen, para firmar acuerdos por unos 30 mil millones de dólares en las áreas de agroindustria, energía, transporte y minería.
La plaza de Tiananmen es emblemática. Allí se abrió, en 1988, el primer local de un Kentucky Fried Chicken, inaugurando la era del fast food occidental y un hito en la transición dietética de centenares de millones de chinos. Hoy hay miles, y también hay miles de McDonalds, otras franquicias y las propias propuestas gastronómicas que, en todos los casos, se montan sobre la pulsión por las proteínas animales.
Y también es emblemática la pulsión por la carne del embajador Diego Guelar. Cuando le tocó ser embajador en Washington, hace 20 años, inventó el “Smiling Beef Club”, para promocionar la carne vacuna argentina cuando por unos meses se logró abrir una ventanita. El año pasado, uno de sus primeros actos en Beiging fue lanzarlo de nuevo y con el mismo nombre.
Pocas ideas pero fijas, dirá alguno. La realidad es que hay más ideas, pero un hilo conductor: “Nosotros estamos estratégicamente en la agenda china como proveedores. No estamos ni en la norteamericana, ni en la europea, pero sí en la china por los ejes de infraestructura, agroindustria y minería”, dijo a Leticia Pagoriles, de Telam. “Argentina más Brasil, Paraguay, Uruguay y Chile somos el 25% de todo el suministro de China; segundo está Estados Unidos con el 20%”. En cuanto a infraestructura, el diplomático dijo: “Argentina y toda nuestra región tiene una necesidad de ferrocarriles, puertos y los chinos tienen grandes empresas y crédito, somos un destino de inversiones en infraestructuras muy grande”. Y remarcó el interés de los orientales por la hidrovía del Paraná, que precisamente une a sus grandes proveedores. Extraordinaria oportunidad para agregarle más vías al fabuloso corredor fluvial. También el o los ferrocarriles al pacífico.
Este es el escenario. Pero está todo por hacerse. No solo desde el Estado, donde ya saben lo que hay que hacer. También en los actores privados, que muchas veces miran la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio. La Segunda Revolución de las Pampas, fenomenal en la agricultura, tiene mucho camino por delante en la ganadería. Habrá que transitarlo, porque sin carne no hay China posible.
"El changuito de Jack Ma" Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 6 de Mayo de 2017"
Cuando escribí mi editorial del sábado pasado “El tren de la carne está pasando” (http://www.clarin.com/rural/tren-carne-pasando_0_H1gQ1QZkZ.html) no imaginaba que estaba llegando al país nada menos que Jack Ma, el empresario chino fundador y principal accionista del gigante mundial del comercio electrónico AliBaba. Más grande que Amazon y con una facturación que equivale a medio producto bruto de la Argentina.
Tampoco tenía idea de que el segundo hombre más rico de China se iba a reunir con el presidente Mauricio Macri. Y mucho menos que le iba a mostrar la lista para el changuito que piensa llenar con productos de la argentina para los consumidores chinos: carnes, vinos y mariscos al tope. Jack Ma no hizo más que subrayar, con gruesos trazos de evidencias, que aquél editorial venía bien rumbeado.
Debo confesar que no me animé a poner un dato que me había pasado un informante calificado, un alto ejecutivo de la industria frigorífica que se había pasado un par de semanas en China, investigando a fondo lo que sucedía con las carnes. Lo dejé en el tintero porque me parecía muy raro, pensando que iba a desviar el eje del análisis. Ahora me arrepiento.
El dato: que la nueva generación de consumidores chinos, criados en la era de la revolución tecnológica, habían adoptado el hábito de comprar todo por AliBaba. Incluso la carne. Y que eso iba a revolucionar la forma de encarar un mercado que crece a ritmo imparable. Y que había que preparar la logística para este nuevo mundo.
Bueno, está confirmado. Es la carne, es el vino, son los mariscos. En pocos días (del 17 al 19 de mayo), los tres rubros estarán en el SIAL de Shangai. El evento coincide con la visita del propio Mauricio Macri a la República Popular, donde se entrevistará con su par, Xi Jinping.
Nada es casual. Los productos de la agroindustria están siempre en la agenda presidencial. Macri acaba de anotarse un sonoro y sorpresivo poroto con la cuestión de los limones, un tema que no ameritaba tanta bulla periodística. La restricción histórica iba a caer de madura y en forma inminente. Pero, como la mano de Dios, fue gol y punto.
La oportunidad es fenomenal. El changuito de Jack Ma se detendrá ante la oferta argentina en Shangai. El malbec acaba de celebrar su semana, con una vendimia muy azarosa pero que anticipa excelente calidad (ver nota de Soledad González, del diario Los Andes, especial para Clarín Rural en la pág. 8).
Los mariscos, de la mano de empresas que llegaron más recientemente a la exportación de alimentos argentinos, como Newsan, un gigante local del mundo electrónico. Los langostinos patagónicos son su estandarte.
Newsan construyó una poderosa red de distribuidores al interior de China, apoyándose en sus proveedores de electrónica. Y va diversificando su oferta, que surge de pymes y productores del interior que hasta ahora no le encontraban la vuelta al mercado.
Ya sabemos. Hay enormes problemas de competitividad. El doble standard sanitario y fiscal es una mochila de plomo para la exportación de carnes. Nuestros competidores están mejor posicionados, han mejorado la calidad de sus productos y ofrecen más garantías de trazabilidad.
Concretamente, la carne uruguaya, que ha construido una imagen formidable en China. Hacer los deberes, “garpa” más que la viveza criolla. Esta misma semana, la mayor empresa de alimentos de Japón, NH Food, con un centenar de plantas industriales y una poderosa red de distribución global, compró el frigorífico BPU.
Pagó al empresario inglés Terry Johnson la friolera de 135 millones de dólares en una operación que conmovió a toda la región. Japón todavía no abrió su mercado a la carne uruguaya (tampoco a la argentina), pero van calentando motores…
"El tren de la carne está pasando"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 29 abril de 2017
A mediados del siglo XIX, la Argentina supo aprovechar la oportunidad que le ofrecía la Inglaterra de Dickens, donde campeaba la revolución industrial. Los beneficios del desarrollo difundían por toda la sociedad, despertando apetitos inéditos. Uno de ellos fue el de la carne vacuna, a la que ahora tenían acceso millones de nuevos consumidores. La mesa estaba lista, sólo faltaba servirla.
Nuestros pioneros de las pampas vieron la veta. Organizaron las estancias, trajeron a Tarquino, Virtuoso y Niágara, los elegidos de los criadores. Llegaron los gringos, sembramos la alfalfa. El alambrado, el molino, las aguadas. Los ferrocarriles, los puertos y los frigoríficos con sus muelles. En el Riachuelo, en Ensenada, en Bahía Blanca, en Rosario. Casi como subproducto de esa conquista territorial de las pampas, fuimos granero del mundo. Lo que traccionaba todo era la expansión de la producción de carne.
Dejemos de lado lo que ocurrió en el siglo XX y en la reciente “década ganada”. Olvidemos por un momento que pasamos de ser el número uno del mundo durante décadas, a no figurar ahora en el top ten. Supongamos que estamos como en 1853. Hay que empezar de nuevo. Y sobre las mismas bases (de Alberdi). Los ingredientes siguen ahí, a pesar de todo, vivitos y coleando.