"Expoagro, una semana histórica"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 10 de marzo de 2018
En la muestra, los productores y contratistas se encontrarán con nuevas herramientas que permiten una relación más amigable con el ambiente, mayor eficiencia y un uso más inteligente de los insumos.
Dos acontecimientos coincidentes: mañana se cumplen 10 años del inicio de la epopeya de la 125. El martes se inicia Expoagro, la mayor muestra del potencial del agro en acción. Hay un hilo que las une, en el origen y el destino, bobinando una historia fascinante, aunque como todo lo esencial repta escondido en la hojarasca de nuestras tribulaciones.
Expoagro y sus antecesoras –Expodinámica, Expochacra, Feriagro—formaron parte de la Segunda Revolución de las Pampas, como la bautizamos en estas páginas a principios de los 90. La primera había sido la de la conquista territorial, cuando el país se ordenó para desarrollar su primer negocio histórico: producir alimentos para el mundo de la revolución industrial. El ciclo duró hasta los años 30. Fuimos granero del mundo y nuestras carnes alcanzaron la fama que aún conservan. La Argentina estaba orgullosa de su agro.
Después perdimos la confianza –por así decirlo-- y quisimos hacer otra cosa. Vino una penosa decadencia de 40 años en el agro. Hasta que a partir de los 70 bramadores la historia empezó a cambiar. En esa década pasamos de 20 a 40 millones de toneladas, y se expandió el stock bovino.Tres drivers de este salto: los trigos mejicanos, los híbridos de maíz y el arribo del sorgo granífero. La soja apenas hacía sus pininos.
Una nueva generación se abría paso entre los yuyos sin hacer barullo. Había nacido el INTA, los grupos CREA, las compañías de semillas respiraban nuevos aires y brotaban las primeras agrotécnicas. En 1983 nace la primera Expodinámica, la recordada La Laura en Chacabuco, que se inspiró en el Farm Progress Show del cinturón agrícola de los Estados Unidos. Ese mismo año la visitamos con 150 productores ávidos de novedades.
No ayudó el contexto de los 80, pero el fuego estaba calentando la pava. Permanecimos estancados en las 40 millones de toneladas. Pero la soja metía la cuchara, primero con el treflán, luego con la siembra sin arar que evolucionó hasta la siembra directa, la biotecnología. De la mano de esa generación de oro que nos regaló la nueva agricultura, entre 1995 y el 2000 la producción saltó de aquellas 45 a 70 millones. El proceso siguió hasta el 2008, precisamente el año de la 125, cuando rozamos las 100 millones de toneladas.
Esa fenomenal expansión, de base exclusivamente tecnológica y organizacional, permitió que la sociedad comenzara a percibir que el campo podía ser una palanca para el desarrollo. La sociedad recuperaba su confianza, mellada en los años del languidecimiento. Encima, llegaron los nuevos drivers para los precios: la demanda de proteínas de los asiáticos, en particular China, y la estampida del petróleo a partir del 2003.
Por eso cuando el agro se rebeló, ganó rápidamente empatía. Había calado hondo en el imaginario colectivo que el campo y la agroindustria estaban más del lado de la solución que del problema. Creo que no fue suficientemente expuesto por los analistas el rol de la asonada ruralista del 2008 como principio de la decadencia del ciclo k, que hasta ese momento venía por todo. Explícitamente.
Cambiamos, y para el campo también cambió la historia. Se pudo volver a crecer. La parafernalia de innovaciones que jalonaron esta epopeya atraen el interés de todo el mundo. Desde la siembra directa hasta el silo bolsa, nuestros propios desarrollos biotecnológicos, el carbono en la maquinaria agrícola. Decenas de delegaciones visitarán Expoagro. Se encontrarán con nuevas herramientas, que permiten una agricultura cada vez más amigable con el medio ambiente, más eficiente, más inteligente en términos de dotación de recursos.
Esto une al campo con la ciudad. No pidamos más. Celebremos en San Nicolás, cuya intendencia tiene más claro que nadie que vamos juntos.
"La soja confirmó que no es un yuyo"
Editorial del Ing. Agr.Héctor Huergo en Clarín Rural del 3 de marzo de 2018
Por el impacto de la sequía, en esta cosecha se perderán unas 10 millones de toneladas de soja.
El clima de la región pampeana se caracterizó siempre por su variabilidad. Al menos, es mucho más errático que el de otras importantes áreas agrícolas del mundo. Pruebas al canto: hace seis meses no se pudieron cumplir totalmente las intenciones de siembra, por problemas de inundaciones, anegamientos, caminos cortados que impedían la entrada de equipos e insumos. Quedaron sin implantar más de un millón de hectáreas. Pero lo que se sembró, evolucionó bien a fuerza de agua en el perfil, esperando que con un par de lluvias razonables se alcanzaran buenos rindes.
Era un año Niña, coincidían todos los climatólogos. Son años menos llovedores. Pero bueno, no llovió nada, y la soja confirmó que no es un yuyo. Se perdieron al menos 10 millones de toneladas de la oleaginosa y otras tantas de maíz, más allá de lo que no se pudo sembrar.
Un impacto enorme: solo en fletes, se perderán un millón de viajes de camión de chacra a puerto. Muchos que pensaban cambiar el tractor, la sembradora o la camioneta, tendrán que esperar.Unos cuantos productores, chicos, grandes, mejores o peores, quedarán en la banquina.
La alternancia de sequías e inundaciones se convirtió en una de esas clásicas tribulaciones de los argentinos que, por su recurrencia, generan una amarga imagen de inmovilismo. Ahora aumenta la virulencia, seguramente bajo el manto amenazante del cambio climático.
El titular de la agencia ambiental de los Estados Unidos, Scott Pruitt, un negacionista del calentamiento global, finalmente capituló: reconoció hace pocos días que los científicos tienen razón. Pero aventuró que el cambio climático es bueno para la humanidad. Por lo que estamos viendo, no es lo que se advierte en estas pampas. ¿Podemos hacer algo para cambiar la historia?
Podemos, y debemos. En primer lugar, entró en crisis el modelo de las retenciones como mecanismo para redistribuir la renta agrícola en la sociedad. Desde que se reimplantaron los derechos de exportación, en el 2002, el sector agrícola trasfundió 80.000 millones de dólares al Estado. Nada de ello volvió al sector.
Suena descabellado, incluso para adentro del sector. Pero la realidad es que con la mitad de esa plata se construyen tres Países Bajos, donde se aprendió a manejar el agua, ganando tierras al mar, haciendo polders y represas, regando pasturas, invernáculos y campos de tulipanes. Es un gran exportador de productos agrícolas a todo el mundo.
Con la otra mitad, los productores podrían haber aprovechado el agua de los ríos, arroyos, represas y canales, incorporando riego mecanizado. Claro, para que sea viable la tarifa eléctrica, o el gasoil, debieran exhibir una menor carga impositiva.
La planta estaba, en la soja, en el maíz, en el trigo. Mientras tanto, el gobierno lucha por conseguir financiamiento para obras que simplemente atenúan el impacto de las inundaciones. Son fundamentales, pero insuficientes, sobre todo cuando calculamos el lucro cesante de las millones de toneladas perdidas por exceso y defecto de agua. Además de hacer todo más previsible, lo que acelera el flujo de tecnología de alto impacto.
El ministerio de Agroindustria convocó, esta semana, a una amplia mesa para analizar cómo administrar el riesgo climático. En la mesa se puso otra vez la cuestión del seguro sobre el tapete. Existen muchas y excelentes compañías de seguro.
Una buena ayuda sería abaratarlo, y para ello lo mejor es considerarlo como un insumo de la producción, y no como un servicio. La diferencia es que en un caso paga el IVA y en el otro está exento, como el seguro de vida.
Lo mejor sería terminar con el flagelo de las retenciones. El gobierno va a recaudar igual más de 5.000 millones de dólares. Es el doble de lo que van a perder los productores.
"Un campanazo que resonó toda la semana"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 24 febrero de 2018
Había que salirle al cruce al desorden en materia de tratamientos fitosanitarios, donde algunos municipios decidieron fijar distancias arbitrarias para las aplicaciones de agroquímicos en zonas periurbanas. El efecto contagio, respondiendo a cuestiones emocionales y sin base científica alguna, estaba poniendo en jaque a la producción agropecuaria, inhibiendo la posibilidad de controlar eficientemente plagas y enfermedades de los cultivos.
La resolución conjunta del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable y el Ministerio de Agroindustria, destinada a crear una normativa que sea adoptada por todas las provincias y municipios, crea una instancia clave para establecer la prevalencia de principios técnicos. Hasta ahora, cada municipio aplicaba su propio criterio. Ahora aparece el Estado cumpliendo su papel primordial: armonizar los intereses de la comunidad facilitando el diálogo, aportando racionalidad y haciendo prevalecer el principio científico. Fue muy bueno que el propio ministro de Ambiente, el rabino Sergio Bergman, fuera quien más enfatizara en este último aspecto.
Hay una imagen que se renueva todos los años. Soy fanático del ciclismo, y sigo con fervor el Tour de France, cada vez mejor televisado. Cuando el pelotón atraviesa la hermosísima campiña, con los lotes de trigo color de oro listos para cosechar (se corre en julio), llama la atención cómo los cultivos llegan hasta el borde de los pueblos. Podría pensarse que se trata de cultivos orgánicos, donde no se hacen tratamientos fitosanitarios. Nada que ver: se ven claramente las huellas (“tramlines”) de las pulverizadoras.
No hay que esperar el próximo tour de France. Hoy las puede ver en cualquier momento desde el Google Earth. Un día hice la cuenta: hay un pueblo a 3 km del otro. Si ponen un límite de mil metros como zona buffer, no quedaría superficie para producir alimentos. Y Francia es el país donde nació el movimiento verde, con el líder de la rebelión estudiantil de mayo de 1968 Daniel Cohn Bendit, devenido luego en dirigente ecologista.
En la Argentina, hace años que dentro de la vanguardia agropecuaria se amasa la idea de las Buenas Prácticas Agrícolas. No surgió como respuesta a los verdes. Fue un brote interior, en la saga de la siembra directa, el cuidado del suelo y el ambiente. Precisamente la semana pasada, uno de los pioneros en la certificación de BPA, Santiago Lorenzatti –mucho tiempo fue colaborador en estas páginas--, recibió una merecida distinción por esa gestión. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires armó una movida muy fuerte, que culmina con su ya clásica Maratón de las Buenas Prácticas Agrícolas, donde corren urbanos y rurales.
Desde las entidades que representan a los proveedores de agroquímicos, como Casafe (que saludó fervorosamente la iniciativa de los dos ministerios), se viene trabajando en la misma dirección: fuertes campañas para el manejo de los envases, con el triple lavado y la deposición final.
Algunas empresas fueron más allá. La Asociación de Cooperativas Argentinas inauguró hace pocos meses una planta de reciclado de plásticos, en Cañada de Gómez. Arrancó procesando silobolsas usados, pero está en la mira el reciclado de bidones de agroquímicos. Precisamente en el mismo acto en que se lanzó la coordinación entre los dos ministerios, el de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, anunció la reglamentación de la ley de envases. Ahora ACA tendrá vía libre para convertir el problema de los bidones en una oportunidad, convirtiéndolos en grumo de termoplásticos que pueden destinarse a una amplia gama de productos. Así, la organización cooperativa cierra el circuito, ya que son proveedores tanto de bolsones como de agroquímicos, en ambos casos de su propia manufactura.
Vamos bien.
"Pasos en la buena dirección"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 17 de febrero de 2018
El Gobierno avanzó con una medida estratégica para la industria forestal: la aprobación de los bitrenes, que reducen los costos logísticos.
Hay dos sectores de la agroindustria a los que el presidente Mauricio Macri les asigna un papel fundamental: la carne vacuna y la cadena forestal. Los ha convocado con inusual frecuencia, pasó revista a los avances alcanzados y dio claras órdenes a sus funcionarios para que ejecuten las decisiones que surgían de esos debates y planteos. Y ya se ven algunos resultados alentadores.
En el caso de la cadena forestal, un hecho de gran trascendencia fue la autorización a los bitrenes. Una necesidad logística que va mucho más allá del transporte de rollizos y madera: toda la economía, pero en particular todo el agro, se beneficiarán con esta medida.
Los fletes, carísimos en la Argentina en relación con la región, y uno de los factores que más afectan la competitividad, verán una reducción de entre 20% y 40%, según zonas y productos. Hubo demasiada demora, pero ya están empezando a circular, con las precauciones del caso hasta que se disipen los temores que siempre despierta lo nuevo.
Se avanza también en la cuestión de la vivienda de madera, y ya se habla de posibles inversiones de envergadura en la industria de la celulosa, donde perdimos miserablemente el tren respecto a los vecinos.
Las pasteras uruguayas no solo no contaminan, sino que ya explican el 10% de la generación eléctrica, con fuentes renovables, a partir de los residuos de las plantas. Ahorro de combustible fósil, que además es importado (como en la Argentina). Felizmente, ya tenemos en marcha inversiones muy importantes, como la generadora eléctrica de Formosa que operará con biomasa forestal.
En la mesa de la carne, donde la cosa fue más complicada, uno de los temas recurrentes fue la necesidad del control de la faena en negro. Parece mentira que en la era del big data, los drones, los tornos de control numérico y los vehículos autónomos, todavía existiera matanza no registrada y traslado de carne caliente.
Pero todo tiene un límite, y parece que llegó. Desde el primero de marzo regirá la obligación de contar con una caja negra en el cajón de faena.
Más allá del avance que significa, es apenas un primer paso. Hoy el mundo exige mucho más, y los contrarios también juegan. Uruguay ha construido una imagen extraordinaria en China, que ya es por lejos el principal destino de la carne vacuna de la región (entre Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina son largamente los mayores exportadores mundiales).
La clave del éxito uruguayo es la trazabilidad individual y el sistema de registro, donde no se mueve un animal sin guía. Antes de cargar una tropa un veterinario autorizado hace la lectura de la caravana electrónica, se llena la guía que se entrega en la comisaría más cercana, y el proceso continúa en el frigorífico.
El sistema está completamente asimilado por toda la cadena y a nadie se le ocurre andar de noche acompañando un camión de invernada, pagando peajes en las camineras y acordando con algún consignatario marginal a la hora de mandar a faena y hacer desaparecer el cuerpo del delito en esas carnicerías que todavía reciben las medias reses casi balando. Sí, eso existe. Lo veo temprano todas las mañanas en San Telmo, cuando subo por avenida Garay rumbo a Tacuarí.
En Brasil hay carnicerías boutique hasta en las rutas. Carne fresca o congelada empaquetada al vacío. Más recientemente aparecieron en Montevideo. En la Argentina hay algunas, como Cabaña Juramento, que viene directo de frigorífico. Allí no hay sangre, ni delantales sucios ni cuchillos y mesas grasientos.
En China la mayor parte del comercio minorista va vía AliBaba. Por supuesto, va trozada y empaquetada. Amazon compró los supermercados Whole Foods en Estados Unidos. El que avisa no traiciona. Por lo menos dimos el primer paso.
"Una ruta, dos fotos"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 10 de febrero de 2018
En el sector del biodiésel, la Argentina es líder global y tiene un enorme potencial en el etanol y en la producción de biogás, a partir de criaderos de cerdos, feedlots y tambos.
Hay una Argentina que se quiere abrir paso. Y otra que se aferra a los métodos del pasado. Un par de imágenes recogidas en la autopista Rosario-Córdoba esta semana lo subrayan con gruesos trazos de evidencias. Un camión mano al puerto piqueteado violentamente, con las boquillas abiertas y la soja derramada. Otro camión, por la mano contraria, llevando hacia el noroeste la enorme pala de un molino eólico.
No le vamos a dedicar más espacio al terrorismo. Es un tema de seguridad y las autoridades van a actuar. Aquí queremos hablar del futuro. Quizá el peor efecto de estos eventos es que nos alejan de las cosas esenciales. Sucedieron varias.
Todo tiene que ver con todo. Esta misma semana, el inefable Elon Musk lanzó el mayor cohete de la historia con destino a Marte. Colocó en órbita un Tesla Roadster, su primer auto eléctrico, y trajo de vuelta los tres cuerpos impulsores. Lindo contraste entre el video del aterrizaje vertical simultáneo de estos gigantescos cilindros, con la de esos fascistas abriendo las boquillas de un camión… Recuperación, reciclado, economía circular. Energía renovable: molino eólico, paneles solares, movilidad eléctrica.
Es el hilo que une a Elon Musk con el agro argentino, que ya ha hecho aportes sustantivos en la materia. Líderes mundiales en biodiésel, enorme potencial en etanol. El biogás. Combinación de ganadería intensiva, más eficiente y menos contaminante, con la producción de bioenergía, recuperación y reciclado de nutrientes. Yanquetruz, el criadero de cerdos de ACA. El tambo de Adecoagro en Christophersen, Bioeléctrica en Rio Cuarto y ahora en Formosa.
Es la fotosíntesis, y se mueve en todos los campos. En un mes tenemos Expoagro, pero en el ínterin hay un torbellino. El viernes que viene se inaugura en Arrecifes una fábrica de pulverizadoras, de la brasileña Jacto. Prontito lo hará su competencia, Stara. Claas anuncia ya sus jornadas de cosecha de forrajes y granos.
Y ayer mismo, Syngenta celebró la adquisición de la operación semillas de Nidera, artífice central del salto tecnológico de los últimos 25 años. Introdujo los híbridos simples de maíz, el girasol híbrido, los trigos baguette. De la mano de dos figuras inolvidables: Eduardo Leguizamón y Francisco Firpo.
Capitanes de un equipo con estrellas como Rodolfo Rossi, introductor de la primera soja RR en la Argentina en 1996. O Arnaldo Vazquez, creador del girasol híbrido y más tarde el girasol IMI, de enorme perspectiva global ya que permite superar problemas de malezas imposibles como el orobanke que pulula en los países de Europa.
Tras la adquisición de toda la operación de Nidera por parte de Cofco, la compañía china de abastecimiento de insumos alimenticios básicos, se generaron dudas sobre el destino de la división semillas. Desde una visión schumpeteriana, podríamos pensar que todo negocio llega a su fin. Pero esto no sonaba a “destrucción creativa”, había mucho hilo en el carretel.
Hace pocos meses se concretó la compra de Syngenta por otra compañía china: ChemChina. La absorción de Nidera semillas por parte de ésta significa un interesante complemento de paletas de producto y la posibilidad de atacar el mercado mundial con genética desarrollada en el país.
Usted dirá: “Todo muy lindo, pero si no llueve este fin de semana…” Es cierto, tiene que llover. Pero hay herramientas, desde la genética (tolerancia a stress, que no admite dilaciones) hasta el riego, cuyo mayor costo es la energía. Bueno, alguien está regando con biodiésel de su propia producción, a menor costo que el gasoil y la luz. Economía circular, fotosíntesis al palo. Alimentos y energía.
"Hay vida inteligente en la Argentina"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 27 de enero de 2018
El negocio está cambiando. Los precios agrícolas ya no son lo que eran y todos los actores de la cadena, desde los proveedores de insumos hasta las compañías agroindustriales exportadoras, atraviesan un proceso de profunda reestructuración. Esta semana hubo varios hechos que vale la pena repasar, sobre todo porque hay un hilo conductor que vale la pena resaltar: la presencia de altos ejecutivos argentinos, que hoy ocupan posiciones relevantes en algunas de las grandes transnacionales del agronegocio. Veamos.
ADM, con sede en Chicago y plantas de procesamiento de soja y maíz en Estados Unidos y otros países (no en la Argentina) hizo público su deseo de adquirir Bunge Ltd, nada menos.
Bunge cumple este años dos siglos de vida en el mundo global de los alimentos. Primer hecho casual, o no: el CEO mundial de ADM es Juan Luciano, oriundo de San Nicolás. Y uno de los tres nuevos presidentes de Bunge es Raúl Padilla, ahora al frente de la importantísima operación sudamericana de “Sugar & Bioenergy”.
ADM es la única de las grandes corporaciones del rubro que carecía de operaciones industriales en el país. Si se concreta el deal, se hará de plantas de crushing (T6, en joint venture con la nacional AGD), biodiesel y glicerina.
A propósito, hace pocas semanas la empresa anunció una fuerte inversión en una planta nueva de propilen glicol, un insumo fundamental en la industria alimenticia. Hasta ahora se lo obtenía a partir del petróleo. Ahora, se utilizará la glicerina. Bioeconomía en toda la dimensión del concepto: sustitución de petróleo por fuentes renovables de origen biológico. No hay mejor lugar que el cluster sojero de Rosario.
Pero los contrarios también juegan. Había conversaciones avanzadas entre Glencore, otro gigante, y Bunge. El CEO argentino de esta empresa con sede en Suiza es Sergio Gancberg, otro actor relevante a nivel mundial, que se sienta en la mesa chica del management. Veremos qué sucede…
Mientras tanto, otro argentino daba un campanazo tremendo: Gonzalo Ramírez Martiarena, desde hace un par de años CEO mundial de Dreyfus (con 160 años de vida en el trading de granos y otros alimentos) anunciaba la primera operación realizada con la plataforma de block chain.
Es la primera que incorpora la tecnología que permitirá reducir a la mitad el tiempo de procesamiento de un negocio (pasará de dos semanas a una) reduciendo un 80% los costos de transacción.
La plataforma digital involucra también los procesos de intervención oficial, eliminando papeles y trámites. Dreyfus concretó este primer negocio asociado con dos bancos de Países Bajos y uno de Francia.
El trading de básicos agrícolas como los granos, aceites y harinas proteicas se ha hecho extremadamente competitivo, con grandes volúmenes y márgenes pequeños. Exige la reducción de costos y simplificación de procesos. Y, por supuesto, no hay lugar para países donde pululan nichos de corrupción y ejemplares que ensucian y encarecen la actividad.
En estos mismos días, Federico Trucco, CEO de Bioceres, lanzó la oferta pública de acciones de la compañía. Ya lo hizo en la Bolsa de Rosario y ahora se aproxima el momento del lanzamiento del IPO en Nueva York. La empresa ya tiene convenios con varias de las grandes compañías globales de semillas, para sus eventos biotecnológicos desarrollados en su laboratorio de Rosario. Rizobacter, adquirida hace un par de años por Bioceres, está abriendo operaciones en Francia, Kenya y otros países.
En la era de la inteligencia artificial, podemos decir que –más allá de Messi y Ginóbili-- queda vida inteligente en esta cantera inagotable que es la Argentina de la bioeconomía.